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La edad no es un obstáculo para Ana María Ramírez

Por: Iván Escobar
Colaborador

Las ventas informales son hoy en día mal vistas y hasta objeto de desprecio para muchos en el centro histórico de San Salvador, luego de las políticas municipales de reordenamiento del corazón de la ciudad. No obstante, las familias que dependen del comercio informal se las siguen ingeniando para sobrevivir y llevar un poco de dinero para sus familias.

Este es el caso de Ana María Ramírez, una mujer de 94 años, y que en los últimos casi 7 años se ha convertido en un ícono de resistencia y trabajo en la capital. Esta mujer cumplió 94 el mes de julio del 2023, es decir, está próxima a cumplir 95 años de vida.

Ella durante toda su vida se ha dedicado al comercio. Se popularizó luego que la administración actual, impulsó el plan de reordenamiento en el microcentro de la ciudad, y dejó literalmente barrido de comerciantes informales, al menos puestos con más de 30 años de existencia, de la zona donde fueron retiradas ventas de todo tipo, pues fueron erradicados por la municipalidad, quienes hoy en día no permiten ni el más mínimo vendedor en la zona entre Catedral, Plaza Morazán y Plaza Libertad.

Ana María, a su avanzada edad, temía que ella fuera parte de los desalojados, pero no. Las autoridades municipales pasadas, y actuales le han permitido seguir comerciando sus cestitas y tombillas, algunas artesanales y comerciales. “A ella no me la toquen, déjenla vender”, asegura la mujer que dijo, en su momento, el exalcalde Ernesto Muyshondt. La administración presente le permitió continuar, a pesar de los seguimientos y desalojos a todo comerciante.

“Con unas tombillitas y chinchines comencé”

La pequeña mujer, con humilde apariencia, y muy serena a la hora de conversar, en medio de sus coloridas tombillas y canastitas, llama la atención a transeúntes, turistas locales como extranjeros, pues a pesar de la represión contra muchos comerciantes por parte de elementos del Cuerpo de Agentes Metropolitanos (CAM), ella sigue luchando y vendiendo sus productos en lugar.

Ella viaja todos los días desde el municipio San Pedro Perulapán, uno de los 16 que integran el departamento de Cuscatlán. Madruga, y cumple su horario disciplinadamente, a pesar de sus achaques y dificultades.

Recuerda que inició sus ventas en esta zona hace unos 7 años, específicamente en la 2da. Avenida Sur, ahora Avenida “Monseñor Romero”, a un costado de la cripta de Catedral Metropolitana, zona que en los últimos años se ha convertido en un paso peatonal importante, y que representa el punto medular del ordenamiento, pues ahí converge el Teatro Nacional, la Cripta de la Catedral, y a los extremos sur la plaza Cívica y al norte la Plaza Morazán.

“Con tres tombillitas y unos chichines comencé, ahí en el arbolito me ponía”, recuerda la mujer, quien a pesar de su avanzada edad, y algunas dificultades de salud, dice que mientras Dios le preste vida, “aquí vamos a seguir”.

Ya me vio el encargado de la zona, y ahora estoy vendiendo en la acera de la telefónica que está frente a la plaza”, comentó a Diario Co Latino, mientras ofrecía su venta, una cuadra abajo, sobre la 4ta. Avenida Sur.

Al consultarle sorprendidas algunas personas, que si ya no estaba en la otra cuadra, ella con una sonrisa respondía, “no, aquí esperando el señor del transporte, pero como viene más tarde el señor, estaré aquí un rato. Yo estoy vendiendo allá arriba, ya no afuera del café, porque ahí me dijeron, que me quedaba con las propinas y ya no vendo ahí”.

Y es que en un inicio, era apoyada por un café local, que está contiguo a la Catedral, incluso ahí guardaba su mercadería, y se le permitía vender sobre la acera del local. Pero al parecer, ya no se le permitió, y ella optó por moverse unos metros más, en las afueras de la sala comercial de una telefónica que está en la esquina opuesta a la Plaza Morazán.

Su optimismo es grande, y dice que a pesar de vivir en la pobreza, y el sacrificio de viajar, pagar taxi o transporte para movilizarse, lo hace con gusto, pues el trabajo la mantiene activa y sobre todo le permite vivir. “Yo me rebusco porque tengo que pagar agua, mi comidita, el transporte, en  todo eso tengo que pensar y seguir…pero a veces la gente no quiere pagar lo que valen las tombillas o las canastitas, pero aquí vamos poco a poco”, concluye.

Ana María es un ejemplo de mujer emprendedora, que no se doblega ante nada y en buen salvadoreño se “rebusca”. Las políticas sociales en el país, no garantizan a los adultos mayores vivir su vejez dignamente, muchos deben trabajar jornadas extenuantes, el comercio informal es una opción permanente, pese a ello, al igual que ella, trabajan y caminan por las calles de la ciudad con sus ventas, muchas veces sufriendo la persecución y hasta decomiso de sus productos por parte de las autoridades. “Pero seguimos, porque no tenemos otra alternativa”, comenta otro hombre, mientras conversamos con Ana María, que hoy se ha ido un poco más tarde de la hora habitual, pero logró vender un tombilla, ya al cierre de su jornada.

La tarde cae, los empleados públicos y privados van a sus hogares después de una jornada más. Ana María, regresa a su humilde vivienda, y mañana le toca madrugar para ofrecer su venta a los capitalinos.

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