Por David Alfaro
01/12/2025
Ocurre en un contexto marcado por presiones externas, chantajes migratorios y miedo económico. Cuando una potencia como Estados Unidos revoca el TPS alegando que Honduras tiene un gobierno de izquierda, cuando Trump interviene de facto en la política interna, orientando por quién votar, y llega incluso a anunciar la posibilidad de liberar a Juan Orlando Hernández, no estamos ante un proceso democrático limpio, sino ante un condicionamiento imperialista.
Estados Unidos no reconoce a los hondureños como sujetos políticos con derechos, sino como fuerza laboral, frontera de contención y ficha geopolítica. Cuando conviene, se les castiga mediante deportaciones y precariedad. Cuando conviene, se les utiliza para frenar proyectos populares, progresistas o soberanos en la región.
El mensaje es claro y brutal:
Si eligen gobiernos incómodos para Estados Unidos, enfrentan castigos y presión.
Si eligen gobiernos serviles y alineados con Washington, se les promete estabilidad y una posible renovación del TPS.
La posibilidad de un indulto a Juan Orlando Hernández no es un detalle menor. Es una señal de que el narcotráfico no constituye un enemigo absoluto para Estados Unidos, sino una herramienta cuando sirve a sus intereses. Esto deslegitima cualquier discurso moral sobre la lucha contra el narcotráfico y la amenaza militar contra Venezuela.
Lo ocurrido en Honduras no se explica solo como un “voto a la derecha”. Es el resultado de una combinación de factores:
Miedo económico interno
Castigo migratorio y presión externa
Manipulación política internacional
Desgaste interno de la izquierda
Correlación de fuerzas profundamente desigual
No se trata únicamente de un giro electoral. Es una derrota estructural, provocada por la presión sistemática de Estados Unidos sobre un pueblo históricamente golpeado y subordinado en términos geopolíticos.
Diario Co Latino 134 años comprometido con usted