Umit de Luis Borja

SE [I]

Todo comienza amando la madrugada

Amando el canto de los gallos que buscan un nombre de luna 

Todo comienza en la ternura de las flores y sus pétalos de sangre 

Todo, absolutamente todo, comienza amando la saliva

Porque de la saliva y del barro somos

Somos la jícara y el destino de la tierra

Todo, absolutamente todo, comienza con la tibieza del día

Con la sonrisa caliente de todos los astros: el nacimiento del padre y el fuego. 

Yo

que soy saliva y barro, planta y ternura 

comprendo que somos bebidos por la luz y el día.

Pero también, mi hermano, somos de la noche 

de la oscuridad y la luna: la madre.

Todo comienza en la sonrisa de la jícara y de la raíz 

En la plegaria de sangre que cantamos

Todo comienza en la tierra y el sudor

En la semilla que nace en la palma de la mano 

Todo comienza en la nocturna sonrisa del delirio

Y no 

no callamos la locura ni la muerte

Ni el disparo que quebró los huesos de la tierra 

de los huesos que nacieron como piedras

Todo comienza pues, con la ternura entre las manos y con el odio entre los dientes

Todo comienza, mis hermanos, en el sueño de los pájaros y su grito de sangre

 

UME [II]

La sangre de la tierra es nuestra

en ella estamos vertiendo la agonía de todos los huesos

Y esto, amigos, la sangre que se derrama

es la palabra que empieza a ser fecundada por neblinas.

Ya no sabemos nada de la tierra

no sabemos de la frescura y de la sombra que nos asecha

Ahora, yo, que hilvano el hilo de la sangre

y que junto todos los cráneos entre mis manos:

Aprieto la tierra y digo todos los nombres en nombre de la sangre

en nombre de los perdidos y olvidados

en nombre de mi madre que nutre con sus huesos los maizales

en nombre de mi padre que arrastra las mil condenas de la tierra en su atormentada piel llena de arrugas.

Yo, recuerdo los nombres de la tierra: padre y madre atados desde los huesos

recuerdo esta tierra desolada en la que se despeñan los nombres de la sangre

los nombres de la carne que la nutren

Esta tierra que habito con la angustia de un niño perdido

desde ella hablo

con toda la voz habitada de sangre…

 

YEY[III]

Yo soy el padre del que habla.

Hoy me arrancan de la tierra con las uñas sangradas en la nada

Yo soy el padre

el vejestorio de huesos que guarda un delirio de sangre

Yo

me niego a morir cruzando los brazos de tristeza

Yo soy el puño y el grito

porque lucho desde los rincones de la piedra

Tengo las fuerzas en la sangre que me bulle como un caballo perdido

Respiro

y encuentro en mis manos los huesos de mis abuelos

Respiro

y voy amagando con la amargura de mis años

porque habitan en mí, todas las ansias de la primer cosecha

de la saliva del padre de mi padre

y de la madre de mi madre

porque me habitan todos como una cadena de huesos que me detienen para que no caiga

Por eso

Me adhiero a tu aroma agreste sorprendido por la lluvia

Me adhiero a la extraña suerte que nos invita el delirio

No me rindo

No me caigo

Me sostienen tus huesos

Y empuño en mis manos el ombligo de mi familia

La trenzada ternura de todos mis hijos

No me la arrancan

Ni con el golpe, ni con la mentira

Ni con mil papeles que hayan firmado todos los tiranos

No se pueden llevar la tierra

No se pueden llevar mi casa

porque mi casa no es sólo mi casa

porque está habitada de todos los nombres que las sangre nos cosecha

y al perderla, pierdo todo lazo que me ata a los años

pierdo las caricias dibujadas de mis hijos

y pierdo los consejos de mi padre.

La tierra no se puede perder

porque se perdería el sustento y la saliva

Perdería mi lengua y la voz

Es más, perdería el grito de la sangre

¿Y entonces, qué sentido tendría resistir?

Me quedaría mudo como la piedra

Me quedaría habitado por todos los vacíos

nadie me vería zanjando los nombres de la sangre

Por eso, yo me resisto con el golpe

Yo me resisto agitado por el polvo y los astros

y desde ahora, no encuentro el sosiego.

Yo soy el padre del que habla y no me pueden quitar la tierra

porque la tengo metida en cada herida de la cara

porque han sido las manos de polvo que me sostienen

y eso, señores, sólo se quita con la muerte.

Yo soy el padre del que habla y no me pueden quitar la tierra

porque la tierra es la carne

porque la tierra es el hueso

porque la tierra es el puño

porque la tierra es la sangre

porque yo soy la tierra

 

NAHUI [IV]

Para Ernestina Alfaro (Mama Tina)

Gertrudis Alfaro (Mama Tula)

Amparo Alfaro Vda. de Borja (Mami Amparo)

En mis cantos están todos los murmullos de los pájaros

en ellos voy arropando el sueño de todos los niños

Duermen, y no conocen el delirio de la sangre

porque duermen en mi refajo y su cabeza es como una luna sangrada que nos sigue

En mis cantos va trenzada nuestra historia

van construyéndose como imágenes de agua y luz

Y ahí aparecen todos los muertos que yo amé

Los seres de los vientos y de la neblina

La canción de los muertos perdidos

Los misterios de la cuna para dormir a los niños

El inicio de los hombres en la saliva de los jícaros

Las torrenciales palabras de la lluvia.

En mi canto sale la saliva y la sangre junto al silbido y caen mis hijos en la voz dormida

yo los sostengo con mis dientes de miel para que no les pregonen mil males

yo los aprieto entre las manos para que no se distancien entre la nada.

A veces, se pierden entre mis coronas de humo

como niños nahuales que juegan a encanecer la noche

En mi canto va el grito y el tiempo

La historia de mis muertos furtivos

Juntitos todos, hueso a hueso, para darse calor

para no olvidar las palpitaciones de los años.

Por eso mi voz deletrea la historia de mi sangre

que es la historia de la arruga sobre la frente

Yace en mi garganta el polvo apacible de la tierra y mi voz también es de ellos, porque mi voz también es cuna

Es cuna y humo entre las manos.

A veces, apenas alcanzo a deletrear sus añitos encendidos entre mis dientes

y ahí van cayendo, uno a uno, como un futuro nutrido por mi voz

y ahí van creciendo con todas las confabulaciones de la vida

tomando de la tierra la sangre y el hueso.

Yo por eso, acostumbro a cantarles la pieza de los árboles

las tonadas tristes de sus ramas quebradas

les canto, las historias de los padres de mis padres y el susurro de los maizales

les canto encendiéndoles la luz de los días

explicándoles los secretos de las mariposas.

Yo les canto con está voz dormida y acostumbro a ceñirme al pliegue de sus falanges antes de que la muerte me alcance

porque mi cuerpo empieza a acomodarse a los huesos

y mis manos van a acostumbrándose al silencio

porque ya la vida se me va apagando

y la carne ya no es mi carne

y la sangre se me va gastando.

Pero aun así, quiero morirme cantándoles

Voy cantándoles para quedarme atrapada entre sus brazos

para que no sientan miedo cuando los sorprenda la muerte

para que vuelvan todos juntitos al regazo

para que vuelvan y descansen entre mis manos

para que logren recordar la ternura

para que logren encontrar la calma

para que retornen dónde la abuela

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.