Por: Francisco Martínez
Junto a Mayra, mi esposa y compañera de la vida, conocimos en las primeras horas de este domingo 3 de agosto la noticia del fallecimiento de Verónica. Nos entristeció mucho esa noticia y de pronto nos surgieron variados recuerdos, recordamos a su hijo el chelito Gustavo, y en especial Mayra recordó como a las 7 am de aquel 16 de noviembre de 1989, cuando ella junto a la “profesora” (compañera de Guzmán del Jute) y Ana (compañera de Bombín), se quedaron rezagadas de la columna de las fuerzas guerrilleras de las FAR-LP (PRTC) que hicieron una maniobra defensiva ante el ataque de fuerzas combinadas del batallón de paracaidistas de la Fuerza Aérea y del Batallón Soriano, entre otras fuerzas del ejército; esto en la zona de la fábrica INCO y lo que fue la fábrica de lejías Oliva, por la colonia Las Flores, en Soyapango.
En medio de aquella lluvia de balas, las tres se escondieron en un matochito de higueral, ellas en total desventaja solo a la espera de que las mataran, pero a pesar de las andanadas de minutos locos (minuto sostenido de ráfagas de disparos con fusilería hacia la fuerza contraria con el objetivo de generar temor) esas unidades del ejército no pudieron avanzar por la acción táctica de las fuerzas guerrilleras. Cuando de pronto, recuerda Mayra, de forma providencial apareció Verónica y les gritó: hey ustedes que putas se han quedado haciendo acá, vengan avancen, las tres vieron la luz, se sintieron seguras de que no estaban solas y de que aún en medio de las balas sobrevivirían, corrieron hacia donde estaba Verónica y saltaron un bordo que levantó una polvazón cuando cayeron, lo que sirvió de distractor para salir hacia donde nos encontrábamos el resto de la fuerza guerrillera del PRTC. La experiencia en combate de Verónica fue clave para que no las mataran.

Por mi cabeza pasó aquella imagen del cortometraje Guazapa, cuando una joven y elegante Verónica, dirigente destacada del PRTC entabla un dialogo de lucha ideológica y de neutralización con elementos del ejército capturados en el marco de acciones ofensivas de la guerrilla en la zona de Suchitoto en enero de 1983. Les informa que es el PRTC (una de las organizaciones del FMLN) la organización que les ha hecho prisioneros, que ellos no son el enemigo de clase y les explica que el propósito de la lucha revolucionaria es construir una sociedad con justicia, paz y libertad.
Verónica fue una mujer de carácter, de temple y hablar tranquilo, una líder que defendía pacientemente sus convicciones argumentando y buscando convencer, era metódica, respetuosa y humana en el trato con la gente (con las masas), quizá en eso fue clave su relación militante con la pastoral de la iglesia y su relación comprometida con las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores del campo. Era una diligente e inspiradora organizadora, su papel fue clave en la organización del trabajo de masas del PRTC (partido revolucionario del que fue fundadora), estuvo siempre aportando su experiencia y ejemplo en las diferentes coyunturas que se dieron desde mediados de los años setentas hasta el fin de la guerra civil en 1992.
El recuerdo a ella, siempre cariñoso y respetuoso, de viejos compañeros en su paso por la zona rural organizando las Brigadas de Trabajadores del Campo (BTC), su apoyo en la metro a los “Chicos Bonche” con las Brigadas Revolucionarias de Estudiantes de Secundaria (BRES) y en las fábricas los Comité de Bases Obreras (CBO); la organización social de los frentes de guerra bajo control de las FAR-LP/PRTC en Guazapa, Norte de San Miguel y Norte de San Vicente. Recuerdo sus correos y las caras de los compañeros, desde Cabañas y el Norte de San Miguel, urgiendo a dinamizar la lucha popular y a sin excusas, ponernos al nivel de las otras organizaciones, en organización y movilización y avanzar a la radicalización de contingentes de cuadros urbanos.
Verónica, junto a Andino, fueron clave para preparar desde mediados del 88 el regreso de las FAR-LP/PRTC a Guazapa, y asegurar el control de territorios para preparar las condiciones de apoyo social para el esfuerzo de la contraofensiva estratégica de noviembre de 1989, actuando en los diferentes ámbitos de acción, en masas: ampliar y radicalizar, a nivel militar: tensionar la fuerza rural con mayores maniobras y dinamizar el accionar urbano. Me correspondió junto a Verónica coordinar el equipo insurreccional y de apoyo territorial en ese esfuerzo político militar.
Ella, igual que yo, no era de las más satisfechas con lo obtenido en los acuerdos de paz, creía que había muchos temas pendientes, pero que disciplinadamente asumía el reto y se insertó en la lucha política.
A su salida del frente de guerra la recuerdo en una llamada de teléfono informándome que asumiríamos el colectivo de masas y potenciaríamos la organización política del partido, y algo nerviosa aún me decía cuando terminaba sus frases, cambio, y terminamos la conversación con ella diciéndome cambio y fuera. Y yo, me quedé, menos mal que estamos ya en otro momento.
Recordar a Verónica Guzmán, es un tributo a la memoria de miles de compañeros y compañeras que se sacrificaron y ofrendaron su vida por legar a los salvadoreños una sociedad justa, libre y en paz.
Reciban sus hijos Gustavo y Verónica, toda su familia y a sus compañeros de lucha, nuestro solidario saludo por la perdida de Margarita Villafranco, nuestra querida Verónica Guzmán
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