Saúl Méndez
Colaborador
La Asociación PRO-VIDA, en coordinación con Solidaridad Internacional Andalucía y con el respaldo financiero de la Junta de Andalucía, impulsa la construcción de una escuela agroecológica en la comunidad Sumpul Chacones, en el distrito de San Francisco Morazán, Chalatenango Centro. El proyecto busca promover prácticas sostenibles de producción de alimentos y fortalecer la formación de mujeres en el ámbito agroecológico.
El proyecto se ejecuta en coordinación con asociaciones comunitarias de mujeres y tiene como eje central el fortalecimiento de sus habilidades y capacidades.
Además, en días recientes, una delegación de Solidaridad Internacional Andalucía (SIJ), junto a un representante de la Universidad de Sevilla, visitó los cimientos de la escuela con el propósito de dar seguimiento al trabajo desarrollado de manera conjunta.
Durante dos jornadas en octubre, se aprovechó la visita de la SIJ en Chalatenango para llevar a cabo diversas actividades como un taller de autocuidado con mujeres de ASMUPAZ, una reunión institucional, un encuentro con la Alcaldía de Chalatenango Centro y la visita a la construcción de la escuela agroecológica en la comunidad Sumpul Chacones.

“Agradecemos la valiosa contribución para mejorar las condiciones de vida de las comunidades más vulnerables en esta zona del país”, destacó PRO-VIDA.
Con la educación agroecológica, la asociación humanitaria PRO-Vida busca promover un modelo de producción de alimentos sostenible, que combina los saberes tradicionales con conocimientos técnicos para reducir el impacto ambiental, garantizar la seguridad alimentaria y fortalecer la economía local. Este enfoque prioriza la protección de los recursos naturales, la diversificación de cultivos y la autonomía de las comunidades rurales.
“Nuestro trabajo comenzó hace 41 años en comunidades históricas de Chalatenango”, recordó la asociación.

PRO-VIDA está próxima a celebrar su 41 aniversario de fundación en este mes de octubre. “Nacimos en 1984, cuando un grupo de personas, en el contexto del conflicto armado, observó la difícil situación de la población, especialmente de la niñez. Así se creó un refugio para protegerlos. Ese fue apenas el inicio de la Asociación Salvadoreña de Ayuda Humanitaria PRO-VIDA”, rememoró María Rudecinda Orellana, directora ejecutiva de la organización, en entrevista con Diario Co Latino.
En medio del conflicto armado de los años ochenta, PRO-VIDA continuó creciendo y adaptándose para brindar atención en salud a comunidades en situación de vulnerabilidad, manteniendo siempre como eje central la defensa de los derechos humanos.
La firma de los Acuerdos de Paz representó una esperanza para la población civil y las partes enfrentadas durante la guerra.
Ese momento histórico significó para PRO-VIDA un proceso de reflexión y transformación, ya que el nuevo contexto exigía responder a las necesidades de las comunidades repobladas, especialmente aquellas que regresaban de los campamentos de refugiados como Mesa Grande (Honduras), uno de los más numerosos durante el conflicto.
En esa etapa, la organización comenzó a formar promotores de salud comunitarios para atender a la población retornada y trabajó de la mano con otras instituciones que también apoyaban a estas comunidades.
Con las mujeres se impulsaron proyectos de emprendimiento, conscientes de la dificultad que representaba acceder a un empleo digno para generar ingresos familiares.
Se tomó en cuenta que muchos programas solían limitar a las mujeres a oficios tradicionalmente feminizados, como granjería, panadería o cosmetología. Por ello, PRO-VIDA apostó por capacitarlas en oficios no tradicionales, formando a mujeres fontaneras y electricistas, una experiencia que ha dado resultados positivos.
La organización también ejecutó proyectos de mejoramiento de escuelas públicas. Entre 2015 y 2022, por ejemplo, se trabajó en Chalatenango para rehabilitar baños escolares que no eran aptos para niñas y niños, además de cocinas utilizadas para preparar los alimentos, lo que representó un aporte importante en la calidad educativa y de vida de la niñez.
Actualmente, PRO-VIDA mantiene proyectos de impacto comunitario enfocados en el empoderamiento de las mujeres en distintos ámbitos.
Ejemplo de ello son los talleres orientados a mujeres de comunidades vulnerables, apenas en octubre, 25 mujeres de ASMUPAZ participaron en una jornada de autocuidado orientada al bienestar físico, emocional y mental.
Las actividades incluyeron dinámicas grupales, ejercicios de relajación, espacios de autoconocimiento e identificación de emociones, además de una charla impartida por SAIVCH sobre la atención en casos de violencia y las rutas de acción disponibles.
Estas iniciativas son posibles gracias al apoyo de Solidaridad Internacional Andalucía, con la financiación de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
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