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Laborem Exercens

José Roberto Osorio
Sociólogo

Justamente el 14 de septiembre  del corriente se han cumplido 38 años desde que se publicara la encíclica Laborem Exercens -Sobre el Trabajo Humano- promulgada por Juan Pablo II.   

Según los entendidos, la encíclica es el documento más importante que escribe un pontífice y son cartas solemnes sobre asuntos de la Iglesia o determinados puntos de la doctrina católica dirigidas a los obispos y fieles de todo el mundo, aunque originariamente fue una carta circular enviada a todas las iglesias de una zona en la antigua iglesia cristiana. La Iglesia católica en general solo utiliza este término para las encíclicas papales, pero la Iglesia ortodoxa oriental y de la comunión anglicana mantiene el uso antiguo.

Afortunadamente el documento está dirigido también “A TODOS LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD”, e invitaba a mantener un diálogo sincero, porque entiende que los asuntos que trata conciernen a toda la humanidad y no solo a una parte. Se puede entonces con independencia de pertenecer a  esta denominación religiosa, comentar este documento vaticano, en particular si nos inscribimos en esa amplia categoría.

Eran otros tiempos, y es  posible notar que las encíclicas abordaban temas de gran importancia que tuvieron efectos e incidencias en determinados grupos humanos, en particular por el tema, en los trabajadores, sus organizaciones, sus acciones y actividades. En el documento el pontífice, señala: “con su trabajo el hombre ha de procurarse el pan cotidiano, contribuir al continuo progreso de las ciencias y la técnica, y sobre todo a la incesante elevación cultural y moral de la sociedad en la que vive en comunidad con sus hermanos”.

Laborem Exercens contiene una visión histórica y global de la civilización occidental, que se ha preocupado sobre todo de desarrollar el lado objetivo del trabajo para someter a la naturaleza y liberar al hombre de condiciones de vida de gran pobreza y miseria. Señala que el hombre, de modo extraordinario ha logrado acrecentar el control sobre la naturaleza. Afirma el documento que, sin embargo, el lado subjetivo del trabajo ha sido casi totalmente descuidado.

Subraya algunos temas como: el creciente uso de la tecnología, en especial la tecnología de la información: Juan Pablo II predijo que implicaría cambios comparables a la Revolución Industrial del siglo anterior. Problemáticas ambientales: el papa destacó que algunos recursos, en particular el petróleo, comenzaban a escasear. Además, la necesidad de preservar el medioambiente se estaba volviendo notoria. La exigencia de mayor participación en la economía global por parte de los países en vías de desarrollo: Juan Pablo se mostró favorable a esta tendencia, pero mencionó su temor ante el hecho de que la amplia distribución del empleo podría llevar al paro a trabajadores capacitados.

L.E, propone que en esa época, “(…) nos hallamos más seguros que en el pasado frente a las amenazas que provienen de la naturaleza (carestía, sequía, inundación, etc.), pero mil veces más inseguros ante las amenazas que nos vienen de los demás hombres o que surgen de nuestra propia intimidad personal (crisis económica, guerras, alienación, neurosis de las grandes concentraciones urbanas…). De hecho, no nos hemos parado a pensar y proyectar nuestro trabajo de suerte que nos haga plenamente humanos”.

La encíclica trata acerca de la concepción del hombre y del trabajo. El contexto es un análisis de la época moderna en que se han desarrollado con enorme profusión experiencias de carácter económico, social, histórico, teológico, antropológico, etc. No obstante, plantea que generalmente acerca del trabajo humano, se ha ignorado su concepto exacto.

En vez de sugerir un modelo ideal, Juan Pablo II intenta contribuir a la comprensión de lo que ha pasado y sigue aconteciendo en la historia, de qué modo puede el hombre transformarse con su trabajo, hacerse más hombre. Además Laborem Exercens muestra cómo los socialismos tratan a los seres humanos como instrumentos de producción y no como personas-sujetos de trabajo. Por otra parte, en los liberalismos se les trata como mercancía sujeta al mercado de la oferta y la demanda. Señala que con la proletarización de los intelectuales y su desempleo, se incrementa el problema social. Cabe recordar que  el Concilio Vaticano II estableció que el trabajo es necesario para el progreso terreno y para el “desarrollo del Reino”.

En la actualidad, con los cambios habidos por supuesto, el trabajo humano sigue siendo clave, y es crucial en el marco de  toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre. Esta es la actualidad que ofrece Laborem Exercens: recordarnos a todos, la importancia del cuidado y desempeño del trabajo bien hecho, no solo para nuestros colaboradores, sino también para el empresario.

Por otra parte, la encíclica propone: “los empresarios directos e indirectos deben de actuar en contra del desempleo creando fondos de desempleo, sistemas de planeación global a nivel económico y cultural, no centralizados por las autoridades públicas sino en coordinación nacional admitiendo la iniciativa individual. Colaboración internacional para aminorar el desequilibrio en los niveles de vida”.

A pesar de los años transcurridos se sigue en estos días buscando las condiciones para crear salarios suficientes para el sostenimiento de una familia. Subsidio a las madres que tienen a su cargo una familia. Valorar teórica y prácticamente el papel de la madre en la sociedad. Crear oportunidades equitativas para las mujeres. Defender el derecho de las personas de a abandonar sus países de origen, para ir a otro en busca de mejores condiciones.

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