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50 años de la revolución portuguesa. Consecuencias internacionales

Isaac Bigio

Politólogo economista e historiador

El 25 de abril de 1974 se produjo en Lisboa la revolución de los claveles. Esta cambió la historia iberoamericana y mundial. Inicialmente, fue un golpe militar contra el «Estado Novo» corporativo fascista que regia en Portugal durante medio siglo. Empero, las masas irrumpieron en el proceso y esta empezó a radicalizarse.

Con ello se generaron tres efectos que impactarían internacionalmente. Uno fue el ascenso de los movimientos sindicales, socialistas y comunistas que terminarían contagiando a Europa y a los países de habla española y portuguesa. En cierta manera, fueron la continuidad de movimientos de protesta generados en 1968 y ayudaron a dar impulso a la II Internacional en Europa, así como a conducir a la caída de la junta militar griega. La democratización de Iberia y Grecia ayudó a ensanchar y consolidar a lo que hoy se conoce como la Unión Europea, proceso sin el cual hubiera sido imposible haber logrado que esta, así como el sistema capital liberal y multipartidario, se expanda a la Europa oriental post-sovietizada.

Otra fue el inicio de la ola de democratización iberoamericana. En España, el franquismo, para evitar ser derrocado militarmente, fue preparando su recambio restaurando la monarquía, pero con ribetes constitucionales, al estilo de las del Mar del Norte de Europa, la cual hasta hoy continúa. Estos procesos abrieron un efecto dominó sobre Latinoamérica, la cual desde fines de los años setentas, experimentó fuertes movilizaciones pro-democracia. En Nicaragua y El Salvador guerrillas castristas llegarían al poder (la primera por la vía armada y en la segunda por la vía electoral, tras haber sido previamente desarmadas). Fuera de Colombia y Venezuela, todos los demás países latinos sudamericanos tenían dictaduras castrenses, todas las cuales empezaron a ser desmanteladas. En Perú, Ecuador, Brasil, Bolivia y Argentina obligarían a los militares a ir dejando el poder a los civiles, algo que se iría consumando a inicios o mediados de los años ochentas. Chile y Paraguay serían los últimos bastiones sudamericanos de autocracias.

Finalmente, dio paso al final del imperio colonial portugués, el último de los grandes que quedaba. A poco de esta rebelión, Lisboa reconoció la independencia de sus antiguas dependencias en África y Asia (Guinea-Bisáu, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe, Angola, Mozambique y Timor Este). En todos estos países llegaron al poder partidos-frentes armados que se reclamaban «marxistas-leninistas».

En cierta manera, estas fueron las últimas colonias ibéricas que se emanciparon y el final de los procesos libertarios abiertos a inicios del siglo XIX en el «Nuevo Mundo». Todas estas dependencias llegaron a estar bajo el control de Madrid durante el imperio unificado luso-hispano de 1560-1640. Cuba, que fue uno de los últimos países en liberarse del dominio español y estadounidense, envió decenas de miles de voluntarios y soldados al África, particularmente a Angola, donde aun muchos de sus ciudadanos hablan el castellano con acento cubano. La derrota de las fuerzas impulsadas por el régimen segregacionista sudafricano en Angola y Mozambique desembocaron en el fin del Apartheid y en que Nelson Mandela generase una democracia multirracial en la principal potencia económica del continente negro, sistema que hoy pudiese ser emulado en «Tierra Santa».

Mientras en estos dos países, los más extensos y poblados de todos los luso-africanos, hubo cruentas guerras civiles, las mayores matanzas por habitante fueron las que se dieron en Timor Este. Esta es la parte oriental de una isla relativamente pequeña, la cual es, junto con Filipinas, el único país mayoritariamente católico del continente donde nació Jesús. Indonesia con una dictadura pro-EEUU que invadió Timor Este, pero fracasó en retenerla, pese a terribles masacres. El ejemplo indonesio fue luego tomado por Sadam Huseín quien, pensando que EE. UU. le seguiría apoyando después de que en 1980-88 Irak invadió Irán por encargo de Occidente, le permitiría anexarse Kuwait en 1991. Como en dicho emirato hay mucho oro negro y corporaciones norteamericanas, Washington le puso la luz roja y con ella comenzaron las invasiones que luego la mega-potencia haría en el Medio oriente (Afganistán, otra vez en Irak, Libia y Siria). Esta idea de querer anexar territorios contiguos por la vía de brutales fuerzas con limpiezas étnicas aún siguen inspirando algunos conflictos, como el de Gaza.

La revolución de los militares portugueses influyó en los militares peruanos y latinoamericanos. A mediados de los setentas todos los diarios «parametrados» peruanos hablaban mucho de ella y las distintas fracciones velasquistas se alienaban con sus distintos pares portugueses. Debido a ello y a las movilizaciones sociales internas que se envalentonaron bajo el ejemplo de las protestas ibéricas, es que los uniformados fueron preparando las condiciones para retornar a sus cuarteles. En Brasil, el metalurgista Lula fue liderando huelgas a fines de los setentas. La influencia portuguesa sobre el coloso que detenta a la mayoría de la población y del territorio de Sudamérica ha hecho de que en Brasil ambas derechas adopten el nombre de «partidos socialdemócratas.»

Finalmente, la idea de una revolución de los claveles inspiraría a las democracias occidentales a proponer revoluciones de colores en países que anteriormente llegaron a ser parte del bloque soviético. En estas, la idea no sería avanzar hacia una sociedad socialista (como algunos sectores lo planteaban en Portugal post-1974), sino en partir de sociedades que se reclamaban como tales hacia unas de corte capitalista liberal a la norteamericana.

Los efectos de dicha revolución la vivimos todos hoy en Iberoamérica, pues somos un región con democracias liberales multipartidarias. La única excepción es Cuba, la cual reivindica tener un sistema de educación y salud gratuito, muy ligado a otras naciones de la Alternativa Bolivariana (Venezuela, Nicaragua, Bolivia y varias Antillas), el cual ha logrado sobrevivir gracias a esta misma ola y a que Portugal y España se unieron a esta isla, a Brasil e Hispanoamérica para crear la Comunidad Iberoamericana de Naciones desde 1991. Tanto esta última como los fuertes lazos que hay la Unión Europea y Latinoamérica tienen mucho que ver con la revolución de los claveles que ahora cumple medio siglo de vida.

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