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Comunidades construyendo resilencia en bosque salado

Gloria Silvia Orellana
@DiarioCoLatino

Las comunidades de playa Garita Palmera, a 120.9 kilómetros de distancia de San Salvador, se encuentran en ebullición social luego de decidir unir esfuerzos con organizaciones ambientalistas, la academia y cooperantes para “construir resiliencia” desde sus conocimientos y vivencia en sus territorios frente a los impactos del cambio climático.

Blanca Nohemy Meléndez es pescadora con una experiencia que sobrepasa una década en su natal playa, Metalío, Acajutla, en Sonsonate, y se ha sumado a estas acciones reconociendo con preocupación junto a los habitantes de las playas en Ahuachapán, que preservar el bosque salado puede significar la subsistencia de miles de familias.

“Somos las mujeres las más afectadas en este sistema extractivista y vivimos en medio del cambio climático. Ahora, también, vivimos con el monocultivo de la caña de azúcar, que se ha apoderado de muchas tierras, y que cuando comienzan a fumigar terminan envenenando a muchas especies del manglar, desde la bocana hasta llegar a la playa”, relató.

Estimaciones económicas dan cuenta que la extensión territorial del monocultivo de la caña de azúcar supera ya las cien mil manzanas del territorio nacional, situación que vienen denunciando las comunidades afectadas, pues ese monocultivo acapara tierras de producción agrícola, y extraen grandes cantidades de agua para el cultivo. Además, contaminan el aire, agua y suelos por el uso de pesticidas y madurantes o las quemas que empobrecen de nutrientes los suelos acabando con flora y fauna silvestre.

El veneno regado en avioneta pasa desde la punta de la playa de Los Almendros hasta el río Rosario, es decir, 27.2 kilómetros de distancia, es una gran afectación, dijo.

“Lo anterior lo sabemos porque hacemos el monitoreo biofísico del agua y hay meses cuando han regado el veneno encontramos algo grave, el poco oxígeno en el manglar en sus aguas, su salinidad demasiado alta y la muerte de las especies”, afirmó Meléndez.

La Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES) , junto a OXFAM, CENSALUD (UES) y comunidades aglutinadas en ACMA y ASPROFEMA , presentó los logros del trabajo que vienen realizando con el fin de restaurar el sistema de los bosques salados, los bosques de galería o bosques dulces y la protección de las fuentes de agua de la Zona Sur de Ahuachapán y el manglar de Metalío en Sonsonate.

Miguel Ángel Urbina, coordinador de proyectos y sustentabilidad de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), y coordinador de la Mesa por la Sustentabilidad del Agua y el Medio Ambiente en la zona Sur de Ahuachapán, exclamó el lema “Comunidades Construyendo Resiliencia desde sus Territorios”, que es una respuesta colectiva de acciones englobadas en la reforestación, viverismo y desazolves de los canales de este ecosistema.

“Históricamente el país ha venido siendo afectado por las diferentes crisis ambientales, climáticas e hídricas, las que a su vez, tienen un impacto diferenciado en los territorios porque hay grupos como mujeres, niñez y adultos mayores, cuyo impacto lo viven con mayor intensidad”, afirmó.

“Sonsonate y Ahuachapán son territorios altamente vulnerables que sin duda alguna, a través de la historia han venido recibiendo un mayor impacto en pérdida de biodiversidad, del bosque salado, del bosque de galería y, claro, sumando la falta de seguridad y soberanía alimentaria”, acotó Urbina.

Estos fenómenos climatológicos, aunados a las actividades humanas, incrementan la dificultad de acceso a los alimentos entre estas poblaciones vulnerables.

En los territorios en los que trabaja la UNES presentan una deforestación indiscriminada por la expansión del monocultivo de la caña de azúcar y la ganadería.

“En estudios realizados por la UNES y las comunidades, nos permitió encontrar datos alarmantes como las condiciones de inseguridad alimentaria que afecta al 75 a 80% de las mujeres, quienes son las que garantizan la seguridad alimentaria a su grupo familiar. Y en la mitigación del impacto de estos fenómenos en los diferentes territorios”, consideró Urbina.

En cuanto al modelo productivo, Urbina agregó que este provoca una “gran conflictividad social”, cuando las comunidades defienden los bienes naturales de los cuales subsisten frente a expresas extractoras, lo que marca una falta de participación en la gobernanza territorial.

“Se debe trabajar mucho en la articulación de los gobiernos locales, el gobierno central y lo más importante la participación de las comunidades que son las más afectadas por estos fenómenos climatológicos y son quienes, sufren este impacto de la crisis ambiental”, reiteró Urbina.

Los manglares son considerados fuentes de vida. Manuel Alfredo Guevara, líder comunitario de la Asociación Protectora de la Fauna y Flora de Metalío, Ahuachapán (ASPROFEMA) dijo: “sabemos que son ecosistemas frágiles”, al mencionar que el bosque salado es vital para el sustento de la comunidad, y que es generador de una parte de las economías locales como la pesca y recolección de otras especies, y como una barrera natural de protección de la costa. “Sabemos que la Constitución de la república de El Salvador, en su artículo 117, dispone que es deber del Estado proteger los recursos naturales, así también la diversidad e integridad del medio ambiente para garantizar el desarrollo sostenible y declara de interés social la protección conservación, aprovechamiento racional y restauración de los recursos naturales ¿Por qué no lo cumplen?”, señaló.

“Es por esto que desde la UNES y las organizaciones comunitarias demandamos la aprobación de normativas a favor de las comunidades y territorios, como la Ley del Cambio Climático y otras legislaciones que como comunidades hemos hecho propuestas a fin de que nos garanticen la protección de estos ecosistemas”, expresó Guevara.

¿Qué es un sistema del Manglar?, José Fidel Alvarado, especialista de la Universidad de Ciencias Forestales de Honduras, explicó que esta organización natural era uno de los “ecosistemas más importantes en términos de biodiversidad”, con la que cuenta la humanidad en el planeta.

“Toda la región latinoamericana los tiene, Honduras y El Salvador no son la excepción, pero están bastante deteriorados, -en el caso nuestro- de Universidad de Ciencias Forestales, con el apoyo del Instituto Nacional de Conservación de Áreas Protegidas y Vida Silvestre de Honduras, tratamos mancomunar esfuerzos para proteger este tipo de ecosistemas para salvar la vida también de las comunidades”, afirmó.

En cuanto al bosque salado o manglar Alvarado, añadió, que este ecosistema no solo suma importancia en términos de biodiversidad o los relacionados a las cuatro especies de mangle que conviven. Si no a la diversidad que da paso al nacimiento de crustáceos, moluscos, peces y santuario de aves migratorias.

“Un elemento muy importante de estos ecosistemas es que absorbe la mayor cantidad de dióxido de carbono y devuelven oxígeno. Y considero que la razón de generar polos importantes se puede transformar en beneficios para la sociedad si los protegemos”, acotó.

Alvarado sugirió que se puede trabajar con el “bono de carbono”, que significa una tonelada métrica de biomasa (hojas ramas, raíces, árboles) que se pagan a 83 dólares por tonelada métrica y estos fondos pueden ir en beneficio de las comunidades.

“Es aquí donde las políticas de Estado deben entrar y trabajar precisamente en leyes importantes para el manejo de recursos naturales que estén en armonía con otras leyes del Estado, como agricultura y medio ambiente, por eso debe existir una Ley Forestal, que exclusivamente atienda los ecosistemas”, aconsejó.

Estos ecosistemas no sólo reciben contaminación de aguas o envenenamiento de agroquímicos y los impactos de fenómenos climáticos, señaló Mauricio Jandres, investigador en Ciencias Acuáticas de Centro de Investigación y Desarrollo en Salud (CENSALUD-UES), también se encuentran deteriorados y fragmentados.

Jandres, de CENSALUD, junto a la Secretaría de Investigaciones Científicas, de la Universidad de El Salvador (UES), participa en el estudio de la calidad del agua superficial de ambientes abiertos como estuarios, bahías y ríos en este proyecto comunitario de la zona.

“Hacemos un monitoreo de parámetros de calidad del agua en la mayoría de los sitios Ramsar, como la Barra de Santiago, un humedal que comprende Metalío, Barra de Santiago, Costa Azul, Sanjón del Chino, Santa Rita hasta salir a los bosques salados del río Paz, a través de Bola de Monte, estamos hablando de 2 mil 600 hectáreas aproximadamente de este humedal a conservar y que es afectado”, indicó.

“El humedal en que estamos que compete a Metalío, su extensión entre manglares en sus redes primarias y secundarias de sus canales, es de 448 hectáreas las que están totalmente fragmentadas y son 3 las más afectadas, entonces la prioridad -no solo esta zona- sino para todo el humedal es la restauración del manglar en áreas críticas que está trabajando la comunidad”, acotó Jandres.

Jandres agregó que toda la información que pueda ser recabada a la larga, podría “incidir en políticas públicas”, luego de presentar los datos de esta experiencia comunitaria.

No obstante, consideró que las comunidades deberán seguir trabajando sus entornos y buscar soluciones estratégicas a la crisis hídrica del manglar, la contaminación por cultivo de caña de azúcar y frenar la frontera agrícola, así como el abuso extractivo del agua en la parte alta de la cuenca.

Noel de la Cruz Rosa Alvarado, líder comunitario de Garita Palmera, afirmó que durante un mes trabajaron diversos miembros de las comunidades para desazolvar los canales secundarios y el principal en la zona de Los Tubos, liberando 910 metros lineales en la primera parte de las acciones en el manglar.

“Los canales tienen 2 metros de ancho por un metro de profundidad, y es cierto, a la gente le cuesta hacer este tipo de acciones de limpieza, se tienen que hundir en lodo aguado pesado, maloliente, el sol y sumamos el calor, entonces, a veces, la gente se resbala y se van enlodados o les cae en sus ojos es lodo salado. Es un trabajo demandante pero se ha hecho”, reseñó.

“Hemos podido comprobar que abriendo el canal sube el pescado, hay mucho pescado pequeño que viene a crecer aquí en estas partes del canal y luego se van al mar, por eso es bueno mantener esta limpieza porque habrá alimentos para la comunidades”, reflexionó.

Uno de los problemas que han enfrentado en la siembra de nuevos arbolitos de mangle, explicó Noel Rosa, es con la especie de “mangle rojo” que trataron de cultivarlo, pero el agua dulce de un brazo del río Paz, que llegaba a la zona, ha sido desviado tras la construcción de un muro. Y este mangle al no contar con agua dulce y salada más el lodo caliente no lo dejó crecer. Es por esto que las comuniades simebran mangle negro, instaten y botoncillo.

La bióloga Marcela Díaz, de la UNES, reconoció el trabajo conjunto con las comunidades que integran ACMA y ASPROFEMA, y las acciones constantes que se hacen en documentar y medir el impacto frente de los agrotóxicos del monocultivo de la caña de azúcar en el manglar, la playa y en la vida de las comunidades.

“Entre las acciones de mitigación ante la problemática que estamos viviendo hemos logrado reforestar parches del bosque salado sembrando 3.5 hectáreas de mangle con las comunidades en las zonas de Costa Azul, Barra de Santiago y Garita Palmera para su preservación” , comentó.

“Otra parte del trabajo con las comunidades es que hemos instaurado viveros de bosque salado de mangle y estamos cuidando estos viveros que se encuentran en distintas zonas y les estamos dando mantenimiento, que se cuidan entre 3 o 4 meses, y cuando ya tienen la altura suficiente y son aptas para ser sembradas pasamos a reforestar las diferentes zonas y lo hacemos en diferentes épocas del año, no sólo cuando hay semilla”, puntualizó Díaz.

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