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Conflicto, democracia y diálogo…

German Rosa, s.j.

El Salvador atraviesa una crisis política que ha puesto en cuestión el Estado de Derecho y la estabilidad institucional del país. En la presente coyuntura la propuesta razonable del diálogo se ha encontrado con grandes obstáculos y pareciera que la política actual no responde a las necesidades y las exigencias de los ciudadanos de a pie. Existe un abismo entre lo que ocurre en la población y los partidos políticos con sus representantes en los distintos poderes del Estado. Se está convirtiendo la política en sinónimo de intriga, conflicto estéril, de pactos a espaldas de la población, de corrupción, etc. Se está confundiendo la política con intereses personalistas y una partidocracia, que se ciega a la gran crisis de la pandemia del  COVID-19 y sus consecuencias que serán de largo alcance. Estos temas son fundamentales para la población en general, y más que nunca en un contexto en el cual está siendo afectada por una crisis sanitaria inimaginable e inesperada.

Y la realidad que se impone hoy en la sociedad y en la política es la crisis global de la pandemia del COVID-19, la recesión económica y sus terribles consecuencias sociales.

Hoy más que nunca lo líderes políticos se encuentran cuestionados por la población y la opinión pública internacional. Además, los poderes del Estado se encuentran ante la disyuntiva de optar por la búsqueda del bien común o la instrumentalización del poder para dominar represivamente a los ciudadanos. En definitiva, las funciones de los gobernantes son para el bienestar de toda la población y no para una clase política.

La separación de los poderes del Estado implica un equilibrio entre las distintas instancias de poder. Dicho equilibrio se mantiene en una tensión dinámica. En términos prácticos es el poder que controla el poder… Pero, cuando se imponen intereses personalistas, o prevalecen los propósitos particulares de partidos a espaldas del interés general, se violenta la institucionalidad y se hiere peligrosamente la democracia favoreciendo la afirmación de un poder autoritario de un líder, un grupo particular o de un partido.

En la democracia el interés general y la voluntad general deben prevalecer sobre los intereses particulares.

Las políticas y acciones gubernamentales no pueden estar desvinculadas de los derechos de los ciudadanos que están siendo lesionados por la falta de respuestas eficaces a la crisis sanitaria y están sujetos a los caprichos autoritarios, la arbitrariedad y los abusos de sus propios gobernantes.

Lamentablemente vivimos en una sociedad formalmente democrática, pero la democracia aún no se ha realizado. Nuestra sociedad democrática está enferma de dinero, de corrupción, de impunidad, de injusticia, etc. Los males de la democracia se han extendido como una mancha de aceite…

El proyecto que se impone en estos momentos en El Salvador es avanzar hacia el logro de un mayor consenso y legitimidad política respondiendo a las grandes exigencias de la población garantizando la seguridad sanitaria, pero sin que esté reñida con los derechos ciudadanos fundamentales. De lo contrario entraríamos en un período de ingobernabilidad, cuyas consecuencias directas las sufrirán como siempre el ciudadano de a pie o de la calle…

Por esto es importante tomar en serio el diálogo. Y sobre este tema El Salvador tiene una experiencia histórica extraordinaria. No olvidemos que antes que estallara el conflicto armado que duró por más de una década, Mons. Romero planteaba el diálogo como la primera opción en el contexto de la crisis y la polarización política del país a finales de los años 70s. Mons. Romero lo expresó así en aquel entonces: “El verdadero diálogo nacional es una necesidad del país como camino para salir de nuestra crisis; por eso, creo oportuno iluminar este tema, comenzando por lamentar que la convocación del Gobierno a un diálogo nacional haya perdido una bella oportunidad por no haberlo dotado de sus debidas condiciones” (Mons. Oscar A. Romero. 2007. Cartas Pastorales y Discursos de Monseñor Oscar A. Romero. San Salvador, El Salvador: Centro Monseñor Romero, UCA, p. 153).

Hoy el contexto ha cambiado, pero la crisis política también es profunda y esperamos que no lleve a la violencia… Y obviamente, no se puede realizar un diálogo sin condiciones propicias para garantizar sus resultados. Evidentemente, en esta coyuntura política esta mediación es fundamental para resolver los graves problemas del presente y construir el futuro del país.

No podemos olvidar que la política es una mezcla de conflicto y cooperación, sino: ¿cómo se podría entonces gobernar y dialogar con líderes e interlocutores que tienen ideologías opuestas sino se recurriera a la cooperación? Además, la política tiene una dimensión de debate, confrontación y lucha, si no fuera así, ¿cómo se podrían llevar adelante proyectos innovadores, originales y novedosos ante esta pandemia? Incluso la oposición política es un elemento constitutivo de la democracia. Y en la presente coyuntura del país, el conflicto ha de brotar en referencia a un proyecto realista que responda a la emergencia sanitaria nacional, la recesión económica y las crisis sociales que esto conlleva.

Es importante debatir sobre la cuarentena, la reactivación económica, las fases que aseguren el éxito de esta, las consecuencias desastrosas del COVID-19, diseñar un plan nacional que responda con eficacia a la grave situación de nuestro contexto. Si se hace esto, entonces el conflicto y la confrontación son fecundos y verdaderamente democráticos (Ver https://www.diariocolatino.com/el-liderazgo-de-grupos-vulnerables-en-el-post-covid-19/).

En esta pandemia se ha planteado seriamente cuál es la prioridad si la salud o la economía, pero no se trata de someter la política a la economía, ni la economía a la política, se trata de articular la economía con la política: salud con economía, o economía con seguridad sanitaria y alimentaria de la población, etc.

La democracia es un largo camino de madurez política. Los espacios de consenso no se logran de la noche a la mañana, requieren tiempo y, sobre todo en la actualidad, voluntad política.

¿Por qué hay que responder a la crisis sanitaria, social y económica del país? Porque la pandemia ya ha causado muchas víctimas y seguirá causando muchas más. También estamos entrando en una recesión económica mundial que destruirá la economía familiar y la economía nacional si no se toma en serio la situación en el país. Y, además, existe un peligro real de ingobernabilidad a corto, mediano y largo plazo cuyas consecuencias revertirán directamente sobre la misma población. La pandemia causará más desempleo, más empobrecimiento, se incrementará la violencia, etc. en el país, realidad que exige el diseño de un plan y un programa nacional ante la emergencia de la pandemia y para el período del post COVID-19. Esto solamente se logra con un diálogo auténtico y acuerdos políticos. ¡MANOS A LA OBRA!

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