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Mejor hábitat, mejor vida

Víctor Corcoba Herrero*

El  ser humano, salve como especie pensante, nurse no sólo está llamado a mimar y a cultivar su propio entorno,  también a protegerlo, de manera que cuanto más mejoremos nuestro propio jardín, de igual modo nuestra ecología humana se optimizará. Es evidente, que a mayor aceptación y servicio a nuestro medio natural, para que las diversas especies puedan subsistir, acrecentaremos nuestra existencia. Por desgracia, de un tiempo a esta parte, todo parece estar en crisis. Estamos perdiendo actitudes tan básicas como  quererse a uno mismo, como dejarse asombrar o saber escucharnos, hasta el punto que la persona humana ha dejado de valorarse, y el peligro es gravísimo porque el problema es más hondo de lo que pensamos, a mi juicio es una cuestión antropológica y moral. No se puede caminar contra nuestra específica naturaleza, que es tanto mi yo, como lo que me rodea. Por mucho que hablemos de dignidades, lo cierto es que la persona humana ya no se siente como un valor esencial. Hoy se llora más por la pérdida de un móvil que por ver a un pobre sin techo. Este endiosamiento del ser humano nos ha vuelto como verdaderos demonios, hacia todo aquello que no nos interesa, destruyéndolo o dejándolo que se muera por sí mismo, ante nuestra indiferencia y en la más absurda soledad.

Naturalmente, necesitamos otro talante, o quizás otros talentos, o lo que es más de lo mismo, la implicación universal de todos para hacer más habitable humanamente el planeta. Sabemos que no es fácil cambiar modos y maneras de vivir. Pero hemos de tomar conciencia de que es preciso que esta transformación se produzca, y las diversas instituciones internacionales han de contribuir a que se aminore la pérdida de biodiversidad, ante el galopante deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación social que soporta todo el orbe. En este sentido, pensamos que gracias a la decisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas de establecer el Día Mundial de las Ciudades (31 de octubre), ahora tenemos una onomástica, cuando menos una vez al año, para recordar y celebrar una de las creaciones más formidables, y a la vez complejas de la humanidad. Esta conmemoración es uno de los legados de la Expo 2010 de Shanghai, cita en que la comunidad internacional estudió conceptos y mejores prácticas urbanas, lo que pone de relieve que el futuro de la humanidad es, en gran medida, un futuro de urbe o gran metrópoli.  Por otra parte, el año próximo la comunidad internacional ha de reunirse para celebrar la tercera conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible, que nos hará bien, sobre todo para reflexionar sobre nuestro destino, al que hemos de hacer más habitable con una nueva agenda urbana transformadora.

Lo mismo sucede con la vida en los pueblos, el ambiente humano y el ambiente natural se degeneran adyacentes. Al abusar o hacer mal uso de los recursos naturales que se obtienen del medio rural, lo que hacemos es ponerlo en peligro hasta agotarlos. En casi todas las poblaciones, el aire y el agua están contaminándose, los bosques están desapareciendo, debido a los incendios y a la explotación descomunal y los animales van desapareciendo por el exceso de la caza y de la pesca. Sin duda, deberíamos escuchar más a las gentes del campo, tanto por su saber innato como por sus tradiciones, constituyen una fuente de inspiración para todo aquel que trabaje en favor de la transformación sostenible del medio rural. En cualquier caso, considero que sin un medio ambiente sano no es posible un desarrollo viable.

.*Escritor

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