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«La Cultura del Diablo» : Espejo de una Nación que Aplaude su Propia Desgracia…

Por David Alfaro
11/07/2025

En La Cultura del Diablo, el escritor salvadoreño José Humberto Velázquez retrata con precisión brutal el tejido podrido de nuestra sociedad. No es un ensayo religioso, sino un retrato despiadado de una cultura que ha hecho del mal una práctica cotidiana. El Diablo no es una figura metafísica, sino el producto histórico de una sociedad que justifica lo injustificable, normaliza la crueldad, se acomoda al abuso y aplaude al verdugo.

Hoy, bajo la dictadura de Nayib #Bukele, esa cultura ha dejado de ser un malestar silencioso: se ha encarnado en la ideología oficial y en la figura del dictadorzuelo. El Diablo no sólo reina; ahora da conferencias, tuitea, saquea, encarcela, tortura… y todo con aprobación masiva.

En esta dictadura, aunque ya se han quemado libros, desmantelado bibliotecas, perseguido y asesinado opositores, no hace falta recurrir masivamente a esos métodos para diluir la verdad: basta con saturar el discurso público con propaganda, memes y “verdades alternativas”. La represión ya no se justifica solo con tanques o uniformes, sino con encuestas, influencers y leyes trastocadas. Es el nuevo rostro del viejo cinismo.

Lo que Velázquez diagnosticó como una cultura regida por el Diablo -esa que convierte el abuso en virtud y la obediencia en patriotismo- hoy se ha institucionalizado. En lugar de justicia, tenemos venganza. En lugar de legalidad, castigo improvisado. En lugar de Estado de derecho, tortura carcelaria.

Se encarcela sin juicio, se tortura con aplausos, se persigue a periodistas mientras se silencia la corrupción del Clan Bukele. Y la ciudadanía, lejos de escandalizarse, lo justifica con una frase ya naturalizada: “pero ahora se siente más seguro”. Como si la ilusión de paz valiera más que la dignidad, y el orden más que la verdad.

Bukele no creó esta cultura; la perfeccionó. Heredó un pueblo cansado, cínico, resignado. Un país que aprendió a sobrevivir en la mentira, a reírse de la injusticia, a adaptarse a lo inaceptable. Velázquez ya lo advertía: el problema no es sólo quién nos gobierna, sino cómo pensamos, sentimos y actuamos colectivamente ante el poder.

Hoy vivimos una versión moderna de esa cultura infernal. Más tecnológica, más mediática, más maquillada, pero igual de perversa. Con decenas de miles de presos sin juicio, desaparecidos sin nombre y líderes sociales reprimidos entre aplausos. Con el miedo disfrazado de estabilidad.

El Diablo no necesita esconderse: ahora se vuelve tendencia, viraliza frases vacías y lanza amenazas. Gobernar ya no es servir: es humillar. Y muchos, demasiados, lo celebran.

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