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Somos lo que toleramos

SOMOS LO QUE TOLERAMOS
Por: Wilfredo Arriola

Las actitudes que toleramos ¿Qué dicen de nosotros? Hay palabras que están presentes en la vida de todos, y en algunos más y muchas veces no reparamos en la trascendencia que tienen a lo largo de nuestras horas. Las etimologías siempre nos dicen algo más, nos ponen una lupa adonde no se mira del todo claro hasta que reparamos en los detalles. La palabra tolerar proviene del latín tolerare y tolerare viene de tollare que es levantar, física o figuradamente. Tolerare significa sostener, aguantar o resistir. Sobrellevar algo tanto físico como espiritual.

Al leer la palabra “aguantar” me supone algo no tan grato, algo que atraviesa el dolor, la fatiga y la incomodidad. Algo que a pesar de que podamos vivir con ello, no significa que ese transitar se convierte en placer o serenidad. Aprender a identificar aquellas cosas que no aportan a nuestra vida también suma a la calidad de nuestro tiempo. Sustituir las cosas que toleramos por las que nos edifican, cambiar aquellas obligaciones de cortesía por la sinceridad de sabernos en una mejor sintonía. La tolerancia esta a un paso del desequilibrio, y cada vez que toleramos algo nos alejamos más de quien lo promueve. Algunos se mueven bajo la bandera de la ignorancia y se escudan con la sentencia del no saber que te dañaba, como si no fuera notorio entender que cada conducta genera una reacción, lastimosamente algunos se han convertido en atletas del resentimiento, en aficionados con broche de oro en aguantar, en tolerar. No tenerse respeto a sí mismo es dejar abierta la puerta de la desconsideración, y en esa muchos no tocan antes de entrar y la golpean al salir.

Muchos han entendido que la felicidad es servirse de lo que a otros les sobra y quizá en ese entonces nos convertimos en los patrocinadores de lo que nos pasa, aunque ese título según nosotros les corresponde a otros. Es mas fácil buscar culpables que cambiar de hábitos, es más fácil la critica que conseguir un espejo. Schopenhauer comenta en una de sus máximas: “Quien ha sido abandonado por la esperanza también ha sido abandonado por el miedo”. Buscar un cambio de alguna manera se convierte en aspirar a la esperanza, en buscar en otra parte lo que no se puede encontrar desde donde uno se encuentra sentado, y esa radicalidad de ir en busca de lo incierto combina la capacidad a cambio del resultado, es decir la ausencia del miedo. Moverse, salir, ir por algo más, dejar de aguantar así mismo y a los demás con actitudes nocivas.

Hay quienes que al mirarse a adentro de sí ven desiertos, otros ven un bosque y otros no logran comprender que uno se puede mirar con consideración de cambio. Un comprenderse mejor a partir de lo que nos pasa. ¿Quiénes estarán abonando a esa construcción pictórica? ¿Toleramos la vida de alguien más que no ha sabido identificar que mirar para sí mismo? ¿Qué ponen cuando nos miran? ¿Desiertos, favores, lucro para ellos mismos, más arena para su desierto? Prado concluyó algo significativo en relación con esto: “No es fácil adivinar lo que te oculta la gente, solo tienes que fijarte en dónde no quieren que mires”.

Somos lo que toleramos, lo que callamos, lo que ocultamos para el banal placer del otro, también es necesario mirarse con otras gafas y preguntarse si somos una carga tolerable para los demás. El silencio a veces se traduce en distancia, en otras preferencias, en ponerle la sonrisa a otros paisajes más lleno de aquello que aun queremos descubrir de nosotros mismos. Los años nunca saben tolerar…

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.