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Egipto continúa sumido en la violencia dos años después del derrocamiento de Mursi

Por Jay Deshmukh

El Cairo/AFP

Dos años después de que el ejército derrocara al presidente islamista Mohamed Mursi, here pilule los yihadistas continúan perpetrando atentados mortales en Egipto, sick cuyas autoridades mantienen a su vez una sangrienta represión contra cualquier tipo de oposición.

El país árabe más poblado conoce una oleada de atentados sin precedentes desde que el exjefe del ejército y actual presidente egipcio, Abdel Fatah al Sisi, destituyera y detuviera el 3 de julio de 2013 a Mursi, al término de varias manifestaciones masivas contra su único año de gobierno.

Los acontecimientos de esta semana hablan por sí mismos. Tras el asesinato el lunes del fiscal general Hisham Barakat en un espectacular atentado con bomba en El Cairo, combatientes vinculados al grupo Estado Islámico (EI) lanzaban dos días después una serie de ataques coordinados contra varias posiciones del ejército en la península del Sinaí, que dejaron decenas de muertos.

Al mismo tiempo, «asistimos [en Egipto] al regreso de la represión y de las detenciones arbitrarias», declara Mohamed Nabil, miembro del movimiento de jóvenes laicos y de izquierdas 6 de Abril, prohibido por la justicia en 2014. «El fracaso político [de las autoridades] es brutal a todos los niveles», estima.

Durante los meses posteriores al derrocamiento de Mursi, las fuerzas de seguridad egipcias mataron a más de 1.400 personas, en su mayoría manifestantes islamistas. Decenas de miles más han sido encarcelados y otros cientos condenados a muerte en expeditivos procesos masivos, entre ellos el propio Mursi y varios dirigentes de su cofradía de los Hermanos Musulmanes.

Sisi mantiene su popularidad

Al decir actuar en represalia contra esta represión, los movimientos yihadistas han matado a cientos de policías y soldados, lo que representa un serio desafío para el presidente Sisi, cuyo primer objetivo es restablecer la seguridad y relanzar una economía en dificultades.

Aunque en un primer momento la represión se limitaba a los islamistas, las autoridades la extendieron rápidamente a los movimientos laicos y de izquierdas, que encabezaron la revuelta de 2011 para expulsar del poder al entonces presidente Hosni Mubarak.

«Las autoridades egipcias han demostrado que no se detendrán ante nada en su intento de aplastar cualquier desafío a su autoridad», afirma en un comunicado la directora adjunta de Amnistía Internacional para Oriente Medio y Norte de África, Hassiba Hadj Sahraoui.

Justo después del asesinato de Barakat, el presidente Sisi prometió juicios rápidos y una legislación más dura para luchar contra el «terrorismo». Y, dos días después, el gobierno aprobó una nueva ley antiterrorista para «ofrecer una justicia rápida y vengar a nuestros mártires».

Sisi, elegido jefe de Estado un año después del derrocamiento de Mursi, sigue siendo popular en amplios sectores de la población.

«Muchos egipcios, cansados de la inestabilidad política y asustados por el alza de los ataques terroristas en las grandes ciudades, apoyan ampliamente la represión», estima Eric Trager, analista del Washington Institute for Near East Policy.

Desafíos económicos

Pero dos años después de la destitución del primer presidente elegido democráticamente en Egipto, la recuperación de la economía se mantiene como uno de los principales desafíos, en un contexto de inflación del 13,5% y de déficit presupuestario del 12%.

El gobierno busca una ambiciosa tasa de crecimiento del 7%, pese a que el vital sector del turismo se resiente de la inestabilidad política. En 2014, sólo 9,9 millones de turistas visitaron el país, contra casi 15 millones en 2010.

Para relanzar la economía, Sisi organizó una importante conferencia económica en marzo, que permitió a las autoridades firmar contratos de inversiones por un monto de 36.200 millones de dólares.

Además, El Cairo inaugurará el 6 de agosto una segunda vía del canal de Suez, que duplicará la capacidad del tráfico en esta arteria fundamental entre el mar Rojo y el Mediterráneo.

Los ingresos del canal deberían aumentar de los 5.300 millones de dólares (unos 4.700 millones de euros) previstos en 2015 a unos 13.200 millones de dólares (11.700 millones de euros) en 2023.

«El crecimiento económico actual es del 5% cuando se necesitaría un crecimiento del 7% al 8%, visto el crecimiento demográfico del 2,6%», indica el economista Angus Blair, director de Signet Institute con sede en El Cairo, quien espera «otros proyectos de desarrollo en el sector de las infraestructuras para potenciar la creación de empleo».

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