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Sueños Inmigrantes, Poesía de Javier Zamora

Dora Olivia Magaña

“Somos un solo pueblo”

El Centro Cultural Centroamericano ubicado en la zona conocida como Pico-Unión en Los Ángeles, medical California, salve zona que históricamente es el portal de entrada de los inmigrantes centroamericanos a la gran urbe, diagnosis ha albergado noches artísticas para la comunidad durante los últimos ocho años. Esta área se caracteriza por los puestos de los periódicos ofreciendo subcultura, el ruido de los carros y las ambulancias, los desamparados durmiendo en el Parque Mc. Arthur, las ventas de comida callejeras y todo tipo de mercancías en las aceras que se yerguen como denuncia al desempleo.
Es allí donde una noche invitamos al joven poeta Javier Zamora, a quien conocí por las redes cibernéticas, a leernos su poesía. Llegó con sus familiares un joven delgado, moreno, sonriente y traía en su cuerpo no sólo el premio del concurso “Artes: armas orgánicas” sino también tatuado en su torso izquierdo el poema “Como tú” de nuestro gran Roque Dalton. Muy seguro de sí mismo tomó el micrófono mientras la noche se inundó con la refrescante geografía verde y el contraste del mar gris con el cielo azul de la Herradura, La Paz en El Salvador. A partir de allí le robó aplausos cerrados a los asistentes.
Javier Zamora nació en la Herradura, La Paz, en 1990. A los nueve años inmigró a los Estados Unidos cruzando el desierto de Sonora. En 1991, su padre se fue huyendo de la guerra. En 1994, su madre también inmigró porque el dinero que su esposo mandaba no era suficiente. Zamora creció en el área de la Bahía de San Francisco en California, donde se graduó junto a su padre, de la Universidad de California Berkeley en 2012. En el 2014  se graduó de la Universidad de Nueva York con una maestría en poesía. Javier es el recipiente 2014-2015 de la beca Olive B. O’Connor en la Universidad de Colgate. Tiene varias becas de parte de Breadloaf, Frost. Su libro Nueve Años Inmigrantes ganó el concurso de 2011 de parte de Organic Weapon Arts Chapbook Contest. Sus poemas han ganado el concurso editorial de Meridian Magazine en 2014, y han sido publicados en Best New Poets 2013, Four Way Review, Narrative Magazine, Ninth Letter, también lo publicó Ploughshares, Omnidawn, y otros. La poesía de Javier Zamora explora al niño que crece y es separado de sus padres debido a la necesidad de emigrar al norte, quien se arraiga a sus abuelos y a su tierra y luego es desarraigado. La marca del desarraigo la lleva en su arte, tatuada como a Roque. Lucha contra la amnesia, la describe como “camisas olvidadas al sol porque la briza nunca sopló”. Del pasado en El Salvador rescata el amor de los abuelos, la deliciosa comida que la abuela le cocinaba,  y contrasta las realidades de los dos países. Describe su realidad aquí como “la tierra de no saber si un Colón puede siquiera comprar un frijol y tierra de vidas nadando a través de ríos arriesgando el medio vivir por la promesa de la otra mitad” Escribe en español e inglés, “espanglishea” como se dice por estas tierras. Sus poemas…

 

Inmigrar es amar a dos mujeres
Es susurrar un te amo y un I lov yu
Cuando me rastrean
ambas mujeres siembran esas tres sílabas en mis oídos.
Cuando sus disímiles suspiros esparcen escalofríos por mi espalda
mis dedos rasgan sus cuellos
Es dejar una por la otra.
Son soplos de un segundo en sus estómagos.
Un lambido. Luego, yugos resguardan las dudas de mis pasos esparcidos.
El trigo de ella brilla
sus manos extendidas erosionan los pulgares de la otra.
Las guadañas desfilan los corbos del ayer.
Es el arrepentimiento de un mes, ese nudo de mi nuca.
Intenta amar dos veces.
Busca el cañal.
Amo cómo la muerte palpita
dentro de una botella de agua, en el desierto.

Llamadas telefónicas
¿Hola mijo, mi Mario Bros, cómo estas?
Me encachimba cuando llama.
La última vez  me perdí el episodio de Dragon Bol Zeta.
Esta vez le pedí un muñeco, el que alumbra de
amarillo el pelo negro de Goku,
el que no’s normal sino Super Sayayin.
Eso significa volar súper rápido.

Mi Super Mario Bros se perdió en el viento.
La semana pasada no llamó pa’ preguntarme sobre el Huracán Mitch.
Quiero contarle que mis brazos son fuertes,
mis brazos son fuertes como postes de luz.
Cuando llama, corro al otro lado de la calle
a la casa de Don Vaquero.
Cuando él regresó se trajo un teléfono blanco.

Quiero un teléfono.
Pa’ mi cumple ella mandó este peluche de Mario Bros.
Mandó una tele, blanco y negro.
Esta navidad rezaré por una en color.
Quiero que regrese. Quiero ser Super Sayayin.
Quiero un teléfono. Sólo cuando cuelga
me llama su Super Mario.
Luz, Girasol, Oro, así llama al bebé que cuida.
Me encachimba cuando me llama Super Mario.
Quiero ser un Super Sayayin.
Cada dos semanas termina con
adiós mijo, mi Super Maario, te cuidás.
Quiero que llueva y llueva allá arriba
pa’ que ella sepa que mis sábanas se inundaron
y que los chuchos no ladraron cuando el Huracán Mitch
susurró arrurru mi niño como ella algún día lo hizo.

Instrucciones Para Mi Entierro
Significa Estero de Jaltepec
No se atrevan a quemarme en un horno de metal, quémenme
en el jardín de mi Abuelita
y envuélvanme en azul-blanco-azul.
[ a la mierda patriotismo ] Mójenme
en el gin más barato. Cualquier cosa que hagan,
no juzguen mi hogar. Con un corvo
conviertan mis cenizas en el más fino polvo
[ envuelvan mi pito en los calzones de esposas,
hijas y abuelas de presidentes,
pa’ que sueñen con pisar ] Por favor,
sin curas, sin cruces, sin flores. Róbense una petaca
y métanme dentro. Música a explotar. Vístanse
bien pimp-it-is-nice. Emborráchense,
por favor[ falten al trabajo
y pisen otra vez ] Que truenen los tambores
marciales. Que griten las guitarras
guerrilleras y escuchen la guerra
interna [ no mierdas americanas por favor ]

Parrandeen hasta el muelle, mi bailada procesión.
Ánclenme en una lancha
[ de veras que sea una lancha ] timoneada por un bicho de nueve años
hijo de un pescador. Apúrense hasta llegar al centro
del Estero de Jaltepec. Léan
Como tú y lancen trozos de pan.
Como la lancha circula,
abran la petaca
para que me respiren, para que sea pan,
para que me tomen—después, olvídenme
y déjenme—hundir.

“¿De dónde eres?”
? Vengo ¡
De la herradura de mi abuela,                        (La Herradura)
momificada en sedas celestes,
colgando arriba de su cama
dadas el día que se casó con la noche.
Manchas cristalinas cosidas a su almohada.

? Vengo!
De una tierra cuyo nombre nunca fue paz,                (La Paz)
cinco letras que no puedo cantar,
la melodía de almas tragadas,
por cajas de zapatos con bombas.

? Vengo!
Del país donde el salvador desapareció                    (El Salvador)
Donde los uniformados usurparon sus iglesias sin voz.
Donde el salvador ahora escribe sus propias oraciones
En paredes que parecen redes de pescadores, llenas de hoyos de balas
Invalidando su significado

? Vengo!
De donde escribí cartas
a mis padres en el norte.
? Vengo!
De donde escribí en una hoja,
sumido en memorias de lo que llamé hogar
pedazos de ametrallada, paz bajo pies llenos de barro.

Vias del Tren
Pistas del ferrocarril que ya he visto
en un sueño salvadoreño
vienen a la vida en esta caravana –30 adultos
y yo, caminando sin familia.
Paso a paso, de cactus a cactus,
Espejismo a espejismo, hasta que el sueño se haga realidad
frente a las vías del tren.

Es la misma noche, el mismo túnel,
las mismas caras extranjeras, blancas
cantando-gritando: ? Tierra prometida!

El coyote, nuestro guía, se agacha
Las cortinas de mi profecía de juguetes “Americanos”
están del otro lado del túnel.

Huimos de los silbatos del tren, temerosos
de los camiones de la migra patrullando las vías
mientras las espinas de los cactus queman mis talones.

Arriba luces de helicópteros
agujeros de gusano a camas de acero de la migra
adentro celdas de cuatro por cuatro pies.

Nos rodea la pesadilla
nuestros cuerpos apuntados en infrarrojo
en las cámaras de la migra. Escuchamos camiones y nos escondemos en el monte.
Pero no tan rápido para escapar a los pálidos
hombres uniformados apuntándonos con sus armas.
Me congelo al lado de aquellos que están muy viejos para saltar el cerco de alambrado.

Horas después en la fría celda ya he visto
el sueño del desierto de Sonora.
Me mantengo recitando
las bendiciones de la migra:
“Si das un paso más, te disparo”

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