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Un retrato de Rutilio Grande, Fray Cosme Spessotto , Nelson Lemus y Manuel Solórzano es testigo silencioso de la ceremonia en honor a su legado. Foto Diario CoLatino /Samuel Amaya.

Rutilio Grande, Cosme Spessotto, Nelson Lemus y Manuel Solórzano

 

 

Caralvá

Intimissimun

 

El 22 de noviembre 2022 el mundo observó a la ciudad de San Salvador, ese día un planeta cristiano recordó a los hijos del pueblo salvadoreño, unos eran sacerdotes Rutilio y Cosme, los otros Nelson y Manuel eran la sangre más fiel a la causa cristiana que pueden los pueblos otorgar, eran campesinos.

Desde Roma al resto del mundo, el Papa Francisco saludó a los beatos que fueron asesinados por aquellos fanáticos que no terminan en una época, sino que yacen sigilosos con el odio en su alma, sedientos de beber la sangre de aquellos que denuncian el mal social, no son pocos, pero son cobardes, se esconden armados en las sombras y asesinan a inocentes.

No existe el cansancio al recordar sus vidas, ni lejanía en el tiempo para encontrarles en las calles de las ciudades, desde juventudes idealistas hasta venerables paciencias, aquél cruel suceso estremeció nuestros corazones; Rutilio, Nelson y Manuel fueron emboscados por un grupo armado, las ráfagas siniestras cobraron las vidas en pocos segundos, sin defensa, sin piedad, ese episodio se transformó en un eterno tiempo estacional, que se esculpió en nuestras realidades inolvidables en los caminos de El Paisnal; mientras Cosme imitaba en vida a San Francisco de Asís, santo querido en Latinoamérica de él Rubén Darío anotó: “el varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial”…  así Fray Cosme se dedicó en plena guerra civil a dar sepultura cristiana a los cadáveres que aparecía en sus parroquias, afirmando que todos eran hijos de Dios, un día recibió amenazas a muerte, pero su temple franciscano le preparó para ese momento; ese día en su oración vespertina con su devocionario, con su vocación espiritual al límite aconteció aquél ataque sangriento, sucedió en su propia capilla, en su lugar de resguardo espiritual.

Así ese sábado 22 de enero de 2022 alineados como estrellas, en distancias proporcionales por la pandemia, iglesias del mundo y ciudadanos se encontraron con la memoria viva en las calles de la ciudad.

 

(fragmento del libro: Esencia de Monseñor Romero, Rutilio Grande, Ignacio Ellacuría, 14 de octubre 2018)

 

“Me llamo Rutilio Grande, nací en el Paisnal, un pueblito latinoamericano donde mi padre es comerciante y en varias ocasiones alcalde, conozco a las familias, a muchas personas buenas dedicadas a la agricultura preocupadas por el clima, las cosechas, el cantar de las aves que presagia buenos augurios y asisten a misa, he visto a sacerdotes hospedados en casa de mi padrino Facundo Barrera cuando llegan al pueblo, en esa casa he conocido a Monseñor Luis Chávez una persona notable que contagia paz, me gustaría un día ser como él.

Mientras la vida transcurre apacible en el pueblo, ha crecido en mi la sed de estudiar para sacerdote, he escrito a Monseñor para pedir su ayuda, pero unos días después mi padre se enfermó, un día medité largamente sobre mi condición, he desistido de salir del pueblo; transcurrió cierto tiempo y Monseñor me escribió que no desistiera, así después de mis estudios primarios estudié secundaria en el Seminario de San Salvador y al terminar solicité mi ingreso en la Compañía de Jesús, tenía 17 años.

Estudio en el Seminario San José de la Montaña, pronto cumpliré diez y siete años, solicitaré mi ingreso a la Compañía de Jesús en mi traslado a Caracas, Venezuela, es el año 1945, comprendo este mundo desde la perspectiva que conforman estas instituciones: conocimiento de sí mismo, ingenio, heroísmo y amor, existen muchas cosas más, como los ejercicios espirituales, son realidades para toda la vida, el grupo fortalece, se aprende a diferenciar al mundo de la Patria en Jesucristo, el Hijo de Dios posible.

La opción religiosa se convierte de una visión infantil a una profunda convicción que es el único medio para transformar este mundo, luego me veo en Ecuador, Panamá y 1953 en Oña España, hasta 1962 que finaliza mi estudio, es hora de regresar a San Salvador al Seminario San José de la Montaña, donde permaneceré hasta 1970, en realidad la institución ha cumplido su misión, Dios me llama a otras misiones, las cuales aceptaré con alegría.

Septiembre de 1972

Algunos amigos me dicen Tilo en lugar de Rutilio, en general mi nombre es largo, preferimos nombrar con una o dos vocales, nos entendemos.

Me designan al Colegio Externado de San José, un colegio para las clases altas, son chicos educados para tomar decisiones como gobernantes, su liderazgo se debe afianzar, cuestión de principios, una educación para élites, una institución solo para varones, este año 1971 es convulso prepara las elecciones, sigue la guerra de Vietnam”….

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Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.