Por Luis Manuel Arce Isaac
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció el regalo de navidad de la Casa Blanca a sus vecinos malqueridos del sur: «Ahora lucharemos en el suelo», es decir, el inicio próximo de ataques terrestres contra las instalaciones de los cárteles de la droga en América Latina.
Fue un mensaje de pascuas con fuerte olor a pólvora, no a vino, mientras deshuesaba el pavo durante la cena de Nochebuena en su club Mar-a-Lago, en Palm Beach, Florida, y Melania, su esposa, filmaba un video de amor y esperanza con sonrisa plástica, como si la declaración de su esposo minutos antes fuese en realidad de paz y armonía.
Trump brindó desde su mesa adornada con motivos pascuales, por los militares que ya infligieron 105 bajas mortales al enemigo que amenaza desde pequeñas lanchas la seguridad nacional estadounidense, y felicitó por separado a la tripulación del portaaviones USS Gerald R. Ford, surto en las aguas cercanas a Venezuela, símbolo inequívoco de poder y resistencia.
El mandatario no se extendió mucho en los detalles del anuncio y fue mudo en los argumentos para sustentarlo. Solo advirtió que tenía planeado ordenar ataques terrestres contra el narcotráfico en la tierra de América Latina. O sea, no es solamente Venezuela.
Fue, sin lugar a dudas, un regalo de navidad muy significativo, como seguramente lo habría hecho Herodes el Grande en su obstinación por impedir la llegada de Jesús, o Antipas, su hijo, que lo entregó a Pilato a sabiendas que el Sanedrín lo crucificaría.
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