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Militarismo salvadoreño

Luis Arnoldo Colato Hernánadez

El ejército nace con la propia República en un contexto de independencia que no fuera particularmente cruento pues el proceso, la historia así lo recoge, fue virtualmente pacífico, con apenas enfrentamientos por lo que aquel germen de milicia no tubo entonces ningún bautismo de fuego que fuera heroico, todo lo contrario.

Sin embargo, hay que acotar que sí vio acción en los continuos enfrentamientos que casi de inmediato hubo contra nuestros vecinos, no motivados estos por razones laudas, sino por otras más egoístas y de clase.

Destacan así los enfrentamientos con Guatemala en los que las élites de ambas naciones y por cuestiones nimias llevan a los ejércitos de ambos países a continuos enfrentamientos, ninguno sostenible o definitorio, pero del que regularmente llevamos la peor parte, favoreciendo siempre a tales grupos de poder mientras que la población agudizo su condición de pobreza y dependencia en razón de los recursos que eran “quemados” en aquellos conflictos y que no se dirigieron al desarrollo.

Ello genero un creciente ambiente de inseguridad interna, provocado por el estado y por la desigualdad profundizadas, lo que derivara en continuas sublevaciones, por lo que apenas 3 años luego de la independencia ya existen múltiples reportes de ellas[Historia de El Salvador tomo I e Historia de Centro América tomo I], entre las que destaca la memorable insurrección de Anastasio Aquino y los Nonoalcos en 1833, 12 años después de firmada la Independencia y que sobresale por que amenazara en algún momento tomar la capital, lo que no ocurriera porque simplemente carecía como caudillo de un sentido de la estrategia, minando así su visión y permitiendo a las fuerzas reaccionarias someterlo.

Nace entonces otro enfoque para la milicia salvadoreña, el del control interno, lo que también la historia relata con lujo de detalle, volcándose a suprimir con episodios de barbarie todo reclamo que surge desde el soberano, lo que provoca regulares alzamientos civiles que en el rango de 25 a 40 años asolan a nuestro territorio y como respuesta a la represión que desde el estado salvadoreño se deriva a las fuerzas militares.

Por ejemplo, apenas 30 años atrás se dio por concluida la última confrontación en nuestro país, que no viera resueltas las causales de ésta, la exclusión y desigualdades estructurales que concentran la riqueza en el 1% de la población[BM] mientras la deuda que genera, es pagada por el resto; tal aberración es sostenida por las fuerzas armadas quienes como vimos en febrero 9, siguen en la disposición de amenazar la legalidad, manipulando arbitrariamente el sentido de ella para justificarse, procurando así perpetuar la desigualdad y la inequidad.

Entonces como en sus inicios las F.A. amenazan la institucionalidad, asumiendo el rol de brazo ejecutor del neo caudillo, el actual ejecutivo, que en escenarios como el de la frontera norte montan dispositivos intimidatorios contra la población por razones ideológicas, aparentando brindar una seguridad que el territorio en cuestión no necesita.

Ello impone entonces una revisión histórica de su legitimidad, como de lo necesario de su existencia.

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