Caralvá
Intimissimun
Mediodía en Plaza Mundo
Nely no llegó a la cita con su novio en Soyapango, mientras el sol de mediodía embiste con furia el horizonte. Era un sábado luminoso.
Lucio su novio esperaba pacientemente en el restaurante argentino, sin percatarse que ella le llamó con anticipación, pero su teléfono estaba apagado, al encenderlo surgió en la memoria del móvil un registro con la llamada de Nely, era una grabación anunciando que realizaría una gestión previa en Plaza Mundo, entonces Lucio llamó con insistencia, pero el tono del celular lo enviaba a buzón de voz y ahí terminaba todo.
Parecía un sábado rutinario en la Ciudad de San Salvador, donde las carreteras a mediodía colapsan por el calor de 38 grados centígrados, nada fuera de lo normal en un país tropical que aún no sabe que el cambio climático es una norma universal, pero usualmente el tráfico es una verdadera prisión de asfalto cerrando cualquier posibilidad fuera de las autopistas principales, los autos tienen una movilidad que arrastra súplicas de aire fresco, pero eso no sucede en esta ciudad.
Lucio mientras tanto se distraía leyendo los periódicos del día, con toda la amalgama de colores dispersos entre columnas y fotografías simples, con notas sociales que tratan de ilustrarnos, pero usualmente están muy lejos de ayudarnos en un cambio vital, “el periodismo es peligroso en su oficio, reproducen fragmentos de la vida y los fragmentos desafortunadamente no son la unidad” …meditó con cierta amargura.
Lucio siguió con sus pensamientos y recordó a Otto Gayoso de México, un escritor olvidado en el tiempo, él escribía notas policiales que su padre leía asiduamente.
Lucio recordaba a Gayoso en sus momentos de ocio porque sus escritos eran un tejido de asociaciones urbanas, sus investigaciones comenzaban en las madrugadas y solo en las madrugadas día tras día, extraño hábito nocturnal, que aprovechaba 3 o 4 horas diarias del absoluto silencio, era una costumbre “piadosa” escribió en su momento, no por algún rito siniestro sino porque adoraba el silencio y sus novelas se alejaban del ruido citadino, especialmente el tecleo del Internet, las pantallas de televisión de los centros comerciales, los mensajes de los teléfonos celulares, los ruidos de la casa por la mañana especialmente de los vecinos y sus niños, además toda clase de ruidos emergentes desde los vehículos maniobrando a unos cuantos metros de la puerta principal, los peloteos de los niños a media calle, las discusiones de los adolescentes de la cuadra con sus autos de escapes abiertos o bazucas deportivas, esos autos al atravesar la calle con sus bazucas provocan vibraciones y encienden todas las alarmas de los otros coches estacionados, de tal manera que aquello es un concierto asqueroso que bien podemos llamar: Motolarma, porque es una combinación de auto prevención, una ruidosa respuesta que se interpreta como intento de robo; no en pocas ocasiones se unen los perros con aullidos lastimeros que forman una sinfonía urbana estridente. Por ello Otto Gayoso los clasifica como ruidos perversos sociales, “es un cáncer sonoro” no te sueltan donde te encuentres. Otto al menos nos auxilia al proponer el reino del silencio de medianoche, por cierto, es un reino olvidado del medioevo, un sitio de reposo de los antiguos monasterios que eran espacios para el estudio de intrincados textos griegos, latinos, hebreos y otros bajo el ritmo de los escribas que además de transcribir y traducir, pintaban sus detalles; no era accidente que se impusiera el “voto de silencio” a los monjes, lo cual era una norma estricta, ese silencio ya no existe -concluyó-.
Lucio continuó su reflexión sobre Gayoso quién afirma que en el silencio existen seres quietos, tranquilos, pacíficos, sin sonido alguno, pero ellos se retiran al menor sonido, los silencios son espacios de encuentro; un día ese autor anotó en su novela: Historia del silencio estridente: “el silencio es el mejor reino del hombre, no el paraíso musical”, al menos este autor del siglo pasado no conoció MTV, TELEHIT y todas las series decadente del Rock… se adelantó a su tiempo.
Nely pesa por su ausencia
Nely no llegaba, su retardo comienza a molestar, pero luego se transforma en cierta preocupación constante: ¿el auto se averió? ¿un accidente? ¿el teléfono se le extravió? ¿está enferma?… ya aparecerá, -se consoló Lucio- las mujeres son especiales con su tiempo, en ocasiones un “minuto” para una mujer, no es “un minuto” para un hombre, de tal forma que pronosticar esos “60 segundos tiempo femenino y tiempo masculino” da para un tomo completo de literatura y poesía. Pronosticar el tiempo de una mujer en su intimidad desde la visión de un hombre, es un laberinto de posibilidades, pero se resume en pocas palabras: “no se entiende qué quieren”. amazon.com/author/csarcaralv Continuará

Diario Co Latino 134 años comprometido con usted
Debe estar conectado para enviar un comentario.