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Oscar Miranda, Comandante “Miguel Mendoza”, un buen hombre, buen jefe y un buen compañero

Marcelino

Cuando te separa un océano de por medio, find pills noticias como el fallecimiento de alguien a quien quieres y respetas es especialmente dura.

Ahora que aquí en Europa amanece, mis antiguos compañeros y compañeras de guerrilla estarán velando a “mi” comandante “Miguel” y daría… no se qué daría por estar junto a ellos y ellas. Imagino ojos llorosos por una mezcla de tristeza y también de sonrisas. Era simpático y bonachón y habrá cien mil anécdotas que recordar que motivarán sonrisas, si no carcajadas recordándolo. Sin haber pasado por la Escuela Militar era valiente y buen estratega y pocas veces te sentías perdido cuando estabas junto a él. Mantenía el tipo en momentos críticos y era capaz de tomar medidas rápidas y correctas sin priorizar cuidar sus espaldas, si no atacar si era posible y si no proteger al grupo. Indulgente sin ser permisivo con alguna que otra indisciplina de esas que estaban muy ligadas a nuestra cultura y que para otros jefes era argumento para rasgarse las vestiduras, cuando no lo era para que tomaran otras medidas. Eso sí, cuando había que tomar medidas disciplinarias no se andaba con bobadas, y en una de mis salidas de tono me mando a la chingada con una patrulla “a ver si se deja usted de pendejadas compañero” a una zona nada pacífica por ciento. Generoso y solidario. Si el tenía azúcar los que le rodeábamos endulzábamos el café. No hacía ostentación de poder ni de privilegios por ser comandante. Con el creías que lo del hombre nuevo y la mujer nueva podría de verdad ser realidad. Respetuoso con las compañeras, no recuerdo oírle hacer comentarios machistas sobre compañeras (práctica algo habitual, por cierto).

Desbordaba humanidad. No es fácil mantener la humanidad en época de guerra. A la sombra de la necesidad de cumplir objetivos estratégicos, había quienes se olvidaban de que la guerra las hacíamos hombres y mujeres con nuestras peculiaridades, miedos, esperanzas, fortalezas y debilidades, y Miguel Mendoza tenía habilidad para lidiar con ello. Recuerdo como le cuidamos en un momento en el que enfermo. No fue fácil, pero hubiéramos dado la vida por que llegara a buen puerto, y llegó y regresó cuando se curó, no se quedó en ninguna casa de protocolo viviendo a papo de rey. Por todo ello quienes fuimos sus subordinados, sus compañeros y sus amigos, nos sentimos honrados de haberlo tenido como compañeros de lucha, lo respetamos, lo queremos y lloramos su pérdida junto con sus familiares a quienes envío, junto con mi familia, mi más caluroso y solidario abrazo.

Descanse en paz compañero Miguel Mendoza.

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