Por David Alfaro
20/09/2025
El colapso de la cañería madre de ANDA no es sólo un problema técnico, es una tragedia nacional. Más de medio millón de capitalinos están viviendo las consecuencias directas: escasez de agua en el país Cool y en pleno siglo XXI. En cualquier país responsable, un hecho así habría activado de inmediato recursos como los del Fondo de Protección Civil, Prevención y Mitigación de Desastres (FOPROMID), creado justamente para responder a emergencias como esta.
Sin embargo, ese fondo ya no existe como debería. Bajo el gobierno de Nayib Bukele, el FOPROMID fue vaciado: se desviaron alrededor de 1,473 millones de dólares sin transparencia, sin auditorías claras y sin que la ciudadanía sepa a ciencia cierta a dónde fue a parar ese dinero. Hoy, cuando la gente necesita agua de emergencia, la respuesta estatal se reduce a pipas insuficientes, bolsas y botellas que no alcanzan.
La ironía es cruel: un fondo diseñado para proteger vidas en situaciones críticas terminó convertido en caja chica de la dictadura. Y ahora, miles de familias salvadoreñas padecen sed, enfermedades y precariedad porque el dinero de su propio rescate ya fue consumido.
Este episodio desnuda la fragilidad de un sistema donde los recursos públicos se manejan como patrimonio personal del poder. No es solo la tubería lo que colapsó, es también la confianza ciudadana en un Estado que no responde cuando más se le necesita.
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