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Desde la izquierda Urbano Gilber, general Augusto César Sandino y coronel Farabundo Martí. Foto tomada de cuadernosandinista.com

La insurrección de 1932 en El Salvador: Antecedentes y protagonistas

Carlos Mauricio Funes Cartagena
Expresidente de la República de El Salvador

El levantamiento campesino de 1932 en El Salvador fue una mezcla de protesta popular e insurrección que acabó en un verdadero etnocidio que cobró la vida de más de 25 mil campesinos e indígenas de la zona occidental del país.

Los ataques de los rebeldes a cuarteles, comandancias departamentales, alcaldías y haciendas cafetaleras se concentraron en los departamentos de Ahuachapán, Santa Ana, Sonsonate y La Libertad, donde su población indígena casi fue diezmada por completo.

A la fecha solo quedan algunos pequeños reductos indígenas sobrevivientes en varios municipios del país.

Tras la independencia en 1821, la situación económica y social de los indígenas y campesinos se caracterizó por una constante decadencia de sus condiciones de vida.

Los gobiernos de la segunda mitad del siglo XIX propiciaron la creación de un sistema económico desigual que hizo posible el surgimiento de una oligarquía cafetalera, vinculada a la producción y exportación del café, y de una especie de proletariado rural de indígenas y campesinos que perdieron sus parcelas para ser apropiadas por los grandes terratenientes cafetaleros.

En el último cuarto de siglo, se impulsaron una serie de reformas legales que condujeron a la extinción de ejidos y tierras comunales en zonas agrícolas consideradas las más fértiles del país.

Composición tomada de imágenes de la Prensa Gráfica.

Este proceso de acumulación de riqueza creó una nueva clase dominante, la oligarquía cafetalera, que basaba la obtención de sus ganancias en la explotación de campesinos e indígenas convertidos en jornaleros agrícolas, quienes recibían bajos salarios y trabajaban en condiciones precarias.

Esta explotación de la mano de obra rural provocó una serie de levantamientos campesinos e indígenas que fueron inmediatamente sofocados por el ejército al servicio de los terratenientes.

Entre los levantamientos más relevantes se encuentran el de Agosto de 1872, el de Marzo de 1875 y el de Agosto de 1880, todos ellos en el Occidente del país.

En la segunda década del siglo XX, la crisis capitalista mundial, que tuvo su epicentro en los Estados Unidos, provocó el desplome de los precios internacionales del café, lo que se tradujo en una caída de los salarios en el campo y un aumento del desempleo rural.

Poco después de la Gran Depresión de 1929, en el año de 1931, llega a la Presidencia de la República el ingeniero y agricultor, Arturo Araujo, bajo la bandera del Partido Laborista de El Salvador, que había fundado meses atrás inspirado en las ideas socialdemócratas de los laboristas ingleses y en el ideario humanista del ensayista salvadoreño, Alberto Masferrer, autor del “Minimum Vital”

Araujo intentó llevar a cabo una serie de reformas económicas que al final no se pudieron concretar por los escasos márgenes de maniobra heredados de la crisis económica internacional y su impacto en las finanzas públicas.

Araujo fue derrocado en Diciembre de 1931, apenas 9 meses después de iniciada su Presidencia, por el alto mando castrense, entre ellos su propio Ministro de Guerra, el General Maximiliano Hernández Martínez, con el apoyo de la oligarquía cafetalera.

A los pocos días del golpe, el Directorio Militar, nombrado por los jefes militares golpistas, designa al General Hernández Martínez como Presidente de la República. La inestabilidad política que siguió al golpe así como la represión de campesinos, indígenas, estudiantes universitarios y profesionales progresistas condujo al levantamiento campesino del 22 de Enero de 1932, comandado por caudillos locales como Feliciano Ama en el municipio de Izalco y Francisco Sánchez en Juayua, dos municipios del Departamento de Sonsonate, así como por algunos dirigentes del Partido Comunista Salvadoreño, entre ellos Agustín Farabundo Martí, la figura más emblemática de la lucha revolucionaria salvadoreña de esos años.

Farabundo Martí nació en Teotepeque, La Libertad, el 5 de Mayo de 1893.

Proviene de una familia acomodada.

Su padre, Pedro Martí, poseía extensas propiedades en el Departamento de La Libertad.

Su infancia y adolescencia en el campo le permitió conocer de primera mano las deplorables condiciones de vida de las familias campesinas.

Realizó estudios de Derecho en la Universidad Nacional que no concluyó por incorporarse al movimiento comunista internacional como delegado del Secretariado Rojo Internacional y de la Internacional Comunista.

Fue apresado y exiliado en varias ocasiones, lo que le llevó a viajar y vivir en Guatemala, México, Cuba, Jamaica, Estados Unidos y Nicaragua.

En este último país se hace amigo del lider nicaragüense, Augusto César Sandino, convirtiéndose en su Secretario y miembro del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua que comandaba el propio Sandino para resistir a la injerencia estadounidense.

Con el tiempo acabó distanciándose de Sandino por la alianza de éste con los masones mexicanos y porque intentó introducir las ideas marxistas y anarquistas al Ejército de Liberación de Nicaragua.

Después de eso regresó a El Salvador. Participó en la fundación del Partido Comunista Centroamericano y formó parte de la Liga Anti Imperialista de Las Américas.

En 1930 funda junto a Abel Cuenca, Miguel Marmol y Modesto Ramírez el Partido Comunista Salvadoreño.

Sus actividades conspirativas en el Partido Comunista le llevaron a que fuera nuevamente perseguido, encarcelado y exiliado.

Regresó poco después al país bajo el gobierno del Ingeniero Araujo.

Fue apresado nuevamente en Enero de 1932 en una casa del Barrio San Miguelito en San Salvador junto a los universitarios Alfonso Luna y Mario Zapata, colaboradores del periódico “Estrella Roja”, órgano de propaganda del Partido Comunista.

Su detención se dio pocos días antes del levantamiento campesino e indígena del 22 de Enero, por lo que Martí no tuvo una participación directa en la revuelta aunque sí la apoyaba y alentaba desde las filas del PC.

El levantamiento campesino fracasó a los pocos días de iniciado porque no contaba con un planificación estratégica y porque los rebeldes estaban en desventaja numérica ante el ejército salvadoreño, con un arsenal inferior a las ametralladoras y los fusiles “mauser” de fabricación alemana que poseían los militares y la Guardia Nacional.

Fue un alzamiento improvisado que carecía de objetivos claros y que no contaba con el decidido apoyo de los dirigentes del Partido Comunista.

El ataque rebelde se concentró en el occidente del país, sobre todo en los municipios de Izalco y Juayúa, y se redujo a unas cuantas incursiones sin éxito en cuarteles, comandancias departamentales, alcaldías y varias haciendas cafetaleras.

Para la mayoría de los historiadores, la represión del levantamiento dejó un saldo entre 25 mil y 30 mil campesinos e indígenas asesinados.

Farabundo Martí y sus compañeros universitarios, Zapata y Luna, fueron fusilados el 1 de Febrero de 1932 acusados de rebelión y conspiración.

Enfrentaron un juicio militar sin derecho a defensa y fueron condenados al paredón de fusilamiento.

La figura de Farabundo Martí, más que la de cualquier otro dirigente comunista y revolucionario, ha sido retomada por la izquierda salvadoreña.

En 1980 se bautizó con su nombre la alianza de las 5 organizaciones guerrilleras que integraron el ejército rebelde.

Me refiero al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) que con el fin de la guerra en 1992 se transformó en partido político y ganó las elecciones presidenciales del 2009 y el 2014.

La masacre y el fracaso del levantamiento no se tradujo en la desmovilización del partido comunista y de la red de sindicatos que se habían formado bajo su amparo, a pesar de que Hernández Martínez anuló la personería jurídica que le había otorgado Arturo Araujo y que le permitió participar sin éxito en las elecciones legislativas y municipales de principios de Enero de 1932.

Desde la clandestinidad, en tanto partido proscrito, participó en la lucha política electoral a través de un partido de fachada inscrito en el Consejo Central de Elecciones, la Unión Democrática Nacionalista, que hizo alianza con la democracia cristiana y la socialdemocracia para las elecciones presidenciales de 1972 y 1977.

El apoyo a la lucha electoral provocó la salida de todos los cuadros comunistas que apoyaban la lucha armada para enfrentar a los gobiernos militares que siguieron a Hernández Martínez.

Ese fraccionamiento provocó el surgimiento de las organizaciones político militares que luego integraron el ejército rebelde que peleó en la guerra civil.

Una de las primeras organizaciones militares en formarse fue las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) comandadas por Salvador Cayetano Carpio, un panadero de la capital de formación marxista y maoísta, que había ocupado por años la Secretaría General del partido comunista.

Fue hasta mediados de 1980, un año después del golpe militar de Octubre de 1979, que el Partido Comunista crea una ala militar denominada Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) que termina fusionándose al FMLN con Schafik Handal como Secretario General del PC y Primer Comandante de las FAL.

Con los acuerdos de Paz y la legalización del FMLN como partido político, el Partido Comunista se disuelve y renuncia a su personería jurídica.

Bajo la dictadura de Martínez, conocida como “Martinato”, fueron perseguidos y encarcelados todos los líderes campesinos, indígenas, universitarios y profesionales sobrevivientes al levantamiento del 32 y que tuvieran alguna relación con el Partido Comunista Salvadoreño y la Internacional Comunista.

Hernández Martínez, en alianza con la Oligarquía y con el apoyo de EEUU, gobernó durante 13 años en forma autoritaria, basado en sus creencias teosóficas.

Endureció las Leyes y combatió la delincuencia con mano dura, lo que le granjeó un amplio apoyo entre la población.

Todo delincuente que lo encontraran robando era condenado sumariamente a la amputación de sus manos y la reincidencia era castigada con la pena de muerte.

Los grandes medios de comunicación, sobre todo escritos, funcionaban bajo el control del gobierno y los que se resistían eran perseguidos fiscalmente o clausurados.

Esto le permitió a su gobierno imponer una sola visión de la realidad y de los sucesos del pasado, tal como fue el caso de la versión oficial del levantamiento de 1932 que distorsionó a su favor lo ocurrido.

Como es característico de los regímenes autoritarios  el control de los medios masivos de comunicación y de los contenidos educativos es fundamental para mantener dominada a la población y asegurar una buena imagen del dictador.

Hernández Martínez era de la opinión que había que mantener en la ignorancia a las clases bajas para evitar de que se negaran a realizar trabajos poco remunerados y que aspiraran a mejores condiciones de vida.

Apoyó a la Oligarquía con obras de infraestructura vial y mejoró las finanzas públicas con la creación del Banco Central de Reserva y el Banco Hipotecario.

En su gobierno fue cancelada casi en su totalidad la Deuda Externa.

Sin embargo, el aumento a los impuestos a la exportación para hacer llegar más recursos a las arcas del Estado lo distanció de la Oligarquía que acabó respaldando el fracasado golpe militar de 1944 y la huelga general conocida como “huelga de brazos caídos” que provocó su salida del poder.

Hernández Martínez huyó a Guatemala y luego se radicó en Honduras.

El 15 de Mayo de 1966 fue asesinado de varias puñaladas por su propio chofer, quien reclamaba varios meses de atraso en el pago de su salario.

Su cuerpo fue trasladado a El Salvador y enterrado en el Cementerio “Los Ilustres” de San Salvador en una tumba sencilla y sin dedicatoria en su honor.

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