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Una lucha del presente, una deuda de postguerra

La Asociación Pro-Búsqueda de Niñas y Niños Desaparecidos  durante el Conflicto Armado en El Salvador, pills mejor conocida como Probúsqueda, lanzó ayer una campaña de recolección de ADN  para banco de perfiles genéticos.

Pro-Búsqueda, como se recordará, es una ONG creada por el sacerdote jesuita Jon Cortina, en 1994, al finalizar la guerra civil, tras conocer duros relatos de la desaparición forzada de niñas y niños en Chalatenango, principalmente de la zona Guarjila.

Tras la muerte de Cortina, en diciembre de 2005, la Asociación no ha cesado en su labor de encontrar niños y niñas desaparecidos, y hoy se ha propuesto la recolección de ADN para la creación de un banco genético que le permita científicamente, dar con el paradero de los familiares de forma más rápida y segura.

Que bueno, por cierto, que Pro-Búsqueda, tenga  el acompañamiento, para esta campaña, de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), la Unión Europea y la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES). Pero no deberían ser las únicas, otras instancias, sobre todo gubernamentales deberían sumarse  a la misma.

Aunque, el tema del ADN para la Asociación no es una novedad, pues,  vienen trabajando con ello desde el año 2006, debe ampliarse, y en ese sentido debe recibir la colaboración de todos y todas, no solo de las víctimas.

De acuerdo con Pro-Búsqueda, la necesidad de crear el banco genético es porque a lo largo del trabajo histórico de Pro-búsqueda han descubierto que la información obtenida con pruebas testimoniales han sido cambiadas, sobre todo, en materia documental; además, la Corte IDH en el año 2005, con el caso de las Hermanitas Serrano Cruz, exigió la creación de un banco genético.

Esta nueva meta que se propone la Asociación es de respaldarla, pues los resultados han sido halagadores. Más de 400 niños y niñas han sido encontrados y reencontrados con sus familiares, desde Jon Cortina, que inicia esa tesonera y quijotesca labor, acompañado de hombres y mujeres humildes que no decayeron en conocer el paradero de sus hijas o hijas.

La historia de El Salvador, en cuanto al capítulo de los desaparecidos, tiene una deuda larga y dolorosa, de la que cada salvadoreño y salvadoreña debería sentirse parte y dispuesto a contribuir a superar esas angustias tenebrosas de la guerra.

Conocer el paradero de niños y niñas desaparecidas durante el conflicto armado, debería ser también un compromiso de la justicia.

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