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Las plazas fantasmas

José M. Tojeira

La semana pasada se habló muchos de las plazas fantasma. Al final no todas eran fantasmagóricas. Había gente que sí trabajaba y gente que se supone que no. Pero generalizar nos encanta y atacar a una Asamblea Legislativa de bajo nivel moral e intelectual siempre es un placer. Veremos cómo se porta la próxima y lo que habrá que decirle, porque dada la poca preparación de muchos de ellos puede ser también que veamos cosas que llamen la atención en el futuro. Pero más allá del tema de las plazas fantasma hay otros aspectos en el reparto de asesores que nos dejan ver la corrupción en la política. Y ese es el tema más interesante.

Según datos oficiales de la Asamblea, resulta que los partidos que menos iniciativa legislativa son los que tienen más asesores. Efectivamente, el partido GANA que desde hace tiempo se ha limitado a ser un partido bisagra para hacer oscilar la voluntad legislativa hacia las propuestas y voluntad del partido gobernante, es el que tiene una mayor proporción de asesores y empleados. Si se repartieran los empleados de GANA proporcionalmente entre sus diputados, les tocarían 26 asesores a cada uno. Mínimo trabajo legislativo y máximo de lo que confiadamente y con una buena dosis de optimismo podríamos llamar capital intelectual. Algo parecido pasa en el PCN, aunque en menor cantidad. Y semejante también, aunque con alguna variante, en la Democracia Cristiana. En cambio, los partidos que han tenido mayor rendimiento legislativo, el FMLN y ARENA, son los que tienen menos asesores, empleados, clientes o como les queramos llamar. El contraste es llamativo, y por eso podríamos  preguntarnos: ¿Cuál será la explicación?

La explicación más evidente de este derroche de inversión en asesores que no producen ni calidad ni cantidad legislativa es lo que llamaríamos “corrupción democrática”. Los partidos en el poder han necesitado siempre aliados para conseguir suficientes votos para sus propuestas. Y a parte de maletines negros, cuotas en los cargos del Estado nombrados por la Asamblea y puestos de dirección en la misma, el dar trabajo a supuestos asesores ha sido también una manera de controlar voluntades. Aunque más que asesores son clientelas dedicadas a alabar y trabajar para el partido. La corrupción y nuestra democracia llevan demasiado tiempo hermanadas. Incluso podríamos decir que hay una relación directa entre mayor clientelismo y aumento de la corrupción. No puede explicarse de otra manera ese contraste entre el número de asesores legislativos y la pobreza intelectual de los diputados, así como el poco rendimiento legislativo. En algún momento de nuestra historia a esa utilización de los partidos bisagra se le ha llamado aritmética legislativa. Pero ya se sabe, la corrupción siempre trata de disfrazarse de palabras bonitas.

El próximo escenario legislativo ofrece una perspectiva interesante. Habrá que ver si para mantener el voto que le falta al partido de Gobierno para cumplimentar los dos tercios de los votos, necesarios para aprobar algunas leyes, le mantienen a su aliado y anterior vehículo electoral el mismo número de asesores. Y por supuesto, habrá que ver cuántos asesores y de qué calidad se recetan a sí mismos los electos del partido gobernante. Todo cambio en política tiene siempre dos opciones: cambiar la realidad o adaptarse a la costumbre corrupta. En El Salvador hemos visto una tendencia permanente a la adaptación más que al cambio real. Y en esa tendencia no han importado las diferencias políticas ni las consabidas calificaciones de derecha o izquierda. Si el actual Gobierno se decidiera por los cambios lo sabríamos muy pronto al ver de quién se rodea, con quién se aconseja y la fundamentación técnica de sus decisiones. Si se decide por la adaptación, sufriremos esa decisión con mucho más dolor que las adaptaciones anteriores. Porque ni la Democracia Cristiana, hace ya tiempo, o ARENA y el FMLN más recientemente, tuvieron tanto poder como el partido en el gobierno cuando decidieron adaptarse a la injusticia y la corrupción, por supuesto siempre con sus diferentes matices. Y el mayor control del poder crea un tipo de corrupción que termina haciendo demasiado daño a todos, y especialmente a los más pobres y vulnerables, que son mayoría en el país. Los asesores fantasmas serán  uno de los primeros síntomas de en qué dirección se perfila nuestra historia en los próximos años.

   

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