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Esencia de Monseñor Romero, Rutilio Grande, Ignacio Ellacuría, 14 de octubre 2018 (XII)

César Ramírez Caralvá

Escritor y Fundador Suplemento Tres mil

(Fragmento: La vida de Marcos)

Mi doble vida estaba llena de tensión con mugre de motores, manchas negras, manos llenas de callosidades, me sentía muy limpio.

Un día hube de salir tarde, las condiciones se tornaron necesarias por un trabajo urgente, aquello era un trabajo sin horas extras, ni nada, en las fuerzas militares no existe eso, la noche ocultaba todo, los otros ayudantes y el maestro se fueron a su tiempo, me bañe y cambié de ropa, casi por salir observé que el almacén logístico estaba sin llave, alguien con prisa olvidó cerrar completamente la puerta, así que un impulso explorador me llevó a su interior, aquello era una fiesta de armas, uniformes, equipos especiales, un arsenal de dispositivos personales que solo vi en películas de la II Guerra Mundial y no había guardia, era mi oportunidad, mi corazón estallaba de temor, sudaba frío, mis sentidos agudizaban a distancia todo, vista, oído, olfato, hasta la brisa delataba las postas armadas a unos metros tras la pared, no sabía que tomar, eran tanto que no podía cargar con todo, me abalancé sobre las ametralladoras, una Uzi me hechizó, su lustre acerado, pequeña como navaja de balas, si mi coraje hacía que la acariciara como a mi novia, la inteligencia me decía que no era posible el robo, ¡si alguien lucha contra la tentación pierde! Por ello yo la acariciaba y la acariciaba, entonces vi un avituallamiento de uniformes eran muchos, pero suficientes para cargarlos, a diferencia de la Uzi que era una pero necesitaba muchos cargadores, tomé los que mis brazos abarcaban y botas, no sé por qué estúpidamente tomaba botas, así que ahí iba como hormiga podadora, con los equipos a cuestas; mientras tanto a fuera no se movía nada, sabía los movimientos de las rondas de los guardias, debía aprovechar su hora de descanso eso ocurriría en diez minutos, estar con los equipos en las manos y en ese sitio era lo mismo que un suicida inalterable frente a un tren de alta velocidad, en la cuadra había un sitio de basura, un desagradable reducto donde tiraban todo lo humano y en ocasiones lo impensable, mi plan era llegar a ese sitio y luego escapar por una entrada secreta del campo en su lado oscuro, porque todos los guardias sabían que en el campo de entrenamiento existía ese hueco, lo ocupaban para su escapadas o nosotros los utilizábamos cuando llegábamos tarde, esperar en esas circunstancia es abrazar a la muerte.

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Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.