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La masacre estudiantil de julio dejó en claro los tentáculos de la represión

Iván Escobar

En las décadas los 60´ y 70´ se evidenció una política de represión de las fuerzas estatales en los países Latinoamericanos, tadalafil incluso en el interior de Estados Unidos se vivió una masacre que causó indignación entre su pueblo. En El Salvador se sufrió la peor de las masacres cometidas por las fuerzas seguridad, hospital en contra de jóvenes universitarios que solo exigían respeto a sus derechos.

Las políticas represivas que se han conocido muchos años después, treatment dejaron en claro violaciones a los derechos humanos de las personas, en aquel entonces los medios de comunicación guardaron silencio, ante los brutales hechos.

Recordamos hoy la masacre de 1968, contra miles de estudiantes y población civil en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, en el Distrito Federal de México; así como la famosa masacre de “Kent State University”, en Ohio, Estados Unidos, en mayo de 1970; y la masacre estudiantil en El Salvador, el 30 de julio de 1975, entre otras tantas represiones.

Los tres hechos sangrientos presentan características similares: movimientos estudiantiles fuertes, conciencia crítica de una sociedad, fuerzas de seguridad involucradas en la represión y violación de derechos humanos, toma militar de instalaciones universitarias, y claras expresiones de resistencia ante políticas represivas, entre otras.

“Lo que ocurrió el 4 de mayo de 1970 en Kent State University en Ohio se convirtió en un símbolo de injusticia y una demostración de hasta donde es capaz de llegar el ser humano para establecer un supuesto orden…”, destaca un artículo publicado en el sitio:http://masacrekentstateu.blogspot.com/

Además, el pasado 19 de julio de 2014, la cadena CNN en español, presentaba el documental: “Testigo presencial. Muerte en Kent State”, en el cual cuatro décadas después de los sucesos sangrientos en Estados Unidos, dan a conocer detalles de la masacre, que dejó la muerte de cuatro jóvenes universitarios y la represión contra cientos de universitarios, que solo se manifestaban en contra de la guerra en Vietnam que promovía el entonces gobierno estadounidense de Richard Nixon.

Entre las justificaciones en ese entonces por el mandatario estadounidense expresó: “cuando hay una multitud que lanza piedras… existe la posibilidad que ocurra esto”, dijo, según el documental de la CNN.

Por su parte, las narraciones de la escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska, y otros testimonios, han dejado en claro el impacto de la masacre estudiantil del 2 de octubre de 1968, por parte de fuerzas militares mexicanas.

“El ambiente era tranquilo a pesar de que la policía, el ejército y los granaderos habían hecho un gran despliegue de fuerza. Muchachos y muchachas estudiantes repartían volantes, hacían colectas en botes con las siglas CNH, vendían periódicos y carteles, y, en el tercer piso del edificio, además de los periodistas que cubren las fuentes nacionales había corresponsales y fotógrafos extranjeros enviados para informar sobre los Juegos Olímpicos que habrían de iniciarse diez días más tarde”, son parte de las narraciones de Poniatowska.

“Cuando un estudiante apellidado Vega anunciaba que la marcha programada al Casco de Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional no se iba a llevar a cabo, en vista del despliegue de fuerzas públicas y de la posible represión, surgieron en el cielo las luces de bengala que hicieron que los concurrentes dirigieran automáticamente su mirada hacia arriba. Se oyeron los primeros disparos. La gente se alarmó. A pesar de que los líderes del CNH desde el tercer piso del edificio Chihuahua, gritaban por el magnavoz: “¡No corran compañeros, no corran, son salvas! . . . ¡No se vayan, no se vayan, calma!”, la desbandada fue general. Todos huían despavoridos y muchos caían en la plaza, en las ruinas prehispánicas frente a la iglesia de Santiago Tlatelolco. Se oía el fuego cerrado y el tableteo de ametralladoras. A partir de ese momento, la Plaza de las Tres Culturas se convirtió en un infierno”, añade aquel testimonio, que la escritora ofreció a diario La Afición.

La masacre en San Salvador

La represión en la década de los 70, en El Salvador iba en escalada. Los sectores sociales cada vez más se sentían oprimidos, por la dictadura militar que imponía un sistema represivo, y violaban constantemente los derechos humanos de los salvadoreños.

La juventud estaba cansada de la represión, lo cual había llevado a muchos sobre todo universitarios a organizarse en AGEUS, UR-19, FUERZA, y los estudiantes de secundaria en el MERS. Constantemente eran asediados por cuerpos de seguridad, que les capturaban, los torturaban, y en el peor de los casos los asesinaban o desaparecían, acusados de ser subversivos, de generar desórdenes.

En 1975, la Universidad de El Salvador (UES) enfrentaba una serie de acciones represivas, entre estas, la represión a estudiantes en Santa Ana, quienes en el marco de las fiestas julias intentaban realizar un desfile bufo, el cual terminó en represión el 28 de julio de 1975. El gobierno en ese entonces promovía la imagen positiva del país, el llamado “país de la sonrisa”, en ocasión de un evento de belleza internacional que se iba a desarrollar en estas tierras.

Ante las medidas represivas, en la capital los estudiantes organizaron en protesta una gran marcha convocada para el 30 de julio, y la cual tenía como fin denunciar las violaciones constantes de los militares, y el gobierno del entonces Coronel Arturo Armando Molina.

La organización se logró con éxito, y la marcha partió la tarde de aquel 30 de julio desde la UES en esta capital, recorrió la 25 Avenida Norte con rumbo al Hospital Rosales, sin embargo, a la altura del paso a desnivel de la 25, en las cercanías del Hospital General del ISSS y la comunidad Tutunichapa, las fuerzas militares y policiales, impulsaron un ataque contra los manifestantes, haciendo uso de todo tipo de armamento.

La acción culminó con muerte y la desaparición de muchas personas, de los cuales hasta hoy no se sabe nada de su paradero. Algunos sobrevivientes relataron que muchos logran salvarse porque saltaron del puente y lograron escapar de los agresores, sin embargo los que quedaron heridos fueron asesinados en el momento por los militares.

La masacre de Estudiantes Universitarios se informó que dejó 11 estudiantes muertos y 80 desaparecidos, según algunos registros. Aunque otras personas hablan de más víctimas tanto asesinados como lesionados, y desaparecidos.

Son 39 años que aquellas voces se intentaron silenciar. Sin embargo, luego de estos hechos y otras violaciones contra el pueblo salvadoreño, el país pasó por 12 años de guerra, que dejaron más de 70 mil muertos, miles de lisiados, y más de 24 mil desaparecidos, así como daños en la infraestructura nacional.

Las nuevas generaciones de estudiantes continúan recordando los hechos, y organizan en honor a las víctimas, año con año la marcha del 30 de julio. En este nuevo momento que vive el país, la masacre al igual que otras agresiones solo reflejan la represión de la dictadura, la injusticia que vivió un pueblo, que hoy trata de avanzar para no volver a sufrir este tipo de situación.

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