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JAZZ: UN ICONO DE LA CULTURA NEGRA

Oscar A. Fernández O.

En palabras del etnomusicólogo y folclorista Alan Lomax, hospital el jazz es un gumbo musical, rx un resultado del crisol de razas, del melting pot que era el sur de los Estados Unidos (Lomax: 1950)
El jazz es un género musical nacido en la segunda mitad del siglo XIX en Estados Unidos, que se expandió de forma global a lo largo de todo el siglo XX. El género se desarrolló en embrión a partir de las tradiciones de África occidental, Europa y Norteamérica que hallaron su crisol entre la comunidad afroamericana asentada en el sur de Estados Unidos (Tirro: 2001)
Geográficamente, el jazz surge en el estado de Luisiana, concretamente en la zona de influencia de Nueva Orleans (cuna del estilo musical y principal centro jazzístico durante la primera época del jazz) (Historia del Jazz) a donde llegaban grandes remesas de esclavos de color, fundamentalmente de la zona occidental de África, al sur del Sáhara, la zona denominada Costa de Marfil, “Costa del Oro” o “Costa de los esclavos”.
La palabra jazz, en un sentido relacionado con la música, no fue usada en las primeras etapas de formación del jazz. De hecho, aparece escrita por primera vez el 6 de marzo de 1913, en el periódico San Francisco Bulletin, cuando, al reseñar el tipo de música ejecutada por una orquesta del ejército, señaló que sus integrantes entrenaban a ritmo de ragtime y jazz (S. Charter: 2008)
Según Walter Kingsley, “el término es de origen africano, común en la Costa del Oro africana y en las tierras del interior” (Gammond y Clayton: 1990) Mucho más tarde aún, en enero de 1917 en Nueva York, apareció la palabra jazz como definidora de la música contenida en un disco, grabado por la Original Dixieland Band ; durante ese año, además, se popularizaría el término, que probablemente había sido ya de uso común en lenguaje oral entre 1913 y 1917.
En muchas áreas del Sur de Estados Unidos, el batir de tambores estaba específicamente prohibido por la ley, de forma que los esclavos negros tuvieron que recurrir a la percusión mediante las palmas de las manos y el batir de los pies para disfrutar de sus fiestas y su música. Sin embargo, la prohibición no tuvo vigor en la llamada Place Congo (Congo Square) de Nueva Orleans, en la que los esclavos tenían libertad para reunirse, cantar y acompañarse de verdaderos instrumentos de percusión tales como calabazas resecas y rellenas de piedrecitas, el birimbao, las quijadas, el piano de dedo pulgar o sanza, y el banjo de cuatro cuerdas. Entre 1825y 1845, la danza callejera se prohibió totalmente, aunque a partir de este último año se volvió a autorizar. Las reuniones del domingo en Congo Square se mantuvieron hasta mediados los años 1880, con cierto carácter ritual.
La música que se desarrollaba en estas sesiones, y en otras de carácter más reservado, era muy variada. De forma prominente, estaban los cantos y danzas del vudú antillano (Giogia: 1997) un rito religioso de carácter sincrético, de origen dahomeico (De República de Dahomey, hoy Benin). También otros ritmos y danzas desarrolladas previamente en las islas caribeñas, como la calinda, la bamboula o el baile denominado Congo (op. Cit)
Una de las manifestaciones más importantes de la música de los esclavos, de la que ya se tiene constancia en 1770, son los espirituales negros (Black spirit), cuya evolución duró casi un siglo, “desde los comienzos de la Guerra de la Independencia a los albores de la guerra civil” (Morgan: 2000) Es importante observar el hecho de que, a pesar de las divergencias en ritmo, armonía y estilo interpretativo, la tradición musical europea que los esclavos conocieron en Estados Unidos ofrecía puntos de contacto con su propia tradición: así, la escala diatónica era común a ambas culturas. Si a esto se le añade el relativo aislamiento cultural en que vivía gran número de esclavos y la tolerancia de los amos respecto de su música, la consecuencia fue que pudiesen mantener íntegro gran parte de su legado musical en el momento de fusionarse con los elementos compatibles de la música europea y estadounidense, con lo que se consiguió un híbrido con notable influencia africana.
De carácter mucho más africano eran las manifestaciones musicales relacionadas con el trabajo y la vida cotidiana. En especial las canciones de trabajo, los hollers, los shouts y ring shouts y, finalmente, los street cries (gritos callejeros), que incluían tanto pregones de mercaderes, como cantos de celebración, noticias, etc. y que solían cantarse en patois o gombo (dialecto criollo del francés) (Berendt 1994)
No sólo en la conservación de su música tradicional se manifestó el carácter musical de la población de origen africano. Como señala Sablosky, “del siglo XVII al XIX, en las casas de las plantaciones, era cosa familiar ver un violinista negro”, que se encargaba de tocar gigas, minuetos y otra música bailable en las fiestas familiares. La figura del violinista tendría una gran importancia en los primeros tiempos del jazz.

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