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La Beatificación de Monseñor Romero y sus frutos de fe en el pueblo salvadoreño

Víctor Meléndez.
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¿Qué pretende la Iglesia Católica al beatificar un creyente? Pretende reconocer su sintonía con Dios, troche pharmacy su ser en Dios, pharm su hacer la voluntad de Dios durante su vida terrenal. A su vez, brindarle al resto de los creyentes un modelo para caminar por esta tierra, invitándoles a optar por las opciones del beato; en resumidas cuentas, que las Iglesias Particulares y la Universal den frutos de fe.   

Ante lo arriba expuesto, es válido preguntarse: ¿En qué ayudará la Beatificación de Monseñor Romero a la fe del Pueblo Salvadoreño? Humildemente, se intentará dar respuesta a esta pregunta acuciante:

1) Ayudará a madurar la fe, a que se entienda intrínsecamente que creer no es sólo saberse el catecismo, rezar el rosario o proclamar con pasión el credo, sino que, la fe es antes que nada un seguimiento de Jesús en el día a día, en comunidad, transitando por la senda de la inclusión de los excluidos- tal y como lo hizo decididamente el Señor-, aunque ello cueste la vida.

2) A la aceptación del reto de hacer vida la fe, estando con las víctimas. La fe no es neutral y requiere luchar por los que sufren la injusticia. Cuando una fe es neutral, ya está en complicidad con los victimarios.

3) A ser un pueblo que rebose de esperanza a pesar de la difícil realidad que le golpea, en este sentido, a ser un pueblo pascual. Monseñor Romero estaba convencido de que los hilos de la historia están en las manos de Dios, a pesar de la muerte que se pasea prepotente por doquier. Opresores se levantan y caen como flor de un día, en cambio, el Señor está por siempre.

4) A ser un pueblo de Memoria Histórica, capaz de leerse desde las decisiones colectivas que han construido y siguen construyendo vida, sobre todo para los pobres, y no desde la mentira institucionalizada disfrazada de verdad que sólo busca defender intereses mezquinos que condenan a muerte a las mayorías.

5) A que los fieles católicos nos convirtamos no a la Iglesia como institución, sino al Reino de Dios, es decir, a ese proyecto que apasionó a Jesús, esa nueva manera de construir que destruye la desigualdad verticalista de este mundo violento y pone en sintonía con la Voluntad de Dios, que consiste en dar vida abundante a los marginados, en hacer realidad la hermandad. El signo más grande de este proyecto inaugurado por Jesús es la comida abierta y gratuita para todos, con relaciones horizontales entre nosotros, siendo hermanos e hijos de un mismo Padre.

6) A que mucha gente que estará en la Eucaristía de Beatificación se cuestione cómo está su identidad católica, si de verdad forma comunidad alrededor de Jesús y los hermanos, o si sólo asiste a misa el domingo para cumplir un precepto o calmar su conciencia. Esta Beatificación pondrá en crisis a muchas personas, removerá el Espíritu Santo dormido y será la chispa que detone el fuego del asumir compromisos nuevos y liderazgos sólidos en la Iglesia y en la sociedad.

7) A que se conozca mejor a Dios, a quien se dice que se ama y en quien se tiene fe. Ignacio Ellacuría resumió el ministerio de Monseñor Romero en esta frase lapidaria: “Con Monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”, es decir, Dios es defensor de los Derechos Humanos como lo fue el beato, Dios es justicia social para los pobres que la exigen- por consiguiente, los asesinan malvadamente cuando lo hacen-, Dios es consuelo para los afligidos y desea un país realmente humano. Conocer a Dios requerirá hacer de un lado los fetiches de Dios: El juez celoso y castigador que está expectante si uno se porta bien o mal, el dios neutral y ciego ante la violencia contra los más pequeños y otros tantos que andan por ahí.  ¡Así como actuó Monseñor Romero, así actúa Dios – y viceversa-, conozcámosle, acojámosle, sigámosle! No es un Dios a nuestra medida, sino que escapa de todos los marcos a los que se le confina, simplemente porque es Dios.

¡Ésta es la gran fiesta que celebraremos el sábado! Fiesta que debe llevarnos a la acción, es decir, a ser nuevos Romeros que pongan como absoluto a Dios y solamente a Dios. ¡Es hora que despertemos de nuestro letargo desesperanzado y de nuestro miedo paralizador! ¡Felicidades!

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