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Mandos del PRTC al principio de los ochenta.

15-16 de Noviembre del 89, noche de los cuchillos largos en El Salvador

Francisco Martínez

En medio del sufrimiento y desesperanza por el crecimiento de casos y de las muertes por la COVID-19, los días de julio 2020, aún con el silencio cómplice de los grandes medios de comunicación y el ignorar de las élites, han sido para los salvadoreños un constante encuentro y desencuentro con su historia reciente por las narrativas y actualizaciones presentadas en el juicio contra Montano, que se realiza en España por el asesinato de los cinco padres jesuitas de nacionalidad española: Ellacuría, Segundo Montes, Martin-Baró, Juan Ramón Moreno y Amando López (no así, por los salvadoreños: padre Joaquín López, Elba y su hija Celina, por quienes habrá que retomar el caso en El Salvador).

“Benavides… <les informa>… la guerrilla se había posicionado muy bien y que para contrarrestarla se había tomado la decisión de tomar medidas más drásticas (…) el uso más agresivo de los batallones de infantería, el uso de artillería y el uso de la Fuerza Aérea (…) además habían decidido eliminar a todos los cabecillas guerrilleros o sindicalistas y que estaban en cada una de las zonas de responsabilidad de los comandantes que estaban en las zonas <militares de la FAES>” (declaraciones dadas por el exteniente Yushy René Mendoza, testigo en el juicio), esa fue la línea de acción principal que el poder oligárquico y el ejército salvadoreño, daba a sus oficiales el 15 de noviembre de 1989, para en el marco de una estrategia de guerra total, contener la fuerza guerrillera posicionada en los barrios de la periferia de San Salvador y otras ciudades del país.

Las narrativas ahí presentadas, son un constatar para muchos y descubrir para algunos de la cultura de terror, de opresión y de impunidad que han impuesto las elites, las sacrosantas elites oligárquicas, apoyados en sus adláteres y vasallos, desde el surgimiento de la República.

Ese, es el talante democrático, de éstos, hoy libertarios, convertidos a la causa de los derechos humanos. Aquellos, que instigaron, confabularon y negaron ese hecho terrorista, hoy, nuevamente, la verdad les enrostra y los descubre como los seres más viles y despreciables.

Aunque el juicio es en tribunales del Estado Español, este, puede tenerse como un enjuiciamiento internacional, porque juzga un hecho con las características de crimen de lesa humanidad. La Masacre de los Jesuitas es un hecho que afectó las fibras humanas de la sociedad a nivel internacional, conmocionó al mundo por la barbarie, por el desprecio a la persona humana, pero también, indignó por la burda estratagema de encubrirlo, por pretender negar la responsabilidad del Estado salvadoreño y por la orquestada campaña nacional e internacional para negar la autoría y difundir mentiras.

Si bien, judicialmente hay un acusado en ese juicio de lesa humanidad, hay que comprender, que histórica, ética y políticamente el juicio no es contra Montano, ni contra la “tandona”, ni contra los elementos del ejército, el juicio es contra aquella dictadura de nuevo tipo, es contra la clase dominante, por sus prácticas en el ejercicio del poder público y fáctico, de enriquecimiento y actuar antidemocrático, es contra los que se instituyeron en el poder, desde hace 200 años.

Esa clase dominante, es la que está en el banquillo, esos, que, igual que hicieron con Romero, en el Mozote, en el Sumpul, en el Calabozo y con miles y miles de ciudadanos de esta patria; los que, para proteger sus intereses minoritarios, han asesinado, desaparecido, masacrado, torturado, robado elecciones, son los que niegan sistemáticamente la esperanza democrática del pueblo. Es, esa clase, la que debe verse en el banquillo, que circunstancialmente por ellos, hoy, ocupa Montano.

Son estos sectores, los que, sistemáticamente, ante cualquier brisa de cambio en El Salvador, se engrifan y despliegan todo su poder, odio y barbarie contra quién les cuestione y amenace en sus privilegios.

Puesto de mando PRTC en Guazapa.

Es claro, que este juicio, también habrá que hacerlo en el país para saldar una parte de nuestra amarga historia.

El temor al levantamiento popular y de ser derrotados, los llevó a decidir “eliminar” a la oposición política, sindicalistas y otros luchadores sociales, si bien en el juicio destaca el asesinato de los padres jesuitas, este escenario ha permitido revelar el rostro represivo, genocida, antidemocrático y fascista de esa dictadura.

Las siguientes notas, que ya he expuesto en otros escritos, son mi recuerdo de noviembre del 89, desde nuestra presencia insurrecta en Soyapango, sobre los combates que libramos contra las fuerzas de la dictadura militar de nuevo tipo. Sirvan, para contextuar, desde el terreno de los combates en Soyapango, algunas de las declaraciones judiciales de testigos y peritos militares en el juicio, quienes exponen que, según el Alto Mando, esos días se vivía una situación crítica, o sea, existía una posibilidad de definición militar con alzamiento popular, por eso, el régimen oligárquico acordó la respuesta genocida, de acabar con la vida de cuanta persona considerara el jefe de cada zona militar. Hay mucho juicio que hacer, por delante.

El PRTC, por consideraciones políticas y táctico-militares, definió el eje de su acción en tres direcciones: la principal a San Salvador-Soyapango, la segunda a la ciudad de Usulután y la tercera a la carretera Panamericana, entre el kilómetro 51 y Quebrada Seca. Un esfuerzo de más de 600 hombres y mujeres, decididos a dar la vida por la justicia social en el país.

Llegamos a esa tarea estratégica para la definición de la guerra civil, después de superar el impacto humano y logístico que significó la caída de la principal bodega de armamento en San Salvador, en abril 1989, traidores en nuestra organización entregaron el armamento estratégico que armaría modernamente a más de 500 hombres y mujeres de las FAR-LP, brazo militar del PRTC, junto a otros pertrechos de importante valor militar. Superamos el golpe recibido, incrementamos nuestro esfuerzo social, se buscó resolver los problemas logísticos y se recompuso las diferentes estructuras en la “metro” y en el exterior, para asegurar nuestro aporte político militar en la ofensiva. Se abandonó el esfuerzo de la zona sur en La Libertad, Villanueva y Rosario de Mora, por el nivel de comprometimiento en que quedó después de la traición de abril-mayo.

La ofensiva, era el secreto público mejor guardado, desde que Cristiani asumió el Gobierno, en junio del 89, no había dudas, de que el frente preparaba una gran acción militar, de contraofensiva estratégica, lo que no sabían era su trascendencia y contundencia. Los que pasamos por la cárcel, en mi caso después de ser secuestrado por esbirros del régimen, y vivimos para contarlo, recordamos que en los interrogatorios y mediante torturas, los de inteligencia, se ensañaban con lograr confesiones en esa dirección, ubicación de mandos, movimientos y redes de apoyo y logísticas.

En finales de septiembre 89, nos reunimos en Guazapa el equipo de cuadros con responsabilidades, ya el total de la fuerza del PRTC las FAR-LP, estaba ahí, los cuadros de la “metro” y del exterior se incorporaron a la fuerza en Guazapa, el resto nos quedamos a preservar nuestra acción social y política, y a asegurar las condiciones del territorio para la ofensiva.

En Soyapango, también operaría la RN-FARN y el PCS-FAL, en Ayutuxtepeque-Mejicanos-Cuscatancingo las FPL-EPL, de Zacamil a San Ramón el PRS-ERP, y en el poniente de San Salvador-Santa Tecla-Finca El Espino operarían las FPL y el ERP. Un esfuerzo en el sur (de San Marcos a la Santa Marta y Credisa) donde las RN-FARN y el PCS-FAL operarían; de este esfuerzo sur, nos desligamos en mayo después del golpe logístico y humano, que recibimos por la traición.

El 11 de noviembre del 89, nuestras columnas de las FAR-LP, ingresaron a la ciudad de Soyapango, y a eso de las 8 de la noche ya habían abierto combates con elementos del ejército de la dictadura, en la zona del punto de buses de la 41-C en Prados de Venecia.

Nuestras fuerzas habían penetrado a la zona urbana de Soyapango, provenientes del cantón El Pino de Ciudad Delgado, por una zona terraceada donde actualmente es la Ciudadela y Universidad Don Bosco y colonias contiguas, pasando por Prados de Venecia III, II y I, hasta la zona del mercado municipal contiguo a la Alcaldía Municipal, en el callejón de la venta de zapatos de segunda, de la ADOC, cerca de la defensa civil, controlando militarmente esa zona desde la Villa de Jesús hasta la Coruña II y Unicentro al oriente y hasta Las Margaritas en el norte, con dos batallones de fuerzas operando en paralelo, esto permitió tomar el control de todo el cuadrante norponiente de la zona urbana de Soyapango tomando como ejes la calle a Tonacatepeque y la avenida Roosevelt con la calle Agua Caliente, donde el ejército de la dictadura estableció su línea de fuego. En ese espacio, nos mantuvimos hasta el 15 de noviembre.

Cada organización en el frente, era responsable de sus ejes de acción, no había una sola táctica, coordinábamos en el terreno; esa era la gran fortaleza, por nuestra parte, se definió implementar un movimiento de maniobra ofensiva de manera rápida, con el uso de dos batallones militares que en cuestión de horas, en esa zona urbana, densamente poblada, logró meterse hasta la retaguardia enemiga, “arrasando” las posiciones enemigas que salían al camino, en una táctica no envolvente sino de unidades militares actuando en paralelo, juntarse y luego dividirse, y después concentrarse nuevamente para volver a arrasar el terreno. Todo sin descuidar la propia retaguardia. Y, además, se tomó la decisión de poner el puesto de mando pegado a la línea de fuego enemiga, a una cuadra en la fábrica INCO, con apoyo de fuerzas especiales. La maniobra, no se limitó a las típicas tácticas de la guerra de guerrillas de operar a base de emboscada (atacar desde una posición fija a una fuerza en movimiento), o de dar golpe de mano (atacar desde una posición móvil a una fuerza fija). Fue un uso de la experiencia ganada de la época de las grandes concentraciones militares de los años 82, 83, 84 la del Destacamento Luis Díaz, con las que se arrasó zonas enteras en el campo, entre Suchitoto y San Ildefonso, pero aplicada a lo urbano, con fuerzas especiales.

Los combates de nuestras fuerzas eran constantes, con bajas relativamente pocas para el teatro de operación, el volumen de fuego que recibíamos y el número de acciones.

El domingo 12 fue de aseguramiento de posiciones, coordinación de esfuerzos con las otras organizaciones, ver reacción del enemigo, respuesta internacional y estudiar la maniobra de continuidad en el terreno, la premisa era: a Guazapa no regresamos.

El lunes 13, con los combates en la periferia de esa zona bajo control, iniciamos una campaña de propaganda insurreccional con la población, había un creciente estado de confianza en la victoria. Recuerdo, que instalé unas bocinas para hacer difusión de mensajes a la población, las que no entraron en funcionamiento, porque un francotirador que estaba en la Iglesia de Soya, las destruyó. Ese francotirador nos tuvo a raya, hasta que los compas lo neutralizaron.

La incorporación de gente, de pueblo, a las filas guerrilleras, empezaba a ser potencial, el acercamiento de jóvenes a nuestras unidades a preguntar que arma es esa, a pedir que se les enseñara cómo funcionaban y la disposición a apoyar en el levantamiento de barricadas y movimiento de logística; su información precisa y oportuna de los movimientos del enemigo, de la respuesta a nuestras charlas, de su compartir en sus mesas, su mirada cómplice, su “que dios los bendiga”, eran un creciente influjo para nuestra moral.

El martes 14, la gente empezó a sacar cosas de la fábrica INCO y de otros establecimientos, el desfile por las calles y los pasajes, con sillones, camas, escaleras, hacia sus casas era un verdadero hormiguero de insurrección. En la tarde de ese lunes, las avispitas y sus rocketeos eran más continuas en los combates. Ya habían superado la sorpresa, y pasado del reconocimiento y ataques dispersos, a acciones más enfocadas, y de desalojo de posiciones. Pero, no nos sacaban, estábamos pegados al territorio.

Ese día 14 por la noche, las fuerzas de las FAL-PCS, se retiraron de Soyapango, al principio creímos que solo se moverían en el área, pero compañeros de masas de ellos, me informaron que se movían a Delgado, que era su eje principal de acción, lo informé al mando con urgencia y se readecuó las posiciones del perímetro; los combates arreciaron, en medio de un constante ir y venir de compas por el puesto de mando, para reportar situación y definir líneas de acción, la noche fue una continua balacera.

El miércoles 15, la situación era caliente, se requería respuestas tácticas para enfrentar el fuego enemigo. En los albores de la mañana, después de una reunión relámpago del mando, con los jefes de áreas y coordinado con los jefes en campo; Rogelio Martínez buscó coordinar maniobras ofensivas con el comandante Chano Guevara de las RN-FARN, pero este, le informó que estaban en la zona del Tránsito, reagrupándose. Solo habían quedado unidades dispersas de la RN en la Guadalupe, los Conacastes y Bosques del Río; y otros grupos en el sur en Ciudad Credisa, donde la gente de las FAL-PCS, no se incorporaron al esfuerzo de la Santa Marta. La RN no pudo concretar el ataque con morteros a la fuerza aérea, desde el cerro San Jacinto, que neutralizaría el papel de la aviación, y en la que se había previsto que, en esa maniobra, pelotones de uno de nuestros agrupamientos estarían en disposición de acompañamiento para remate de fuerzas enemigas.

El 15 de noviembre fue sensible el crecimiento del fuego enemigo, como parte de la contraofensiva gubernamental, nos sacaron de la Villa de Jesús, nos fuimos reagrupando en la zona de la Coruña II y Prados de Venecia hacia los contornos de la fábrica INCO, las fuerzas del ejército de la dictadura bombardearon con morteros y ametrallaron desde los helicópteros la fábrica INCO, y abrieron fuego contra casas y otras posiciones donde consideraban que había presencia nuestra. Las bajas civiles crecieron, personas heridas por el fuego indiscriminado y los bombardeos del ejército, su táctica era sembrar terror, desde bocinas móviles llamaban a las personas a salir de las colonias con presencia de nuestras unidades, vociferaban que delincuentes terroristas buscaban confundir a la población pacífica y honrada. Hacían correr rumores entre los pobladores de que a “X” hora iniciarían bombardeos a las casas.

Es claro que buscaban evitar que la población continuara su apoyo a la guerrilla y frenar el desfile insurrecto del pueblo.

La gente de las colonias en la zona que controlábamos, empezó a abandonar sus casas durante la tarde de ese día 15, en la noche, el teatro era de dos ejércitos en batalla. Así, en medio de cruentos combates, nos movimos hacia la Colonia Las Flores, trasladamos nuestros heridos a casas de familias, a quienes les pedimos que buscaran a la Cruz Roja y cuidaran de nuestros compañeros como sus familiares; ahí amanecimos el 16 de noviembre, a las 7 de la mañana o un poco antes, estábamos con un grupo de combatientes en una casa de esquina frente a lo que era la Fábrica de Lejías Oliva, cuando en la Radio Venceremos estaban informando la noticia del cobarde asesinato de los padres jesuitas. En momentos en que los comandos de la fuerza aérea, chocaban contra compañeros de avanzada que estaban en la fábrica INCO, oímos aquella noticia con el fondo del traqueteo intenso de las metrallas enemigas y el tiro a tiro de nuestros compas.

El día 16, fue de resistencia en las posiciones por un lado nos presionaban los comandos del batallón de paracaidistas de la Fuerza Aérea y por otro elementos del Batallón Soriano de la Policía de Hacienda, nos habían abierto y partido en dos las posiciones, se coordinó y en la oscuridad de la noche iniciamos un repliegue táctico a la periferia de Soyapango, en la zona del Cortés nos reagrupamos, se revisó la estructura, se mantuvo asedio a posiciones durante el 17, en una acción de sabotaje los compas de la unidad de Popo fueron aniquilados.

En la noche del 18 de noviembre, regresamos a Soyapango, entramos por la vieja calle a Tonacatepeque, se desalojaron las posiciones enemigas, retomamos la fábrica INCO y nos desplegamos en un dinámico movimiento de fuerzas por la colonia Las Flores y la Quiroz, nos mantuvimos ahí hasta el 21 de noviembre; recuerdo que en una casa de retiro de la Iglesia católica, que usaba monseñor Rivera y Damas, habían unos venados y unos gansos, fueron un gran banquete para la tropa, junto con unos fusiles 22 que pasaron a ser parte del armamento popular.

Desde el 20 de noviembre, se dieron fuertes combates con el Batallón Soriano. El 21 un grupo de nuestros compañeros en un exceso de confianza por el control de la posición durante tres días, iniciaron el día jugando futbol en el predio de una casa en la Quiroz; como a las 9 de la mañana, el enemigo inició un ataque con morteros, a esas posiciones, la población civil inició la huida, un mortero hace impacto en la casa donde los compañeros jugaban futbol, ahí se había instalado la fábrica de explosivos, en la explosión cayeron abatidos Lenin, Juancito y otros tres compañeros; en medio de ese bombardeo, un mortero cayó en una casa por donde nos desplazábamos con Miguel Mendoza, una pared se nos vino encima, pero el techo de lámina cayó antes, eso evitó que la pared nos matara. En la calle, Verónica gritaba que ayudaran a Lenin, que luchando por su vida se arrastraba desangrándose por la acera. En la noche, antes de retirarnos a la periferia, junto con Víctor, cavamos la tumba donde enterramos los restos esparcidos de nuestros compañeros.

Quienes fueron exhumados posteriormente, por el Centro de Derechos Humanos Madeleine Lagadec.

En nuestra retirada, la noche del 21, el día en que los compañeros de las FPL y del ERP incursionaron a la colonia Escalón y tomaron control del Hotel Sheraton, nos concentramos de nuevo en El Cortés, hacia Plan del Pino y Calle Real, esperando por órdenes para una nueva incursión, de hecho, para asegurar nuestra posición de repliegue, se mantuvo una incursión a Soya el 22, esa incursión nos dejó las bajas de Delmy, y nuevos heridos, como Saúl y el Lobo.

Esperamos ahí, con una posición de avanzada, en espera de la siguiente ola, hasta el 8 de diciembre, en que se nos ordenó retirarnos a la retaguardia del Tránsito. En la retirada, nuevamente en un exceso de confianza, antes de cruzar el río las cañas, hicimos una parada en la bajada, oímos combates cerca, se nos informó que compañeros de la RN atacaban posiciones del ejército en San José Guayabal, varios empezamos a fumar relajados, confiados; de pronto se ordena avanzar, cruzamos el río y en la playita que se hace, había una grada de arena, ahí se empezaron a sentar varios, de repente, se abrió la balacera y el desparpajo nuestro, en el momento Judith y Edith, caen abatidas, iban delante de mí. Caímos en una emboscada. El 14 o 15 de diciembre, se nos ordena avanzar más hacia el cerro… la ofensiva militar Febe Elizabeth vive, había terminado para el PRTC.

Las narrativas de este juicio muestran la impunidad, la perversión y el terrorismo de aquella dictadura y el carácter antidemocrático y fascista de las viejas élites salvadoreñas.

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