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Ernest Hemingway en los tiempos de Obama

Caralvá

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Suplemento Tres mil

 

Caminar por las calles de La Habana y visitar el Bar Floridita o la Bodeguita del Medio es comprobar la vigencia de la leyenda de aquél escritor, pharmacy parece una peregrinación alegre entre las multitudes confundidas con sus nacionalidades reunidas en un bar abarrotado de idiomas, razas, culturas, con trajes regionales o simplemente con vestidos ligeros de verano; aventurarse en su interior para degustar un daiquirí es luchar por un espacio en el cual se apretujan grupos de turistas los cuales compiten por una copa de la casa, los bartender no dan abasto por el desborde de los sedientos visitantes, en pocas ocasiones he observado tal ansiedad, quizás por la agenda de visitas a los sitios de “culto” del hombre que escribió: El Viejo y el mar.

Además de los sitios referidos tenemos el Hotel Ambos Mundos en la habitación 511 que tiene vista a la ciudad, ahora en el siglo XXI se convirtió en un museo, el amplio lobby del bar está plagado de cristales, mientras un virtuoso pianista ejecuta Siboney, la popular canción de Ernesto Lecuona; los extranjeros departen como en una tienda para coleccionar las remotas imágenes de un premio nobel que recorrió los mismos pasillos. En ese hotel se hospedó Michael Palin de Monty Python con su equipo para grabar un documental sobre la vida y los libros de Ernest Hemingway, la visión panorámica del lobby con su ascensor de principios de siglo, dibujan otra época, aquella de los años treinta congelada en las páginas del escritor norteamericano.

En su novela Islas del Golfo se encuentra el origen de esa leyenda del Floridita, con personajes mafiosos y políticos de una época que pronto llegaría a su fin con una guerra mundial e iniciaría la época industrial.

“En una Habana donde flota una atmósfera de placer y violencia, entre el azul marino de su lecho y los fuertes vientos y el oleaje estrellándose contra las piedras que franquean la entrada del puerto”… “Hemingway trata de resolver en una preciosa jarra de cristal, de sacar a flote las cosas más sensibles que estaban presentes en la Habana, incluyendo aquel bar al que sólo acudían los chiflados, en la carretera de Boyeros, desde el más tenebroso sanatorio del mundo; y están las conversaciones con el alcalde, en presencia de la puta Liliana, y esta la marihuana, y la política habanera, y los negocios con el agua, la bolita y lotería nacional, y los asuntos de la aduana y el jefe de la policía”… Hemingway en Cuba /Enrique Cirules – Madrid: Ediciones Libertarias, 1999 pág 110-111.

Ese ambiente rebosante de daiquirí, que debe tomarse en cámara lenta y no como nuestros expedicionarios, que  falta de instrucciones etílicas sorbieron tan rápido su copa, como si de un raspado de hielo (minuta) se tratara, lo cual provocó una reacción inmediata de los senos nasales con un profundo dolor en el entrecejo…  lamentable evento de nuestra ingenua delegación salvadoreña en los tiempos de Obama y los Rolling Stones en Cuba, al final sobraron la copas… que vaina, tanto esfuerzo para terminar regalando los famosos daiquirís…

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