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La nueva tesis 11

Boaventura santos de Souza

En 1845 Karl Marx escribió las célebres Tesis sobre Feuerbach. En la undécima, la más conocida de todas, declara: Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

El término filósofos lo utiliza en un sentido amplio, refiriéndose a los productores de conocimiento erudito, pudiendo incluir hoy todo el conocimiento humanista y científico, considerado fundamental en contraposición al conocimiento aplicado.

A principios del siglo XXI esta tesis plantea dos problemas. El primero es que no es verdad que los filósofos se hayan dedicado a contemplar el mundo sin que su reflexión haya tenido algún impacto en la transformación del mundo. Y aunque eso haya sucedido alguna vez, dejó de ocurrir con el surgimiento del capitalismo o, más ampliamente, con la emergencia de la modernidad occidental, sobre todo a partir del siglo XVI. Los estudios de sociología del conocimiento de los últimos 50 años han sido concluyentes en mostrar que las interpretaciones del mundo dominantes en una época dada son las que legitiman, posibilitan o facilitan las transformaciones sociales llevadas a cabo por las clases o grupos dominantes.

El mejor ejemplo de ello es la concepción cartesiana de la dicotomía naturaleza-sociedad o naturaleza-humanidad. Concebir la naturaleza, y la sociedad (o la humanidad) como dos entidades –dos sustancias en la terminología de Descartes– totalmente distintas e independientes, tal como sucede con la dicotomía cuerpo-alma, y construir sobre esa base todo un sistema filosófico es una innovación revolucionaria. Choca con el sentido común, pues no imaginamos la actividad humana sin la participación de la naturaleza, comenzando por la propia capacidad y actividad de imaginar, dado su componente cerebral, neurológico.

Además, si los seres humanos tienen naturaleza, la humana, será difícil imaginar que no tenga que ver con la naturaleza no humana. La concepción cartesiana tiene obviamente muchos antecedentes, desde el libro del Génesis, hasta los de Francis Bacon, casi contemporáneo suyo, para quien la misión del ser humano es dominar la naturaleza. Pero fue Descartes quien hizo del dualismo todo un sistema filosófico.

El dualismo naturaleza-sociedad, la total independencia entre naturaleza y humanidad, es de tal forma constitutivo de nuestra manera de pensar el mundo y nuestra presencia e inserción en él, que pensar de modo alternativo es casi imposible, por más que el sentido común nos confirme que lo que somos, pensamos o hacemos no puede dejar de contener en sí naturaleza.

¿Por qué entonces la prevalencia y casi evidencia, en los ámbitos científico y filosófico, de la separación total entre naturaleza y sociedad? Hoy está demostrado que esta separación, por más absurda que pueda parecer, fue una condición necesaria de la expansión del capitalismo. Sin tal concepción no habría sido posible conferir legitimidad a los principios de explotación y apropiación ilimitada que guiaron la empresa capitalista desde el principio. El dualismo contenía un principio de diferenciación jerárquica radical entre la superioridad de la humanidad/sociedad y la inferioridad de la naturaleza, una diferencia constitutiva, ontológica, inscrita en los planes de la creación divina. Esto permitió que, por un lado, la naturaleza se transformara en un recurso natural incondicionalmente disponible para la apropiación y la explotación del ser humano, en beneficio exclusivo. Y, por otro, que todo lo que se considerara naturaleza pudiera ser objeto de apropiación en los mismos términos. Es decir, la naturaleza en sentido amplio abarcaba seres que, por estar tan cerca del mundo natural, no podían considerarse plenamente humanos.

De este modo, se reconfiguró el racismo para significar la inferioridad natural de la raza negra y, por tanto, la natural conversión de los esclavos en mercancías. Esta fue la conversión de la que nunca habló el padre Antonio Vieira (famoso jesuita portugués en Brasil, 1608-1697), pero que está presupuesta en todas las demás, de las que habló brillantemente en sus famosos «sermones». La apropiación pasó a ser el otro lado de la superexplotación de la fuerza de trabajo.

Lo mismo ocurrió con las mujeres, al reconfigurar la inferioridad natural de las mujeres –que venía de muy atrás– convirtiéndola en la condición de su apropiación y superexplotación, en este caso consistente en la apropiación del trabajo no pagado de las mujeres en el cuidado de la familia. Este trabajo, a pesar de ser tan productivo como el otro, convencionalmente se consideró reproductivo, para poderlo devaluar, una convención que el marxismo rechazó. Desde entonces, la idea de humanidad pasó a coexistir necesariamente con la idea de subhumanidad, la de los cuerpos racializados y sexualizados. Podemos concluir que la comprensión cartesiana del mundo estaba implicada hasta la médula en la transformación capitalista, colonialista y patriarcal del mundo.

La tesis 11 sobre Feuerbach plantea un segundo problema. Y es que para enfrentar los gravísimos problemas del mundo de hoy, no es posible imaginar una práctica transformadora que resuelva los problemas, sin otra comprensión del mundo.

Esta otra comprensión debe rescatar, a un nuevo nivel, el sentido común de la mutua interdependencia entre la humanidad/sociedad y la naturaleza; una comprensión que parta de la idea de que, en lugar de sustancias, hay relaciones; que la naturaleza es inherente a la humanidad, y que lo inverso es igualmente verdadero; y que es un contrasentido pensar que la naturaleza nos pertenece, si no pensamos, de forma recíproca, que pertenecemos a la naturaleza.

No será fácil. Contra la nueva comprensión –y la transformación del mundo que conlleva–, militan muchos intereses capitalistas, colonialistas y patriarcales. La nueva comprensión del mundo será el resultado de un esfuerzo colectivo y de época, o sea, ocurrirá en el seno de una transformación «paradigmática» de la sociedad. La civilización capitalista, colonialista y patriarcal no tiene futuro; solo prevalece por la vía de la violencia, la represión, las guerras declaradas y no declaradas, el Estado de Excepción permanente, la destrucción sin precedentes de lo que continúa considerándose un recurso natural y disponible sin límites. Mi contribución personal en este esfuerzo colectivo ha sido formular lo que denomino epistemologías del Sur. El Sur no es un lugar geográfico; es una metáfora para designar los conocimientos construidos en la lucha de los oprimidos contra las injusticias causadas por el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado.

Estos conocimientos nunca fueron reconocidos como aportes para una mejor comprensión del mundo, por parte del conocimiento erudito o académico.

Las epistemologías del Sur buscan rescatar los conocimientos producidos del otro lado de la línea colonial de la exclusión, a fin de integrarlos en amplias ecologías de saberes donde podrán interactuar con los conocimientos científicos y filosóficos para construir una nueva comprensión/transformación del mundo.

Esos conocimientos –hasta ahora invisibilizados, ridiculizados, suprimidos– fueron producidos tanto por los trabajadores que lucharon contra la exclusión no abisal (zona metropolitana), como por las vastas poblaciones de cuerpos racializados y sexualizados en resistencia contra la exclusión abisal (zona colonial).

Los conocimientos producidos por esos grupos, pese a su inmensa diversidad, son extraños al dualismo cartesiano y, por el contrario, conciben la naturaleza no humana como profundamente implicada en la vida social-humana, y viceversa. Como dicen los pueblos indígenas de las Américas: «La Naturaleza no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la Naturaleza». Los campesinos de todo el mundo no piensan diferente. Y lo mismo sucede con grupos cada vez más vastos de jóvenes ecologistas urbanos en todo el mundo.

Esto significa que los grupos sociales más radicalmente excluidos por la sociedad capitalista, colonialista y patriarcal, son los que, desde el punto de vista de las epistemologías del Sur, nos están mostrando una salida con futuro, un futuro digno de la humanidad y de todas las naturalezas humanas y no humanas que la componen.

Al ser parte de un esfuerzo colectivo, las epistemologías del Sur son un trabajo en curso, todavía embrionario. Yo mismo, pienso que hasta hoy no alcancé a expresar toda la riqueza analítica y transformadora contenida en las epistemologías del Sur que voy proponiendo. He destacado los tres modos principales de dominación moderna –clase (capitalismo), raza (racismo) y sexo (patriarcado)–, pero no he dado suficiente atención al hecho de que este modo de dominación se asienta de tal modo en la dualidad sociedad/naturaleza, que sin superar esa dualidad ninguna lucha de liberación podrá ser exitosa.

La nueva tesis 11 debería rezar así: «Los filósofos, científicos y humanistas deben colaborar con quienes luchan contra la dominación, creando formas de comprensión del mundo que hagan posible prácticas de transformación que liberen conjuntamente el mundo humano y el no humano». Es mucho menos elegante que la tesis original, pero tal vez nos sea más útil.

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