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29 años de la firma del Acuerdo de Paz

El presidente de la República, Nayib Bukele, está sembrando en el imaginario colectivo que el Acuerdo de Paz que firmó la exguerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Gobierno de El Salvador, dirigido por el oligarca Alfredo Cristiani, fue una farsa, pero, además, dice que los doce años de guerra civil también fueron una farsa. Lo que el presidente Bukele pretende, sin lugar a duda, es deshacer toda la institucionalidad que surgió tras la firma del Acuerdo de Paz, con el fin de instaurar un gobierno al estilo a los gustos y a la imaginación del presidente Bukele. Ese “ideario” de país del presidente Bukele, no se sabe si es producto de un profundo estudio filosófico y social, lo cual dudamos, o de las elucubraciones nocturnas sino es que de una goma moral, producto de las demasiadas elevaciones etéreas.

Desgraciadamente, dado que la principal característica del presidente Bukele es la improvisación, difícilmente se puede anticipar a qué está pensando realmente o qué hará en el futuro. Esto -obviamente- genera incertidumbre, por lo menos en ese porcentaje de gente que el presidente y sus seguidores desprecian, pero es el que piensa, el que analiza, el que reflexiona y, por lo tanto, es el que le preocupa el tema país. Independientemente del régimen que el presidente piense instaurar en El Salvador, los salvadoreños pensantes deben luchar por lo conquistado, el Acuerdo de Paz, que no es una farsa, es lo primero que deben defender.

Gracias al Acuerdo de Paz se le puso fin a una guerra civil sangrienta que oficialmente duró doce años, pero si le sumamos las acciones armadas y la persecución policial y judicial de la década de los 70s, pronto se va entender que la guerra entre salvadoreños duró veinte años. Las guerras civiles no son como las guerras de los videojuegos a las que seguramente el presidente fue adicto, sino es que aún lo es, pues en las guerras civiles hay muertos, que no resucitan como en los videojuegos. La guerra entre salvadoreños que se gestó para darle espacio a la democracia, para que se permitieran las diferentes corrientes políticas e ideológicas, dejó 75,000 víctimas, cerca de 10,000 desaparecidos e igual número de lisiados, así como millonarias pérdidas a la economía.

Esa guerra se detuvo gracias a un proceso de diálogo-negociación entre los representantes de la exguerrilla y el gobierno de turno, cuyos acuerdos quedaron plasmados en un documento llamado Acuerdo de Paz. Entre los principales compromisos que llevaron a modificar, incluso la Constitución de la República, está la eliminación de los represivos cuerpos de seguridad (GN, PN y PH), y se creó la Policía Nacional Civil (PNC) fundamentada en el respeto a los Derechos Humanos y en una filosofía comunitaria.

La nueva policía se fundó con un tercio de excombatientes de la guerrilla, un tercio de excombatientes de los cuerpos gubernamentales y un tercio proveniente de la sociedad civil. La PNC no es una farsa. Es real y hoy está a la orden del presidente Bukele, lo cual es una violación al acuerdo de paz.

Gracias al Acuerdo de Paz se depuró a la Fuerza Armada y se le asignó como única tarea -según la Constitución- la defensa de la soberanía nacional, por lo que se le prohibió toda participación política en los asuntos del Estado y, salvo excepciones, puede colaborar en temas de seguridad pública. Este cambio no es una farsa, es real y está también escrito en la Constitución.

Gracias al Acuerdo de Paz, la Fiscalía General de la República tiene la potestad de la investigación del delito y puede recibir el apoyo de la PNC. Esto no es una farsa, está también escrito en el Acuerdo de Paz. Gracias al Acuerdo de Paz, desde 1992, las elecciones para acceder al poder en el Ejecutivo, legislativo y municipal son libres y pueden participar partidos políticos y personas de diferentes pensamientos o ideologías y, por ello, se eliminó el Consejo Central de Elecciones y se creó el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Esto no es una farsa. El señor Nayib Bukele es presidente de la República gracias a esas nuevas reglas surgidas del Acuerdo de Paz. Y este presidente tampoco es una farsa.

Mañana, sábado 16 de enero, se deben celebrar los 29 años de la firma de la Paz, pero, sobre todo, defender ese acuerdo, porque no fue una farsa. Ese acuerdo fue respaldado desde el principio de la negociación por las Naciones Unidas y por mandatarios de diversos puntos del mundo de los más prestigiados por su carácter de estadistas.

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