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La llamada perdida V

Caralvá

Intimissimun

Un aviso en el periódico

Empresa de telecomunicaciones solicita los servicios de profesionales, para comercializar productos masivos.

Salarios según capacidad, buen ambiente laboral, prestaciones según la Ley. Enviar sus hojas de vida al correo electrónico: [email protected] o a la caja No. 555, de este periódico.

 Aquel anuncio encendió las esperanzas de Nely, habían transcurrido años desde su egreso de la Universidad y sus aspiraciones profesionales podrían cumplirse en una empresa de ese tipo, tal cual había soñado desde hace mucho tiempo.

Envió sus documentos cuidando los detalles.

Nely frente al espejo: sus ojos ligeramente almendrados, junto a su tez clara, cabello lacio junto a una silueta juvenil le otorgaban un perfil bello, sonrisa tímida, ritmo femenino armonioso y cadencia de melodía Bossa brasileño. Tenía cierto grado de elegancia sutil, ese glamour perceptible a distancia por una leve indiferencia hacia el medio, usualmente se interpretaba como arrogancia, pero ocultaba una sombra de ansiedad. Mientras, escuchaba su melodía preferida: “insensatez” de Vinicius  de Moraes-Antonio Carlos Jobin-Norman Gimbel, en la voz de María Creuza a Nely le cubría su personalidad de cierta aura mística.

 

El Sarno y el Cachas

En un punto olvidado entre México y Estados Unidos está el Hotel Castelar donde las mesas de billar aparentan prados de estepas rusas, disfrazada está la muerte en los pasillos que disfruta el ocio entre apuestas y frívolos negocios.  El Sarno miembro de una peligrosa banda delincuencial se entretiene disparando bolas hacia las buchacas a un ritmo desesperado, los meseros sirven cervezas por toneles, en un ambiente de humo perceptible a dos cuadras alrededor del local, también la policía metropolitana realiza rutinas de vigila sin ocultarse, sabe que en esos sitios existe: droga, sexo, tráfico ilícito y como un juego entre el gato y el ratón, agentes disfrazados se cuelan entre clientes, fingiendo inocencia o alcohólicos, ahí existen adictos de todo tipo.

El ruido es aberrante con sonidos de boleros, música para cárceles fronterizas, combinado con hip-hop, rap, reggaeton,  sin olvidar las rancheras más explicitas de caballos ganadores con apuestas entre rancheros mal habidos y capos de las drogas. En ese sitio las odas a las mujeres, coches rojos cargados de drogas y encargos para asesinatos son comunes.

Es un reino abierto a los creyentes de la vida fácil, jóvenes alucinados con éxitos al alcance de sus gatillos, el Sarno es uno de ellos, un joven delincuente salvadoreño que vive al Sur de la frontera de Estados Unidos, en su vida sufrió torturas de todo tipo, vejado y abandonado por las calles de la ciudad, no tiene nada, excepto su odio contra todo el orden mundial que no le pertenece, detesta cualquier cosa que no sea su pequeño mundo del vicio, pero vive aferrado a su fantasía cobrando dinero por cada encargo sucio que le otorgan, es el sicario billarista.

También llega ocasionalmente al sitio el Cachas, especialista en defraudar a todos, aprendió su oficio al percatarse que algunas personas nunca llegan a ser juzgadas en los tribunales porque les da vergüenza declarar haber sido engañadas, durante años trabajó en un taller mecánico llamado el Vitotiv donde Machucas era el jefe, su negocio era importar autos dañados  de Estados Unidos, repararlos, además engañar a la gente con los precios y tiempo de entrega, todo funcionó hasta que el  Machucas fue detenido por la policía acusado de estafa, un día una persona le denunció, luego otra y otra, hasta que al final un rosario de víctimas le acumuló una buena cantidad de dinero, entonces imposibilitado de pagar, le embargaron todo, mientras su abogado entre cómplice y notario logró su pronta salida, no obstante purgó unos meses de prisión, luego de conciliar con las víctimas.

El Cachas como buen alumno comprendió la delgada línea entre legalidad e ilegalidad en un país débil jurídicamente, así sus primeros negocios fraudulentos le llevaron a vender y comprar autos robados a los cuales modificaba el VIM del motor, para finalmente limpiarlos con un abogado legal. Un día conoció al Sarno, en ese Hotel Castelar donde el sueño existe en el exilio, donde el silencio es extraño aún en las madrugadas de los lunes, donde la desesperación por obtener dólares fáciles es visible las 24 horas  sin reposo.

Las bolas de billar rompen con desplazamientos simples, recorren el trayecto desde su inicial impacto, luego chocan contra otras, se dispersan en su mundo plano junto a su fin del mundo en un buchaca oculta y definitiva. Ahí llegan hombres tatuados y hablan extrañas jergas, tienen un ritual de arribo a una hora exacta, sacan cajitas de yeso, las colocan sobre la mesa y otro cuidadosamente la toma inmediatamente, así negocian cocaína, marihuana, aunque todos desconfían de todos, los negocios se realizan rápidamente.

Un hombre en una mesa toma una bolsita de cocaína y la esnifa frente a otros, luego sigue con su juego, nadie se extraña, ocurre en ocasiones como una bocanada de humo expelida de ese siniestro lugar, existen en ese sitio verdaderas bestias negras, con hombres mofletudos, rufianes de todo tipo: alcahuetes, brujos (roba autos), proxenetas, sicarios, truhanes, traficantes etc… un reino de dolor y desprecio por la legalidad del mundo exterior. amazon.com/author/csarcaralv

Continuará

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