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Como antes René, Fernando volvió a Cuba y es libre

De los cinco cubanos presos en Estados Unidos ahora quedan tres

Como antes René, ambulance Fernando volvió a Cuba y es libre

Fernando González es uno de los Cinco Cubanos presos en EE UU desde 1998 que volvió a Cuba. En mayo del año pasado había vuelto René González. Los otros tres siguen presos, sovaldi hasta que la opinión mundial obligue al indulto de Barack Obama.

Emilio Marín

Fernando fue detenido en Miami el 12 de setiembre de 1998 y como todo preso habrá apuntado día a día cuánto le faltaba para ganar su libertad, que llegó al cabo de 15 años, cinco meses y quince días de prisión. De la cárcel de Safford no le dieron ni un minuto de libertad en una calle de Arizona. No. Del establecimiento lo llevaron agentes del servicio de inmigración a un avión y lo transportaron hacia Cuba, adonde llegó el 28 de febrero.

Cuando le preguntaron, ya en el aeropuerto internacional José Martí, cómo había sido su libertad, Fernando precisó que ese sabor lo había sentido recién en Cuba. No era un vuelo poético el suyo: hasta que el avión no tocó tierra los agentes norteamericanos no le sacaron las esposas que apretaban sus muñecas. Viajó como prisionero del imperio y lo fue hasta el último minuto. Imposible saber, aunque fácil imaginar, cómo se sintió cuando vio por la ventanilla que la máquina se acercaba a la isla y el tren de aterrizaje se desplegaba.

Fernando fue libre recién en Cuba. Para él y la abrumadora mayoría de once millones de cubanos, eso es su país. Para el imperio, en cambio, esa es una cárcel donde rige una dictadura de la familia Castro. Queda claro, una vez más, dónde estaba la cárcel y dónde la libertad…

Al flamante liberado lo aguardaban su esposa, madre y dos hermanas, que tanto sufrieron su encierro. Para estas cubanas, visitar a su ser querido fue tarea difícil por las visas y vicisitudes puestas por el servicio penitenciario, judicial y político norteamericano. Cómo él no quiere ponerse en víctima, dirá que peor lo pasaron Gerardo Hernández y René González, cuyas esposas nunca accedieron a visas. René no pudo ser visto por su mujer Olga Salanueva en los más de catorce años detenido. Gerardo tampoco recibió a su esposa Adriana Pérez en quince años y medio.

Esas circunstancias se mantuvieron para Adriana hasta hoy, a pesar de los reclamos de abogados, organismos humanitarios y peticiones de todos los rincones del mundo, incluida Argentina. Las Madres de Plaza de Mayo, el Nobel Pérez Esquivel, la Liga por los Derechos del Hombre, el Comité por la libertad de los Cinco, MASCUBA y otras entidades firmaron en ese sentido permisivo, sin éxito.

Otro rasgo de inhumanidad en el trato fue que a los cinco militantes les impidieron todo contacto entre sí. Los condenaron en Miami a penas exhorbitantes y los separaron por la vasta geografía estadounidense, como para que la estadía carcelaria fuera más penosa. Dos o tres cubanos conversando sería un privilegio o peor aún, ¿un peligro para la seguridad yanqui?

El imperio debería devolver la Estatua de la Libertad donada por Francia porque su régimen es opresivo y carente de valores democráticos. El problema es que en París tampoco cuadraría, con tanto ajuste y deportación de niños gitanos. Un buen destino podría ser el Malecón habanero, si es que Cuba la acepta.

Agentes no registrados

El caso no ha tenido gran repercusión en medios monopólicos de Argentina, pero sí en los pluralistas, entre ellos LA ARENA, que le dio un lugar desde hace años. El año pasado Víctor Hugo Morales realizó un programa radial desde Cuba y se refirió al asunto, dialogando con René. También la periodista Alicia Simeoni, de Rosario, publicó un reportaje a ese cubano en Página/12, diario que el 23 de febrero pasado dio tres páginas a la jugosa entrevista que Martín Granovsky sostuvo con el personaje.

El juicio en Miami, en 2001, fue una condena anunciada porque se cometieron todas las irregularidades, como era fácil predecir por ser La Florida una cloaca anti Cuba. Ahora las condiciones políticas han comenzado a cambiar, incluso allí, como lo detectó una encuesta: el 56 por ciento pide un cambio del bloqueo impuesto a la isla desde 1962.

Pero en 1998, cuando el apresamiento de los Cinco, el ambiente miamense era de linchamiento para todo lo fidelista. Los ánimos estaban inflamados por el Miami Herald y los fondos de la CIA, luego que la defensa isleña abatiera a dos avionetas de “Hermanos al Rescate” que habían violado en forma sistemática su espacio aéreo. Cuando fueron detenidos por el FBI se los sindicó como los informantes de ese vuelo, lo que no era cierto, como responsables de las cuatro muertes del episodio.

Ni la mejor defensa jurídica, que la tuvieron, los habrían podido salvar de las condenas. En total, cuatro perpetuas y 77 años de prisión, pese a no haber ninguna evidencia en su contra, ningún arma secuestrada, cero documentación del presunto espionaje. Nada. A Fernando González, nacido en La Habana en 1963 y egresado del Instituto de Relaciones Internacionales, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, le impusieron 19 años de cárcel. Por las reducciones de su buena conducta, pudo volar a la libertad el pasado 28 de febrero.

“Pequeño gigante”

A los integrantes de la Red Avispa sólo podían haberlos acusado de agentes del estado cubano y haber violado la ley al no haberse registrados como tales. Como explicó René en el reportaje a Granovsky, nunca husmearon en el sistema político, comercial y menos militar de EE UU. Infiltraron los círculos violentos de la gusanería para prevenir atentados terroristas contra su país. En setiembre de 1997 hubo hechos de ese tipo, organizados y financiados por el criminal Luis Posada Carriles, que provocaron la muerte del turista italiano, Fabio Di Celmo, en el hotel Copacabana.

Metidos en ese ambiente terrorista obtuvieron información que ayudó a prevenir esos bombazos y, de paso, pusieron al descubierto a los carteles de la droga emparentados con el terrorismo, que los financiaba. Como EE UU es el reino del revés, la información de La Habana a la administración Clinton sobre esas graves violaciones a la legalidad por grupos operando desde su territorio, no sirvió para desmantelar a los terroristas sino para encarcelar a sus denunciantes.

Al quinteto le hubieran correspondido penas, en el peor de los casos, de 10 años. Sin embargo ese no era un juicio legal sino político, contra Cuba, y había que castigarlos con perpetuas y varias décadas de privación de libertad.

Entre ellos estaba Fernando, que no enfrentaba los peores cargos. Su personalidad toma más relieve por lo recordado por Gerardo Hernández, en una carta escrita el 25/2 desde la prisión de Victorville. “Presencié cuando su abogado del juicio, Joaquín Méndez, le advirtió con toda razón profesional que, dada la menor gravedad de los cargos que a él se le imputaban, cualquier defensor de respeto optaría por separarlo de los demás como estrategia. La respuesta de Fernando, como la de René ante similar sugerencia, fue tajante e inequívoca”, recordó. Gerardo lo llamó “Pequeño gigante”, porque era el de menor estatura física pero con esos gestos de elevada altura moral.

Fernando quiso correr la suerte de sus cuatro hermanos. Se había educado con Martí y sus Versos Sencillos: “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”. Por esa sensibilidad acudió dos años a Angola, en 1987-1989, cuando los angolanos pidieron ayuda a Cuba para repeler a los racistas sudafricanos. La caída del apartheid en Sudáfrica y la independencia de Namibia tuvieron que ver también con Cuba. Allí estuvo el joven González. De esa experiencia y del ejemplo de Nelson Mandela debe haber sacado también tanta fortaleza para aguantar, sin quebrarse, 15 años, cinco meses y 15 días de prisión.

Quedan tres

Qué notable paradoja que el imperio carcelero separara a los Cinco, pero Fernando, compartiera cuatro años con el preso independentista López Rivera, que lleva 32 años detenido en EE UU. El cubano le contó a blogueros cómo aprendió con ese puertorriqueño, de su ejemplo de preso y las lecciones que le dio como pintor. Eso le pasa al imperialismo por tener tantos frentes de lucha en el mundo; los presos políticos de esos pueblos en algún momento se conocen y hasta a veces hablan y se enseñan lo que saben.

La vuelta de Fernando tuvo de todo, comenzando por el encuentro con sus familiares y su hermano político René, ya liberado. Eso en lo más íntimo. También tuvo el aspecto político: al aeropuerto concurrió Raúl Castro y otros miembros del Consejo de ministros y Consejo de Estado, de la Asamblea Nacional, etc. Hubo saludo militar y abrazo con el presidente, que agradeció el heroísmo del recién arribado y sus compañeros.

Tratándose de cubanos no podía faltar lo festivo. Miles de habaneros fueron a un recital con rock, salsa, rumba, nueva trova y otros ritmos bailables, que cerraron los Van Van. Después de tanto dolor, venía bien un poco de pachanga.

Ni en ese momento de alegría el liberado se olvidó de sus hermanos presos. En su primera declaración en el aeropuerto, dijo a la prensa cubana e internacional: “yo sé que la felicidad hoy es compartida por todos, es una felicidad que es difícil de describir, estar aquí en Cuba, estar aquí con la familia, es una felicidad que es inmensa y a la misma vez le falta un pedazo; y es el pedazo que queda reservado para que cuando en este mismo lugar estén Ramón, Gerardo y Tony, entonces la felicidad será completa”.

Cuba metió dos golazos. Faltan tres. Falta menos, pero la injusticia de una Miami violenta, continúa.

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