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La ocupación

Iosu Perales*

En 1947 la ONU sancionó la partición de la Palestina histórica, remedy otorgando el 56% al futuro Estado de Israel y el 44% al futuro Estado de Palestina. La UNSCOP -Comisión Especial de Naciones Unidas para Palestina-, viagra sale encargada de elaborar ese Plan hablaba de Estado judío y Estado árabe. La reacción del pueblo palestino y del mundo árabe fue la no aceptación de una solución política que creaba un estado artificial como modo de resolución de un problema que afectaba a Occidente tras el holocausto judío en la Alemania nazi. En 1948 Israel se apoderó de la mayor parte de la Palestina histórica, viagra destruyendo nada menos que quinientos treinta poblados árabes.  En ese tiempo 750.000 palestinos fueron expulsados de sus hogares: son parte de los cuatro millones de refugiados actuales que no pueden volver. La guerra de 1948 permitió a Israel aumentar el territorio bajo su dominio, pasando del 56 al 78%. El resto, el 22%, quedó en manos jordanas y egipcias, hasta la guerra de 1967. En 1967, durante la guerra de los seis días, Israel se apoderó también de la Cisjordania que se encontraba entonces bajo administración jordana, y de la franja de Gaza que estaba ocupada por Egipto. La ocupación total se prolongó hasta los acuerdos de Oslo.

La impunidad israelí

De cuando en cuando los medios de comunicación dan noticia del conflicto entre israelíes y palestinos, dando la impresión equivocada que se trata de una confrontación entre iguales, de modo que ambos pueblos y gobiernos son responsables de manera similar por la violencia que los enfrenta y de los fracasos en las negociaciones de paz.

El conflicto israelo palestino es en realidad la historia de una ocupación. Una ocupación que impulsa y extiende la colonización con el objetivo de sustituir a un pueblo por otro. Una colonización que pretende la inversión forzada de la demografía a través de la deportación de centenares de miles de palestinos, mediante guerras, confiscaciones de tierras, viviendas y propiedades y acciones punitivas de castigo -ya hay cuatro millones fuera de su tierra, en el exilio-; las expulsiones se completan con la negación a su retorno y la importación de judíos de todas partes del mundo. Son ya más de 180 los asentamientos de colonos judíos en territorios palestinos de Cisjordania y Jerusalén.

Entender que se trata de una ocupación es fundamental para contextualizar la dialéctica de la violencia: se trata de la violencia de los conquistadores contra la resistencia de los ocupados. Se podrá discutir si determinadas resistencias de los ocupados son convenientes e incluso éticamente admisibles, pero no cabe duda que es la violencia sistemática del ocupante a lo largo de los últimos 66 años la culpable de la tragedia: castigos colectivos, matanzas, la destrucción literal de 536 poblaciones palestinas en 1948, la demolición de casas en nuestros días, la ocupación de tierras y propiedades palestinas y su confiscación, los saqueos, los cierres herméticos de ciudades y pueblos a lo largo del tiempo, las detenciones masivas… Estas son medidas visibles a las que hay que añadir otras más sutiles que también tienen un efecto devastador: la negación de permisos de construcción de viviendas a la población palestina en Jerusalén, la imposibilidad de acceder a las fuentes de agua, la propia frustración de sentirte prisionero en tu tierra. Lo que está ocurriendo es una barbaridad que supera toda capacidad de entendimiento. Ello alimenta desesperación y acciones extremas equivocadas de Hamas contra población civil israelí. La reacción revanchista de Hamas ha permitido a Israel generalizar la represión y legitimarla bajo la excusa de “lucha contra el terrorismo”.  Esta es una espiral realmente infernal en la que no hay dos bandos simétricos implicados, sino un Estado que proyecta todo su enorme poder contra un pueblo sin Estado privado de armas eficaces para defenderse.

Cuando se retiren los tanques y se levante el asedio sobre las poblaciones palestinas reocupadas, nos echaremos las manos a la cabeza. ¿Qué objetivo antiterrorista se cumple destruyendo las alcaldías, las clínicas, las escuelas, los edificios de los ministerios palestinos, varios institutos especializados en derechos civiles, estaciones de radio? ¿Qué objetivo antiterrorista se cumple destruyendo la ciudad vieja de Nablus, patrimonio histórico de la humanidad y que equivale en sentido figurado a una destrucción de Venecia?  ¿Por qué el ejército israelí destruye sus bienes a seres humanos comunes y corrientes por el solo hecho de ser palestinos? Tantos seres humanos enterrados en fosas comunes, tanto cientos de desaparecidos, tanto niños huérfanos a la intemperie entre las ruinas… ¿Cómo es posible que las víctimas de los nazis alemanes constituidos ahora en verdugos apliquen castigos colectivos, mostrando una conducta racista propia de quien cree ser el pueblo elegido por la providencia divina?  La sionista Golda Meir en 1967, respondió así a una pregunta de un periodista del Sunday Times: “¿Palestino? qué es eso. El pueblo palestino no existe”. Ellos no existen. La cuestión es tan grave como sencilla: el terror israelí no persigue sólo matar, desea también destruir todo aquello que pueda constituir la base de un futuro Estado palestino: destruir su sociedad, sus infraestructuras (carreteras, torres eléctricas, cableado telefónico, bombas de agua) sus autoridades, sus símbolos. Su terror humilla y ataca permanentemente a la identidad palestina. ¿Cómo le podemos llamar a lo que viene ocurriendo desde hace seis décadas en los territorios ocupados? Israel controla completamente Palestina, convertida en una geografía de cientos de islotes que como manchas de leopardo hacen imposible que los palestinos tengan un territorio continuado. La infraestructura de la Autoridad Nacional Palestina que apenas tiene autoridad sobre un16% del territorio está siendo destruida. El ejército israelí controla las entradas y salidas de villas y ciudades palestinas. La ciudadanía palestina sólo puede moverse de un sitio a otro con permiso israelí. Todos los puntos de salida al mundo exterior son controlados por Israel. La economía Palestina está asediada, dependiente de los permisos de Israel para la entrada y salida de productos. Los asentamientos de colonos unidos por una red de carreteras exclusiva de los ocupantes, deja a los palestinos como extranjeros en su propio país.

La ocupación progresiva 

He dicho que esta es la historia de una ocupación. La ocupación se ha desarrollado históricamente en varias fases. La primera Aliya a Palestina se produjo en el período 1882-1903 con judíos provenientes sobre todo de Rusia, antes de la elaboración del proyecto sionista de Herzl. Era una estrategia silenciosa de infiltración que a finales del siglo XIX bajo el impulso del Congreso Sionista de Basilea en 1897 tomó mayor impulso. En 1903 habían llegado 25.000 judíos a Palestina. El sionismo no fue bien recibido entre los judíos que se encontraban asentados en Jerusalén, judíos mesiánicos que afirmaban que Israel como entidad política no puede existir hasta la llegada del Mesías. Entonces Palestina estaba ocupada por el Imperio Otomano con cuyo sultanato negoció el propio Herzl el apoyo a la creación de un hogar judío en Palestina a cambio de desarrollar la zona con los fondos de la rica comunidad judía. Si hubo acuerdo éste no funcionó por el inicial rechazo de las familias capitalistas judías al proyecto sionista.

La idea de formar un Estado judío se había fortalecido en un ambiente de nacionalismos imperantes en Europa. Pero inicialmente, los judíos que encabezaban el proyecto no pensaron curiosamente en Palestina, tal y como afirma Charles Zorgbibe . Pensaron en Argentina, con mucho territorio despoblado. Argentina fue propuesta por las familias hacendadas judías -como los Hirsch – que la consideraban una zona más rica. Cuando vieron inviable la idea manejaron la posibilidad de Egipto. Wadi El Arish – Península del Sinaí, Egipto – fue propuesta por Herzl a los británicos como escala previa para un segundo éxodo a la Tierra Prometida, pero fue rechazada por los británicos pensando que generaría inestabilidad en la zona del Canal de Suez. Luego se plantearon la posibilidad de la isla de Chipre lo que fue desestimado por Gran Bretaña que hizo la contraoferta de Kenia, aunque por un error de localización geográfica se mencionó Uganda. Herzl defendió la idea en el VI congreso sionista de 1903 pero fue rechazada. A la muerte de Theodor Hertzl el liderazgo de Jaírn Weizmann, de acuerdo con los británicos, definieron Palestina como el Hogar Nacional para el pueblo judío.  Ciertamente Gran Bretaña fue clave en la formación del Estado de Israel. La declaración del ministro de exteriores Lord Balfour en 1917, al decir que los judíos deben tener “Un Hogar Nacional en Palestina” desencadenó una oleada de entusiasmo en los medios judíos de todo el mundo.  Cuando Gran Bretaña asumió el mandato de tierras palestinas tras la derrota del Imperio Otomano, de Alemania y del Imperio Austro¬-Húngaro en la primera guerra mundial, favoreció que oleadas de judíos llegaran a Palestina. Los judíos siguieron la estrategia de comprar tierras con el apoyo del Fondo Nacional Judío que disponía de capitales de los lobbys de Europa y Estados Unidos.

En la década de los 30 la política británica dio un giro táctico restringiendo la llegada de inmigrantes por vías ilegales, pero ya los judíos no estaban dispuestos a retroceder. Organizaron un ejército secreto, la Haganá; surgió una organización llamada Irgún, especializada en atentados. También se organizaron otros grupos terroristas como Stern o Lehi.  Las bombas iban contra los ingleses y contra los árabes. Después, lo ocurrido en Alemania con el holocausto nazi, rompió la resistencia británica. Estados Unidos se puso a la cabeza, presionado por el lobby judío norteamericano y las grandes potencias europeas dieron un Estado a Israel por varias razones: para lavar la conciencia de lo ocurrido en la Alemania nazi; y para crear un Estado occidentalizado, aliado, que jugara el papel de futuro gendarme en la región, guardando el canal de Suez, asegurando vía libre hacia la India y controlando a los países petrolíferos.

*Es autor del libro “El perfume de Palestina”

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