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Radio Clásica: 55 años elevando el alma del pueblo salvadoreño

Carlos Girón S.

Nuestra querida Radio Clásica se encuentra en estos días festejando su 55 Aniversario de haber comenzado a llenar el espacio y el cielo de nuestro país (y del mundo pues se difunde internacionalmente por medio del enlace www), y el alma del pueblo salvadoreño, de ondas musicales muy bien escogidas para el solaz, la apacibilidad y la inspiración de quienes las escuchamos.

Decir que Radio Clásica es única en su género en nuestro país no es decir nada nuevo, pero sí el afirmar que se debe al buen gusto, estético, refinado y evolucionado del espíritu de su fundadora, Doña Betty Suárez de Teague, a quien tengo el gusto y agrado de conocer y haber conversado con ella varias veces, expresándole siempre mi admiración y aprecio por su acierto de establecer esta emisora eminentemente cultural y recreativa.

Mayor es su acierto al haber igualmente fundado Radio El Mundo y Radio UPA. La primera manteniendo programas de música instrumental romántica y a ratos popular; la segunda dedicada de manera especial para el entrenamiento y educación musical de la niñez salvadoreña. Pocos años se llevan de diferencia con Radio Clásica en su surgimiento al aire.

Yo puedo afirmar con toda propiedad que nadie, ningún gobierno de la República, ninguna universidad, ninguna fundación, ha hecho tanto por el despertar y la elevación de la consciencia de nuestro pueblo salvadoreño, como lo ha hecho Radio Clásica en los 55 años que lleva de fundada.

Radio El Mundo tiene como lema “La música es el lenguaje de las almas”. Una verdad. Nada despierta, refina y eleva el alma como la música. Hablamos de la clásica, no de la popular y menos ranchera, si bien estas tienen su lugar cuando se trata del entretenimiento y diversión de los hombres y mujeres. Imaginemos una fiesta sin música… mejor es un velorio. La música festiva ciertamente alegra el espíritu y despierta emociones placenteras, llegando momentos en que muchos de los asistentes a las fiestas no pueden evitar sentirse llamados o impulsados a mostrar sus virtudes de bailadores. Más se entusiasman al ser aplaudidos y se mueven con más destreza y energía.

Tal vez no muchos sepamos que esa incitación al baile se debe a que nuestro sistema nervioso semeja un piano con su escala musical que, a su vez, es como un diapasón. Las notas musicales que le llegan de afuera resuenan en ese teclado y naturalmente hacen cimbrar los nervios y los músculos. Cuando la gente está sentada solo oyendo la música, inconscientemente está moviendo los pies y las piernas o tamborileando sobre la mesa al compás de la música.

Y bien. Radio Clásica no invita a bailar ni a tamborilear con su música. Esta produce relax, quietud, paz, inspiración. Escuchar a los grandes clásicos hace al alma remontarse a las alturas siderales y fundirse con las energías cósmicas más sutiles y beneficiosas, curativas, fortificantes. Hace sentir la proximidad de Dios. Por eso está la terapia musical. (Radio El Mundo mantiene un programa de estos ya cerca de la media noche. Ayuda a ahuyentar el insomnio). Esto es otro aporte invaluable para la culturización de nuestro pueblo salvadoreño. Igual al que da la Radio UPA para beneficio de nuestros niños.

Por eso afirmo que Radio Clásica (y Radio El Mundo y Radio UPA) han hecho lo que nadie ha podido hacer por la elevación y evolución del alma de nuestro pueblo. Si la mitad siquiera de nuestra población se hiciera el hábito de escuchar a diario o con tanta frecuencia como fuera posible, la música de esta radio, demos por hecho que no tendríamos los graves problemas que mantienen enferma a nuestra sociedad. Podríamos convivir en concordia, en armonía, con entendimiento, sentido de solidaridad, lejos de los egoísmos y avaricias que corroen a muchos como una leucemia.

Agradezcamos, pues, a Doña Betty Suárez de Teague por el regalo que nos ha hecho desde hace tantos años de estas tres emisoras tan valiosas por su gran aporte a la cultura y el refinamiento del alma de nuestro pueblo, y llenar de armonías constructivas a nuestro terruño… y al mundo.

¡Gracias, Doña Betty! Dios le compense por su buena y grande obra.

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