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Identidad en la globalidad: El arte de Romeo Galdámez

Armando Molina, 

Escritor 

A mediados del siglo pasado, el artista norteamericano Robert Rauschenberg nos dio a ver y entender que el arte, al igual que la vida misma, ya no tendría un centro regulador y jerárquico de iconografías único. Nos hizo ver que este había sido sustituido por un acelerado devenir de imágenes que se develaban en avalanchas de cosas y seres tan numerosos, que rebasaban hasta los propios seres y cosas ya existentes. Su innovadora proposición artística fue que una obra de arte podía desarrollarse y realizarse en cualquier momento, en cualquier material, en cualquier parte y ser destinada a presentarse donde quisiera, ya fuera un museo, la calle, en un sobre de carta o hasta en un bote de basura. Estos fueron los novedosos argumentos teórico-artísticos que le convirtieron en una de las figuras más influyentes y determinantes de la escena artística internacional a partir de entonces. Ya en los años sesenta, su relación con Andy Warhol le permitió conocer y profundizar en una técnica que incorporaría como suya y que definiría su obra y su estilo: la serigrafía, la obra múltiple y la oportunidad única de crear un nuevo código de iconografía personal, que luego se convirtió en el rostro del mundo.

La serigrafía se constituyó en el mundo del arte en un nuevo código iconológico: un sistema de sucesión o contraposición de imágenes diversas que producían una sintaxis artística inédita hasta entonces, que supuso una evolución desconocida del collage, y que a la vez puso sobre la mesa de discusión las ideas hasta entonces vigentes respecto a la clonación, la apropiación y la reproducción de imágenes. Era también un nuevo lenguaje artístico con una semántica propia.

En El Salvador, pocos artistas ostentan en sus biografías y trayectoria artística algún dato que justifique su rareza u originalidad dentro de la historia de la plástica nacional, hay escasos ejemplos. En el contexto sociológico de su origen, el caso del artista Romeo Galdámez podría ser uno de ellos debido a su singular causalidad. Nacido en el pequeño pueblo de Cinquera en el departamento de Cabañas en 1956, desde su infancia Galdámez anheló convertirse algún día en «ciudadano del mundo». Allí, desde ese remoto mundo rural, Galdámez empezó a fantasear con la idea de convertirse en artista y en cómo dar forma y proceso a este deseo intenso y nada común para un jovencito salvadoreño nacido en ese ámbito tan alejado de toda realidad artística moderna. Fue un llamado ineludible, acompañado de una energía incesante que lo decantó hacia las lides de las artes plásticas.

Formado inicialmente en el Centro Nacional de Artes (CENAR) de El Salvador de donde se graduó de bachiller en artes plásticas en 1974, gracias a una beca otorgada por el gobierno salvadoreño, en 1975 Galdámez parte hacia la ciudad de Porto Alegre, Brasil, para especializarse en artes gráficas en la Universidad Federal do Río Grande do Sul. Allí durante esta etapa se sucedieron sus primeros contactos con las artes gráficas, particularmente con la serigrafía (fotomecánica), técnica novedosa que ostentaba durante esa época un gran auge en el mundo del arte latinoamericano, pero particularmente en Brasil donde luego adquirió y aún mantiene una popularidad insospechada. Asimismo, Galdámez tomó contacto, incursionó y tuvo protagonismo en el entonces novedoso movimiento de Arte Correo (Mail Art) que adquiría relevancia y auge estético en la escena artística mundial.

De regreso a El Salvador, Galdámez se encuentra con la inminencia de la guerra civil, trágico evento que sacudió los fundamentos culturales de la sociedad salvadoreña que venían en desarrollo formal desde los años 30. Empeñado en su concepto de ser un ciudadano del mundo, Galdámez el artista confiesa su quimera detrás de la noción: “Yo he andado siempre obsesivo con el concepto de globalidad en mi trabajo artístico, pero lo hago con el propósito de afirmar mi propia identidad salvadoreña en el mundo”. Así lo afirma en su visión artística personal, transformada por su experiencia y habilidad técnica en una alegoría de la identidad en la globalidad, y manifestada en lo que hoy contemplamos en esta muestra «Con(cierto) Collage. ReP/Trospectiva 2018 SV».

Asuntos fuera de su control relacionados con la guerra civil de su país lo expulsan de la caótica escena salvadoreña de los años ochenta y lo plantan en México, específicamente en Morelia, Michoacán, donde hubo de pasar veintidós años de su vida dedicado a sus estudios de arte en un principio, y más tarde como docente de artes gráficas. Esta larga experiencia en México constituyó también el sello determinante de su visión artística y técnica, y marca el regreso definitivo a su país en el 2003.

A partir de la década de los noventa, más que un movimiento artístico tuvo lugar desde la plástica una renovación crítica, de espíritu independiente y moderno, en todo el ambiente cultural y artístico salvadoreño. La desconstrucción del imaginario oficial, el análisis de los problemas sociales, junto con los discursos post-utópicos y la expresividad individual a menudo convertida en testimonio de una punzante experiencia de contradicciones, fueron las preocupaciones temáticas de los artistas; ahora los creadores deben enfrentarse a asuntos como la cooptación, las caprichosos vaivenes del mercado o a la descarnada indiferencia del mundo cultural contemporáneo, ese que con frecuencia nos mira con ojos paternales.

Es en este contexto cultural donde se inserta la visión artística cosmopolita del artista Romeo Galdámez; su obra ya con un estilo definido y con carácter propio, forjada en diversos medios, incluyendo el conceptual arte objeto, —como su magnífica pieza «Co(razón) Collage»—, y con la habilidad y dominio óptimo de la técnica de la serigrafía. La suya es una obra compacta de fina y diversa factura, concebida y ejecutada desde distintos lenguajes y formas, que incluye serigrafía, técnica mixta, instalación, vídeo y fotografía. Son obras elaboradas en una técnica serigráfica impecable, que resumen diferentes momentos de su trayectoria vital e intereses temáticos. En ellas no sólo usa las mismas morfologías y los materiales heteróclitos disponibles, sino también despliega los temas y simbologías identitarias habituales que abundan en toda su obra. Heredero salvadoreño de su maestro el estadounidense Rauschenberg, no sería errado pensar que Galdámez, si no el único, es quizás el maestro de la serigrafía por excelencia en El Salvador.

Aglutinada la exhibición en una especie de paseo visual de vida y trayectoria artística, podemos observar en su propuesta una suerte de escenario conceptual en la que la obra en conjunto pretende establecer un diálogo experiencial con el observador al presentar diversos itinerarios, iconografías y experiencias de vida; intercalando entre ellos, a manera de guiños de complicidad, reconocibles símbolos y señales de la memoria histórica global. En la propuesta curatorial se perciben sutilmente sugeridos algunos apartados: Un ´diario en tránsito´, como define el artista su libro-objeto Co(razón) Collage; los cuatro vitrales Led de soporte matérico; el políptico (biombo) constituido de seis piezas de pequeño formato —que recuerdan sutilmente las clásicas ´cajas´ del artista Joseph Cornell, otra de sus influencias—; y ocho collages/ensamblados que formaron parte de su reciente exhibición en Palo Alto, California, en noviembre de 2016, «Territorios de la Memoria».

En las piezas ensambladas podemos observar una riqueza de elementos formales, donde utiliza como principal componente las transferencias, elementos tan conocidos y utilizados en la actualidad. En ellas intervienen imágenes extraídas de revistas y fotografías, consideradas muchas de esas imágenes como un surplus iconográfico de la sociedad, un elemento tan característico en toda las series del artista; sobre todo en sus combinaciones de cómics, reproducciones de ilustres obras de arte, letras números, diagramas mezclados con herramientas de dibujo como el grafito, acuarela, crayones, con las que hace presencia la técnica del frottage. Pero particularmente en la serie de montajes en paneles de luz Led, composiciones que inmediatamente recuerdan el parentesco con el Dada, en el sentido de que el Dadaísmo combinaba los textos y las imágenes de los carteles publicitarios (incluyendo los modernos mupis como en este caso), los slogans, los panfletos revolucionarios, el arte popular y la cultura cotidiana en collages, cuadros con textos, fotografías, assemblages, incluyendo obras de teatro y performances, convirtiendo su estética en algo cotidiano.

En lo relativo al enfoque, manejo y fusión de sus conceptos de composición, su técnica y su visión artística, Galdámez declara: “Considero mis «retablos» como una reflexión genuina de mi historia personal, mi origen y mi filosofía de artista: planteo lo ancestral, pero con un ‘quiebre cultural’ moderno, a veces sutil, otras veces más que evidente”. Conceptualmente, sus obras funcionan como una multiplicidad de sugerentes palimpsestos serigráficos de la memoria, cuyo origen inconsciente se remonta a su infancia rural, a los clásicos “canceles” de casas de pueblo y campestres, y toda la significación y carga sociológica que conllevan.

Estamos pues ante la obra madura de un consumado maestro de la serigrafía en total control de su oficio. Romeo Galdámez es un artista multidisciplinario de las artes gráficas que ha sabido plasmar en su obra su experiencia vital, sus preocupaciones filosóficas y sus descubrimientos artísticos y vivencias sociales, en una fusión de vertiginosas imágenes iconográficas que suscitan en el observador miríadas de emociones y sensaciones, tal como se espera de un arte y una visión originales. Su obra es en esencia una moderna alegoría artística de la identidad individual en la globalidad, la cual le ha convertido en aquello que alguna vez anheló ser: un ciudadano del mundo.

San Salvador, El Salvador, 13 de junio de 2018.

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