Teología mexicana

Rafael Lara-Martínez 

New Mexico Tech, 

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Desde Comala siempre…

 

El mito mesoamericano del Big Bang asienta que la creación es un proceso dramático.  La paz que existía en el inicio de los tiempos da lugar a una aventura mítica.  El universo se engendra por el desmembramiento de una deidad original, monstruosa, original y caótica llamada Cipactli.  Su descuartizamiento engendra los tres principios numéricos básicos que organizan el cosmos:  la dualidad masculino/femenino, el triángulo cielo/tierra/inframundo y los cuádruples sectores del universo o puntos cardinales.

Dos corrientes opuestas —caliente/fría, masculina/femenina, celeste/infernal— se entrelazan en una estructura semejante al ADN.  Estas fuerzas circulan en dirección opuesta —hacia abajo la primera y hacia arriba la segunda— atravesando todos los seres mundanos.  De su movimiento inverso nace el tiempo y la doble división de las estaciones en invierno y verano, lluvia y seca, controladas por el principio femenino y masculino respectivamente.  En la actualidad, el Día de la Cruz, el 3 de Mayo y el Día de Muertos, el 2 de Noviembre, representan las fechas en que se celebran los ritos de paso de una estación a otra.

La aventura mítica sucede en Tamoanchán, lugar de creación.  Esta aventura equivale al surgimiento del tiempo y del pecado debido al entrelazamiento de los dos principios energéticos contrapuestos: masculino y femenino.  Una desgracia original precipita a los dioses del cielo hacia la tierra.  Aunque “mueren”, los dioses no  desaparecen sino que se transforman y habitan los seres de este mundo, en los cuales pierden algunos de sus poderes iniciales.  La diversidad natural imita la variedad de los dioses.

Todos los seres están hechos de dos sustancias: una pesada y perceptible y otra ligera e imperceptible que constituye el “alma” de todos los seres existentes.  La sustancia ligera está compuesta de cuatro elementos diferentes:  1) la “carga” recibida por el ser en particular a la hora de su nacimiento, 2) la carga que pertenece a la especie, 3) la carga de  los dioses que han habitado ese ser y 4) la carga de tiempo-fuerza-dioses penetran al ser diariamente. La creación es un proceso constante y sin fin.

La energía ligera inunda todo ser sea como un dios rebajado a objeto natural sea como tiempo-fuerza-dios que penetra los seres cada día.  La geografía es tanto animada como divina.  Al compartir una esencia con los dioses, los objetos naturales se consideran réplicas, cascarones o recipientes de esa esencia divina.  La topografía  es un palimpsesto en el  cual los dioses han grabado tanto su fuerza destino así como su fuerza-tiempo.

La energía divina está distribuida a todo lo largo del cuerpo humano y de los seres.  No obstante, la fuerza se concentra en tres  órganos, a saber: cabeza, corazón e hígado.  En la cabeza se asienta el tonalli, una irradiación de origen solar que liga el ser a lo divino como un hilo invisible.  Esta fuerza puede desprenderse del individuo y habitar en el mundo circundante.  Además, es divisible y puede proyectarse hacia el medioambiente.  En el corazón habita el yollotl, una fuerza indivisible e inseparable del ser.  A la muerte se transforma en pájaro y  regresa a la morada de los dioses a menos que haya un accidente y tenga que adoptar otro cascarón en la tierra.  Esta energía es la sede de la razón, del conocimiento  y de la voluntad.  En el hígado  reside el ihíyotl.   Es una energía gaseosa nocturna y macabra.  Regula los deseos, la ira, las pasiones ocultas y los apetitos amargos.  Se identifica con las apariciones de fantasmas y con los gases que se emiten durante el nacimiento y la muerte.  Tales como los que me dictan este escrito, aquí en Aztlán…

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.