Todo a la República

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

 

El gran  jurista, orador, escritor y filósofo Cicerón (106 a.C.-43 a.C.), desarrolló una extraordinaria dimensión como retórico y como hombre de letras. Esta concepción sobre tan insigne latino, la he renovado, cuando mis cansadas pupilas han reparado en un viejo tomo de la editorial mexicana Cumbre, correspondiente a su colección intitulada “Los Clásicos”, que reúne escritos de Cicerón y de Séneca. Siendo el apartado de Cicerón, aquel que reza así: “Del sumo bien y del sumo mal” (tratado moral), traducido magníficamente por don Marcelino Menéndez y Pelayo.

Leo en esta joya, tan bien escrita como pensada, el capítulo XXV, que nos cae a nosotros, seres de estas jóvenes y tropicales repúblicas, como anillo al dedo. El texto se denomina: “Reglas que han de observar los que gobiernan y los que administran justicia”. Veamos: “Los que se destinan al gobierno del Estado, tengan muy presentes siempre estas dos máximas de Platón: la primera, que han de mirar de tal manera por el bien de los ciudadanos, que refieran a este fin todas sus acciones, olvidándose de sus propias conveniencias, la segunda, que su cuidado y vigilancia se extienda a todo el cuerpo de la República;  no sea que por mostrarse celosos con una parte desamparen las demás. Los negocios  e intereses de un Estado se pueden comparar con la tutela, la cual se ha de administrar con atención al provecho de los que se entregan a ella, y no de aquellos a quienes se ha encomendado. Porque los que se desvelan por una parte de los ciudadanos y descuidan de otra, introducen un perjuicio el más notable en el gobierno, que es la sedición y la discordia; de donde nace que tomen unos el partido del pueblo, otros el de la nobleza, y muy pocos el del común. Ésta ha sido la causa de gravísimas discordias en Atenas, y la que ha producido en nuestra República no sólo sediciones, sino también muy perniciosas guerras civiles: todo lo cual debe huir y abominar el varón prudente y magnánimo, digno de manejar las riendas del gobierno: y manteniéndose libre de ambición de riquezas y poderío, se entregará todo a la República, mirando por ella de manera que se extienda y alcance a todos su cuidado. Tampoco deberá exponer a nadie al odio y a la envidia de los demás con falsas acriminaciones; y constante siempre en la honestidad y justicia, muera por conservarlas  sin temor de la envidia, antes que abandonar estas cosas que acabo de decir. Nada hay más digno de compasión y lástima que el ambicioso empeño por los honores…”

En países como los nuestros, donde el presidencialismo goza malsanamente de tanta importancia, es clave que los que ostentan u ostentarán la primera magistratura, sean los más capaces y virtuosos; y que en sus equipos resplandezcan, como soles, los intereses y necesidades de todos los que formamos la Patria, tal es lo que con humildad, entendemos del gran Cicerón.

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.