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La traición de Gil

José Ángel Turro Gomero

El 8 de marzo, una nota del Primer Secretario del PCC y Presidente de la República, Miguel Díaz Canel, estremecía al país y despertaba eufórica a la jauría contrarrevolucionaria nacional e internacional.

Al Vice Primer Ministro y Ministro de Economía y Planificación, se le comprobaban graves errores en el desempeño de sus funciones, acusándosele de corrupto y simulador, se ponía además en manos de los órganos competentes del Ministerio del Interior.

La noticia cae como pólvora encendida en medio de una situación económica desesperante en el país: una inflación sin control que destruye el salario real de los trabajadores, desabastecimiento crónico, falta de electricidad, serios problemas con el combustible y el transporte, precios de espanto para los alimentos que ofertan las mipymes, retrasos en la llegada de la canasta básica, falta de leche para los niños, de pan …y por si fuera poco, un Ministro corrupto e infame que días atrás pedía a la nación mayor sacrificio y comprensión…

El pueblo ha resistido en paz el hambre y las terribles carencias, inimaginables para algunos en el exterior, que no comprenden cómo es posible soportar una situación como la nuestra con tranquilidad. El pueblo resiste porque confía en la ética, la vergüenza y honestidad de sus cuadros principales, de los cuales se espera la máxima comprensión de la situación agobiante, la mayor laboriosidad, sensibilidad, responsabilidad y honradez.

Solo esa confianza explica la paz ciudadana en un país con sangre ardiente, acostumbrado a pelear y morir por sus derechos. Socavar esa confianza, base de la unidad nacional, es el mayor daño que nos hace la traición infausta del señor Gil, que daña sensiblemente el valioso capital político creado por largos años de lucha con tanto esfuerzo.

La revolución atraviesa su momento más difícil. El problema no es solo económico, que ya es bastante, el mayor problema es ideológico. Las campañas mediáticas contrarrevolucionarias científicamente concebidas y diseñadas por los laboratorios sociales imperiales, han calado en parte importante de la juventud cubana, que no tienen ya un proyecto de vida asociado a su país, lo cual explica en parte la emigración desenfrenada, la apatía política, la deserción y desmotivación profesional, sus desdén por el socialismo y sus opiniones peyorativas sobre nuestro proyecto social.

En este contexto de desmoralización y desmovilización general, la traición de Gil es un golpe temible a la imagen de la dirección del país y le concede crédito a la campaña difamatoria contra los cuadros del Estado y el Partido.

Una lectura simple a la obra Socialismo Traicionado, de los autores Roger Keeran y Thomas Kenny, nos permite apreciar en el país situaciones similares a las que llevaron a la derrota y desintegración de la Unión Soviética. Entre las similitudes dolorosas está el hecho de que cuadros a los más altos niveles del Estado y sus familiares más cercanos se van apropiando de empresas, negocios e inmuebles importantes y amasan en la sombra una fortuna como resultado del tráfico de influencias y la corrupción.
Fidel, con la claridad y profundidad de pensamiento que siempre lo caracterizó, ya había expresado que los imperialistas no podían destruir a la revolución, pero nosotros sí, y sería culpa nuestra. Ni Biden ni Trump podrán destruir a la revolución por mucho que el bloqueo nos apriete la garganta, pero Gil y compañía sí. Su falta de moral, su simulación e hipocresía política, nos hacen más daño que cien cohetes nucleares. Sobre todo, porque atenta contra la joya sagrada de la revolución: la unidad nacional.

Muchas son las preguntas que el pueblo se hace en este caso: ¿Cómo es que nadie sabía nada de lo que hacía Gil? ¿Dónde están los órganos de control? ¿Y la Seguridad del Estado? ¿Qué control existe sobre la vida y conducta de los cuadros principales? Gil residió durante años fuera del país, tiene familiares cercanos en el exterior, era para preocuparse desde el inicio y no perderlo de vista nunca. El exceso de confianza y la falta de control están siempre entre las causas de los fracasos políticos.

Su nefasta conducta afecta la credibilidad del país y ahuyenta a probables inversores. Ninguno de los contratos que se habían anunciado para abrir tiendas en Cuba se ha materializado. ¿Será por desconfianza? Quien está robando no tiene tiempo para los asuntos de interés general y públicos.
La economía se derrumba, la ideología se resiente. Los traidores, oportunistas y simuladores, luego de reinar y enriquecerse en la economía sumergida, atacan ahora a las altas esferas. No fueron los errores en el campo de la economía lo que destruyó el socialismo europeo, aunque influyeran, fue la traición. ¿Quiénes más andan orondos por el camino de Gil?

Cuba, su pueblo, sus líderes, han superado a lo largo de la historia momentos dramáticos de desaliento y traición. Así fue cuando luego de diez años terribles de lucha se firmó el Pacto del Zanjón, sepultándose las esperanzas de independencia y abolición de la oprobiosa esclavitud por la que habían muerto decenas de miles de cubanos en los campos de batalla. Y vino la Protesta de Baragua para salvar la honra nacional, y luego la Guerra Chiquita, la Tregua Fecunda, la guerra necesaria del 95, la revolución del 30 contra Machado, el Moncada, el Granma, la Sierra, la victoria del primero de enero, Girón, el Periodo Especial, etc.

No será la traición de Gil, por dura e inoportuna que sea, la que desaliente a nuestro pueblo, la que fracture la necesaria unidad nacional, la que nos detenga en esta dura lucha por construir una patria cien veces más hermosa, independiente, socialista, próspera y solidaria. Seguimos a ideas, principios, valores, no ha hombres concretos. ¡Venceremos una vez más y saldremos adelante!

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