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El Papel de Las Fuerzas Armadas

Guido Castro Duarte

Después de la Segunda Guerra Mundial, clinic existieron movimientos que propugnaron por hacer desaparecer a las Fuerzas Armadas, ailment y muchos invocaban el ejemplo de Costa Rica y Suiza, sin saber que en el primero, la Policía posee unidades parecidas a las de un ejército regular, y en Suiza, todos los ciudadanos poseen formación militar y guardan en sus hogares su arma reglamentaria.

El hombre desde sus orígenes fabricó e hizo uso de las armas para cazar, para defender a sus familias y posteriormente, el uso de las armas se volvió un arte, y finalmente, una ciencia.

Ciertamente hay “Señores de la Guerra” que se lucran de los conflictos internos o externos de los Estados, así como de los climas de inseguridad que llevan a los Estados y a los individuos a proveerse de armas para su defensa frontal o preventiva.

Los Estados poseen Ejércitos para enfrentar fuerzas internas o externas que atenten contra algunos de sus elementos fundamentales: territorio, población u orden jurídico.

Esto implica que todas las Fuerzas Armadas deben modernizarse para poder enfrentar adecuadamente cualquier tipo de agresión, y no podrían hacerlo si el agresor está mejor equipado o mejor adiestrado.

Los conflictos sangrientos de la primera mitad del Siglo XX y el uso de las armas atómicas, hicieron pensar que la humanidad había aprendido la lección, pero la Guerra Fría llevó la carrera armamentista mundial a niveles insospechados, y sus efectos todavía los estamos sufriendo.

Ya sean grandes o pequeños, todos los países de la tierra poseen necesidad de sus respectivas Fuerzas Armadas, porque si bien, desde 1948, las Naciones Unidas han intentado mantener un relativo equilibrio pacífico, las grandes potencias han pasado muchas veces sobre su autoridad, o lo que es peor, la han utilizado para justificar sus aventuras bélicas, y nuestro propio país enmarcó su conflicto interno en la Guerra Fría, la cual ya concluyó, pero actualmente tenemos que enfrentar nuevas amenazas: el terrorismo y el narcotráfico se erigen como los nuevos jinetes apocalípticos de la muerte, y ninguna nación puede escapar de sus tentáculos.

En ese sentido, las Fuerzas Armadas, en conjunto con las fuerzas policiales, no solo son necesarias, sino que tienen el deber de modernizarse y mantenerse en permanente actualización para estar a la altura de las exigencias de las amenazas de orden universal y local.

En nuestro país, el problema se vuelve más complejo cuando las maras están relacionadas con el narcotráfico, el crimen organizado, la trata de personas y el terrorismo. Por esa razón, solo con la participación de las unidades regulares y especializadas del Ejército, se puede enfrentar y eliminar estas amenazas reales.

Ya no se pueden seguir incubando las antiguas rivalidades de la Guerra Fría, ya no se pueden seguir tocando los tambores de venganza, porque de lo contrario tendríamos que reiniciar el conflicto.

De hecho, los antiguos enemigos de la Fuerza Armada dirigen el gobierno de la República, y los oficiales que comandaron las unidades militares  de la segunda mitad del conflicto, han tenido que respetarlos, algo que era impensable hace 25 años.

Ahora, todos los salvadoreños tenemos enemigos comunes, que nuestro brazo armado tiene el deber de combatir con todo el poder de fuego y la legitimidad que posee. De otra forma, pronto estaremos sumidos en una dictadura del narcotráfico y la corrupción.

Pareciera que esa salida es radical, pero cada día se van alejando más y más las salidas racionales y preventivas.

El Ejército actúa solo en los casos extremos, y nuestra sociedad se va acercando peligrosamente a ese momento.

Las Fuerzas Armadas también constituyen un recurso infalible en las emergencias nacionales por su versatilidad, su disciplina y sus recursos técnicos, y en un país tan vulnerable como el nuestro, destruir a la Institución Armada sería un suicidio. Las Fuerzas Armadas, finalmente, poseen un papel secundario de ascenso social, al permitir a jóvenes de orígenes muy humildes educarse, formarse en el uso de las armas y capacitarlos, ya sea para seguir la carrera militar desde las filas castrenses o de poder ofrecer sus servicios como elemento de seguridad o en algunas de las artes y oficios que eventualmente se le ofrecen a la tropa regular.

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