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Poemas Testigos de Manuel Luna

I

La memoria se hace historia

en el instante de recordar

estos acontecimientos.

 

II

El Salvador

qué flor de nuestra tierra

que no haya brotado

violenta en nuestras manos.

 

Iluminación

Un poema salvadoreño

es del azul en azul al fuego quieto.

Atrévete a una madrugada

de su cielo.

 

Era sábado 1980

Se despidió esa mañana

ese último abrazo fue al padre

−ese otro abrazo–

fue un imposible abrazo a la madre.

 

VI

Niños, niñas, cipotes

dormidos

en la orilla del fuego y la guerra

con el susurro de la muerte

en su tímpano.

VII

Una queja con alas… una queja

(Alfredo Espino)

En ese paisaje volcán de Izalco

Juayua ciudad de la bruma

donde los pájaros brillantes de la noche

despiertos picotean sus propias alas

 

El país  

Había pasado esa guerra

y te quedaste siempre lejos

siempre viviendo extranjero

Fronteramente, lejos.

 

El Salvador 

Ha vivido de guerra este país

que ha forjado

un escapulario de acero

una cruz ceñida al maíz

unas voces inagotables de llanto

y en su geografía

nosotros sus testigos

 

2000

¿Cómo está el tiempo allá?

¿Cómo vive ese país?

¿Cómo está su gente?

¿Cómo fue que encontraste ese pasado

en los rostros que dejaste, y

en los rostros, que ya no estaban?

 

Abuelo

¡Abuelo!

¡Abuelo!

Llueve

afuera

es triste

las armas

no

descansan.

San Salvador, 1978.

 

Evocación

Este país

su recuerdo

desborda

por tanta

sangre.

 

Nota para un poema

El recuerdo de aquel país que abandoné

que dejé, eso era aquello que no quería mirar,

ni pensar, ni recordar.

 

1980

Lleva esa travesía que el destino dio a su vida inició todo mucho antes de aquella noche alistando maleta guardando unos libros, la ropa, también cargando el temor de lo que sucedía en las calles en el campo en la ciudad. El país sitiado de consignas anticomunistas que cometían barbaries y consignas de izquierda enarbolaban la guerra diciendo: “¡Porque el color de la sangre no se olvida la sangre La sangre de los compañeros masacrados será vengada! ¡Después estas sangres enemigas de redentores y opresores quedaron sepultadas juntas en su revuelta del odio! Escurría la muerte, el estruendo de las armas ejecutaba: mujeres, estudiantes, obreros, campesinos e inocentes ciudadanos. Allí dejaba familia, amigos capturados y asesinados en sus casas, amigos clandestinos que iban a enfrentar la guerra en veredas, quebradas y montaña. Fue así y allí el inicio de una guerra vivida, esa guerra que hoy por el momento han dejado de instigar.

Así marchó esa mañana dando escasos adioses quizá a nadie. Así dejaba la ciudad, el país al que pertenecía su vida.

 

Noviembre 1989 San Salvador

Los pájaros nunca memorizaron la historia del hombre.

El camino a casa se hizo largo, su distancia

constante toca nuestra espalda

La suma de hechos e imágenes son violentos

Se enladrillan entre calles de allá

En presencia nuestra

Vamos caminando entre derrumbes

Entre bombardeos de hoy

Veo cerrar una puerta y entrar la espalda de un hombre

Un petate, apenas una luz de candil

Un pan duro como la esperanza

Un reloj detenido a la hora del fuego

Como declararse a favor de la ternura

Cuando ya basta tanta muerte en nuestros pueblos

Y ustedes tantos asesinos

Porque los ojos porque su llanto

Rebasó el tiempo que pedía el discurso político

Es cobarde esperar aquí escribiendo

– yo lo sé – me lo han dicho.

Los pájaros no pueden intentar volar con el sueño del hombre

Porque los hombres robaron el sueño a los pájaros que exasperan

sus alas por llegar a ese monte extraviado.

1989, México, D.F.

 

El oficio

Uno escribe

y se da cuenta un día

de todas las posibilidades del odio

hasta de cómo abrirle al verso su gotita de sangre

(para que todo quede bien claro)

Y nombrar la palabra

con la que vivimos a diario.

Nombrar

El pulso último de la voz

de la víctima del disparo

que escuchamos no muy lejos de nosotros

Limpien su boca

del sabor ácido de la pólvora

porque hoy:

rompieron violentamente una puerta

en Copapayo en  Quipurito en Las Vueltas

y sacaron sin vida, lo que de un muchacho quedaba

Uno escribe

invocando rostros

palabras como golpes de ese país

y nos damos cuenta un día

de esa guerra, de los muertos

que fatigosamente recogen bandos enemigos

Uno escribe

para enterarse un día

que no estaremos cuando llamen a la puerta

 1989, San Salvador

 

Ciudadanos XX

(A: aquellos hombres y mujeres

desaparecidos y asesinados)

Reconozco sus rostros desfigurados

sus pies descalzos

las desgarraduras de sus cuerpos

Ese alambre incrustado en las manos

y ese corte violento que tienen sus piernas

Reconozco ese lugar donde los tiraron

sus cuerpos no tienen nombres

Yo memoricé identidades y lugar

Es una hondonada en las faldas del volcán

La tierra es de tefra y rocas calcinadas

y sus nombres son muchos nombres

La ciudad donde vivieron es aquélla que tú y yo                                                                                               [extraviamos

por la herrumbre de la guerra

y las circunstancias de ese tiempo fatídico.

 

Los Poetas

Los poetas, mueren en la vigía de la noche

descalzos encuentran lunas oriundas

Se mojan severamente en tormentas de invierno

de ciudades vertiginosas y pueblos sin nombre

Odian, graznan, escupen su camisa, sus poemas

Leen sus escritos como pequeños duendecillos

Se mofan, increpan a los santos

Tienen miedo al olvido de Dios

Porque nunca lo han escuchado hablar

A unos les abren su cuerpo en hospitales

de pueblos donde no nacieron

A otros en la guerra de sus pueblos

Son también condenados a su cárcel

Los he visto ebrios de humanidad exclamando versos

o ebrios solamente colgados en brazos de otros hombres

que duermen su vida a la orilla de los rieles

Los poetas

A este le perforaron su cabeza con fuego

sus amigos

A este otro la hicieron rodar decapitada

sus enemigos

Los poetas:

Nunca son sorprendidos en la muerte, aunque les extrañe

porque ya antes, mucho antes, escucharon caer su cuerpo

El día último de su vida

 

 

Bodegón viviente de mi país

 

 (A las mujeres salvadoreñas fallecidas en la lucha política y a las que sobreviven en ese país)

Mujeres, sin jugueterías de casi infancia, abandonadas colocadas colgantes en sillas paredes en rincones olvidados de casa viva, Mujeres caídas, Mujeres de manos ancianas, Mujeres de manos carboneras, Mujeres artesanas, Mujeres campesinas en ciudad adentro, Mujeres indígenas, Mujeres rostros de niñas-adultas como que hablan, como que tuvieron vida y resucitan en instantes, esperan, miran, sienten, caen, las tiran, las rasguñan si las ofenden, Mujeres coloreadas pintarrajeadas vivientes en cuadros verdemuzgo, Mujeres de horas de trabajo Mujeres de las maquilas y de talleres de mano, Mujeres obreras de agua-raz fuertes si de “agua fuerte “ Mujeres de la Plaza de Aguilares, Marías campesinas de Juayua, Mariyitas de Joyas de Cerén, Mujeres de la Cayetana de las Vueltas, Mujeres pobres sin merecer esa pobreza, Mujeres de la mendicidad de La Plaza Libertad, del Parque Barrios de la miseria de mi pueblo convertido en ciudad, Mujeres de Laguna Caldera, Mujeres ancianas recuperando su tiempo su memoria, Faldas pintadas de añil anaranjadísimo, María Serrano, María Chichilco, María Marianela, Marías de Suchitoto, Marías de Izalco, Mujeres del Chinchontepec, Mujeres que faldean veredas del Chaparrastique y de Jucuarán y de Panchimalco del Ojo de agua, Mujeres del Sumpul y de cerquitita del Mozote y del Mozote que se recuerdan como días lágrimas prolongadas que nunca se olvidan, Mujeres revoltosas por sufridas, complicadas por ofendidas, Rostros fijos, rostros pintados inocentemente, Rostros maquillados por esa demencia urbana en abandono y ofensa, Mujeres de un juego olvidado, Mujeres de este siglo reclamante, Mujeres recobradas, despiertas de si, Ellas son manos pies memoria pensamiento y corazón sintiendo, Mujeres de recobrado olvido, Mujeres de pronta infancia que se refugian solitarias, escuchando, observando, pensando vigilantes y alertas. Mujeres

 

El yab tun tun

(In memorian al poeta Uriel valencia)

Ayer estuvo aquí, el poeta del Yab tun tun

después que pasó la noche.

Llegó hablando de amor, con su rumor de amor

Sentándose y no tenía su bordón tatuado

de Cakchikel, ni de hormigo.

Su memoria anotando escribiendo

al reverso de estos días

Leyó quitándose de sus páginas

Las silabas extrañas que habían dejado

aquellos labios en su boca.

Fumaba su cigarro en la pipa negra de Olinalá

Que le otorgó el tlamatke cuando escribió

El fuego de los desterrados

lo que casi le hizo quedar

puro huesito en la tierra

de las historias prohibidas

donde piedra y siglo y Chema Cuellar

y Francisco el poeta

son grietas de la historia

Ayer estuvo aquí, el poeta del ruido en el aire

a la hora del temprano vuelo de la noche.

y supe por él

que allá en El Salvador

florecen temblando las flores de piedra

de Yab naquilinac: Ruido de un fuego grande

Pequeña oración a la carta

Las cartas desde México escritas en Guatemala

esas cartas que llegaron y no llegando leías en

Costa Rica, Nicaragua en Los Angeles.

Aquellas que se escriben en San Salvador

por un amor nocturno brinca vereda

o un amor de almendra a salto de mata cuando era enero.

Las cartas que solamente escribes en la memoria

que nunca llegaron puño y letra y sin remite.

Las otras que leías buscando un cigarro

O un trago fuerte de recuerdo

O un trago verdadero

Y las cartas de este abril

Que no llegan ni escribes.

Cd.LA.CA abril

 

De venados y colibríes

(A: Eduardo Sancho y David E. Galindo)

El venado continúa herido

Abierto de sangre en su galope

El colibrí siguió esas huellas sangrantes

Por las rutas de aquellos pueblos

Donde es imposible resucitar a las víctimas

Unánime sucedió la guerra y sus muertos

Los instigadores de esa guerra aposentados al poder

Siempre ajustan individuos para sus propósitos

El venado continúa herido, este pueblo lo sabe

Este pueblo que no desea señalar más rastros de sangre.

 

Tratado de paz 

Después de pasada una guerra

Se intenta limpiar la sangre

Se esconden y huyen los verdugos

Se revenden las armas que fueron compradas

Se hace el recuento de tanta crueldad

Se buscan cadáveres que no se encuentran

Se borran las huellas de los asesinos

Llegan prótesis para muñones de brazos y piernas

Se habla de desaparecidos, de 80 mil muertos y más y más otros

Los vencidos y los que no vencieron cuentan sus hazañas

Se inauguran museos del holocausto

Y se van los periodistas con sus cámaras a otras guerras.

Después de pasada esa guerra

Se quedaron más niños viviendo en las calles

Alguien recuerda haber sobrevivido a las hordas

Otros recuerdan que ese era un puente

Y construyen otro puente

Con el tiempo

Alguien cuenta a otras generaciones lo que aterraba

Otros quieren reemplazar la memoria de la historia

Pero muchos han vivido esos acontecimientos

Y será imposible la desmemoria de esa historia.

Un calendario para el salvador 

Hay un calendario en esta habitación

un calendario tildando fechas y días

Ahí éramos sus testigos

fechas, días, lugares, San Salvador El Salvador

De ese tiempo no pregunten caducidad

−no la tiene−

Incineraron cuerpos

ocultaron ropas ensangrentadas

se humilló se ultrajó se asesinó

Son las fechas de este país

Estuvimos presentes, tú lo sabes

O quizá tú saliste primero

O te quedaste o fuiste a la guerra, sobreviviste o no

O eres desaparecida o desaparecido

O te libraste ese día por el milagro de ese milagro

Fue en ese tiempo

Tú lo conoces sobrevivimos

Ese tiempo es reciente

Apenas comienza a recorrer este siglo.

Y no he tirado ese calendario de esos días.

 

El Salvador 1979

De pronto, recordé el país

Con mis ideas acerca de la pobreza

Esas que escondí por culpa de la policía

De repente dicen

−deténgase− arrebatan libros,

Intimidan, capturan

De repente recuerdo

Salir huyendo de la universidad

Junto a mis compañeros

Disparos, gases lacrimógenos, hay policías

Esta el ejército, capturan estudiantes

Hay heridos, desaparecidos, hay muertos

De repente recuerdo

Las rondas de los escuadrones de la muerte

En las noticias siempre un conocido asesinado

Amigos de infancia, compañeros de estudio

Y otros que dejan amarrados sin vida.

De pronto es 1990

Ya no estamos en ese país

Y continuaron interrogando

e, intimidando

¿Interrogan

Quién eres

Cómo te llamas

De qué país eres

Y: ¿Dónde queda ese país.

Ciudadelas

A nuestra puerta

Ciudadelas que no están ocultas a nosotros

Cuarteadas por el río abajo río arriba de esa ciudad

Un río de acelgas y acelhuates

– Ahí – juguetes, muñecas rotas abandonadas con olvido

zapatos, hilachas de ropa, arrastrados por ese río en su torrente

Casas de hojalata, techos de láminas y encima llantas

Cementerio cerca de las gentes de sus paredes y puertas

Ahí la niñez perpetua de ese instante que sucede

Y el nacimiento de los hijos apenas nacidos

Ciudadelas vivientes a la orilla de los rieles y quebradas

Deshechos de maquilas en sus aguas

Más y más basura en su torrente

Mujeres que lavan y lavan

Hasta olvidar que su vida existe

Ahí va su tiempo hasta hoy no su reposo

Fue ese tiempo de la fruta madura al mercado

Fue de buscar a hijas e hijos desaparecidos

Fue ese tiempo fue en la guerra

Ciudadela fundada en esos años y antes de ese tiempo

Gentes desplazadas, desplazadas de todo y de siempre

Ciudadela no te asoló ni la ronda de los escuadrones

Ni el dengue hemorrágico y mortífero

Y juegan niños y niñas cipotes magros

Espantando de sus ojos enjambres de moscos

A la hora de la escuela si la hubo

Y la piscucha elevada a manos y sueños pensados y prestados

Y a la hora del fríjol quebrado y comido

Y la tortilla cocida en el comal de lata

Un café de maíz en un pichel de hojalata

Gentes cargando la calamidad de vivir

En nuestra puerta

Ciudadelas ferroviarias y de quebradas

Arrumbadas por los desechos de una urbe arrogante y moderna

Arrumbadas por esa traición que el país, hace a los pobres.

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.