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Padre Segundo Azcue S.J

Marlon Chicas – El Tecleño Memorioso

Recientemente, se celebró con mucha alegría la fiesta a Nuestra Señora del Carmen en la Ciudad de Las Colinas. Como ya se ha señalado antes, Santa Tecla se caracteriza por su fervor a la Reina del Cielo, ya que algunas iglesias en el municipio llevan títulos en su honor.

La presente crónica está dedicada al sacerdote jesuita Segundo Azcue (+), quién a lo largo de su vida pastoral realizó una importante labor en el municipio; fue uno de los precursores de dicha celebración religiosa en Santa Tecla, entre estas el turno de la Iglesia del Carmen.

El padre Segundo Azcue nació en España un 28 de diciembre de 1904, años más tarde es enviado a El Salvador, específicamente a Santa Tecla, donde realizó su labor pastoral hasta el día de su muerte un 21 de febrero de 1985.

El padre Azcue fue testigo de honor junto al Gran Chema y otras personalidades de la devolución de El Cafetalón a Santa Tecla, por parte de la Hípica Salvadoreña, en tiempos del exalcalde Francisco Rosell Menéndez (+).

Segundo Azcue se caracterizó por su temperamento firme ante lo injusto e incorrecto, por lo que se le calificó de mal carácter, sin embargo, tras esa apariencia seria, se escondió una persona bondadosa y dispuesta ayudar a quién lo necesitará. A él le debo siendo un niño el haber servido de monaguillo hasta mi adolescencia en dicho templo, así como los múltiples consejos para la vida que de él recibí.

El padre Azcue tenía costumbre de visitar a los niños de la catequesis de forma sorpresiva, con el fin de examinarlos previamente, dicha preparación estuvo a cargo de doña Julia Alas (+), por lo que el niño que contestaba correctamente recibía un dulce, el que no una vejiga como premio de consuelo.

Siempre tuvo la buena intención de llevar a jugar a los niños de la doctrina a la cancha de la finca El Quequeisque, de don Walter Soundy (+), lo que no se concretó en dos ocasiones, debido a incumplimiento con el transporte para tal efecto, lo que aún se agradece por tal esfuerzo.

El día del turno a la Virgen del Carmen solía recorrer los puestos de venta para compartir con los feligreses unos minutos, era su costumbre recibir personalmente a las peregrinaciones de los cantones del sur y norte de la ciudad, para asignarles el santo escapulario a todos los devotos.

Aún se le recuerda bajo una fuerte tormenta allá por 1974, acompañando la procesión de la Virgen del Carmen, por las calles de la localidad, mostrando su vocación y amor a Nuestra Madre del Cielo, lo que le ocasionó más de algún quebranto de salud.

Un pequeño homenaje a su memoria y legado pastoral ¡Descanse en paz, padre Azcue!

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