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Golpes de Estado y Golpes de Gobierno (4)

René Martínez Pineda *

En la famélica cintura del continente: Guatemala, El Salvador y Honduras con las más cruentas y analfabetas versiones de dictaduras militares montadas en Golpes de Gobierno… y en Golpes de Estado cuando era urgente modificar las cartas náuticas del régimen. En el sur: Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay y Chile sufrían, con sus readecuaciones más o menos prácticas, bajo la bota de las Dictaduras de Seguridad Nacional. Casi de inmediato se les sumó Argentina, el único país con un gobierno medianamente democrático y civil, pero que al final no se resistiría a la tétrica lógica continental auspiciada por el señor del norte que, dinero y fusiles en mano, sembraba gobiernos militares en todo el hemisferio sur tan repleto de recursos naturales.

Argentina se desenvolvía políticamente, allá por 1976, bajo la referencia novedosa del gobierno peronista cuyo fundador falleció en 1974, pero su legado fue retomado, en tanto continuidad y no continuismo, por su mujer (María Estela Rodríguez de Perón) que se puso al frente del gobierno. Los gobiernos de Perón habían tenido, antes de su exilio por el Golpe de Estado que lo derrocó, en 1955, un carácter reformista y social que en verdad no era tan severo. Desde su inicio, haciendo alarde de elocuencia política, su gobierno juró luchar por los derechos de los trabajadores y, por ello, los sindicalistas se constituyeron en el pilar táctico y la fuerza estratégica que lo apoyó, aunque ideológicamente nunca fue –ni se vio a sí mismo- como un radical de la izquierda marxista y, abiertamente, estaba en contra del comunismo.

Con esas premisas político-ideológicas llega al gobierno de nuevo (1973) después de la renuncia de Campora (El Tío), en torno a lo cual se tejió una leyenda urbana que aseguraba que renunció por presiones misteriosas y fantasmales del llamado “brujo”, José López Rega, que era el asesor más cercano de Perón y era considerado como una figura porfiada que tendría un papel notorio en ese proceso hacia la dictadura militar. En ese marco convulsivo, en lo interno y lo externo; en ese marco tan propio del realismo mágico, el gobierno de Perón inicia con un discreto Pacto Social patrocinado por él (consenso político y moral básico) entre empresarios y trabajadores que, en un primer momento, sentara las bases de la paz social en el país. Pero por la situación de ceguera y presión continua que ejercía la nutrida hojarasca de la injerencia norteamericana, fue esa situación de vaguedad o de falta de radicalismo político (que suponía el querer quedar bien con todos y el no pronunciarse por unos u otros de forma firme) lo que terminó siendo un determinante y un precipitante del acontecer de los hechos.

En los conflictos internos en la Argentina de Perón –convulsionada por varios flancos- se suscitaron en el seno de sus seguidores, quienes por la amplitud de su propuesta eran de izquierda y de derecha, al tiempo que se dio una continua ascensión del fastidio de los antiperonistas (obviamente guiados por la extrema derecha que, políticamente, representaba a la burguesía argentina y su sector más radical: la oligarquía) así como de los llamados “comunistas”, lo que provocó que el abanico del conflicto social fuera muy amplio, dicotómico e impredecible en términos ideológicos, lo cual fue aprovechado por los norteamericanos.

A esas alturas era evidente que la situación que llevó al golpe militar en Argentina fue diferente de la que se gestó en Brasil o Chile (similar al caso salvadoreño, en 1979, en tanto que un amplio sector social le puso fin formal a la dictadura militar antes de que se desbaratara por sí misma, pero “los militares jóvenes” hicieron de un inminente Golpe de Estado un Golpe de Gobierno con el que se abriría la guerra civil, un año y medio después) donde gobiernos deliberadamente de izquierda o reformistas chocaron -no frontalmente- con los intereses económicos de EE.UU. aunque el resultado fue el mismo: Dictadura de Seguridad Nacional. Es interesante preguntarse ¿por qué se dio una dictadura ultra-represiva en Argentina, al estilo de las de Brasil, Chile y El Salvador, si los factores detonantes y desencadenantes fueron diferentes y, por tanto, había poco espacio de maniobra propagandística para justificar una represión anticomunista del mismo oleaje que en los otros casos?

Una buena respuesta es que a pesar de que el peronismo no era radical ni pautó reformas económicas que tocaran, duramente, los intereses económicos de la burguesía, ni los intereses de los EE.UU. sí es cierto que se maduraba -en la Argentina sin un título mundial de fútbol- una amplia conflictividad social que pernoctaba con los grupos paramilitares de escuadrones de la muerte, así como con grupos guerrilleros -los Montoneros como ejemplo clásico- y con la derecha militante -Milicias Nacionalistas o el Comando Nacional Universitario- que llevaban a cabo actos de violencia antagónicos. Si a eso le sumamos que también se habían arraigado entre los jóvenes argentinos los movimientos de masas reivindicativos de los 60s en busca de mayores libertades e igualdad social, nos dan pistas de que sí existían esos factores libertarios que para el control social –el ajuste social de las disfunciones, según la sociología funcionalista- toda dictadura militar basada en la doctrina de la seguridad nacional estaría más que interesada en hacerlos desaparecer, física e ideológicamente.    

EL punto culminante de la historia de los Golpes de Estado y Golpes de Gobierno, pasando por lo sucedido en el continente, es que vuelven a ser una constante o una pretensión. Es en este momento cuando el equilibrio entre Norte y Sur se está demarcando cuando EEUU ensaya nuevas y feroces versiones injerencistas que, no necesariamente usando a los militares, buscan recomponer su hegemonía y “caerle” de nuevo a los recursos naturales que considera en peligro debido a los procesos de nacionalización. En el siglo XXI, los militares le han cedido el paso a los empresarios más reaccionarios, para que sean ellos quienes den Golpes de Estado y Golpes de Gobierno, haciendo de la injerencia y la expropiación los recursos bélicos, con la ganancia de que estos no destruyen la infraestructura.

De esa forma, un Golpe de Estado moderno en el continente (los llamados “golpes blandos”) será ideado en las fábricas y los hoteles de lujo y será consumado en los medios de comunicación social, en las Salas de lo Constitucional y en los organismos financieros internacionales, pues se pueden llevar a cabo poniendo trabas jurídicas o “comprando” las voluntades.

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