Página de inicio » Suplemento Tres Mil | 3000 » Poemas de Gito Minore

Poemas de Gito Minore

 

SOLTARSE

Abandonar el sendero.

Alejarse kilómetros

de la ruta.

Observar atentamente,

que solo quede la extensión

silente y pelada,

después de deglutirse

el último sonido.

Caminar hasta el borde,

hasta el límite de la nada con la nada.

Asomar la cara.

Reflejarse en el abismo

como en un espejo,

encontrar

las siete diferencias

de uno

con uno,

reconocer,

-si está al alcance-

cuántos

somos los que habitamos

este desquicio,

cuántos

los que no pudimos

escapar.

Entonces,

contemplar el vacío,

y, si aún quedan agallas,

respirar.

FLORES

Están

yendo y viniendo

en cada rincón

del sueño,

de la cotidiana pesadilla.

Son los difuntos

no muertos

que laten

poblando la noche,

martillando el descanso,

asaltando cada recoveco

del desvencijado

cerebro.

Mi inconsciente

es un pabellón intranquilo

del cementerio de Flores.

VERDUGO

Hasta lastimarse,

hasta que arda

de solo pensar

un poquito en ello.

Hacerlo,

sin amarretear una lágrima,

sin sucumbir ante la tentación

de echarse a la buena de Dios,

sin dejarse seducir

por la vocecita que aún recuerda

cuán imbécil se es

por seguir el mismo camino.

No darle la espalda

a la angustia ni al delirio

ni a la locura ni al bálsamo

que representa

beber

las escasas mieles

que deparó este páramo.

Una vez más,

por si quedan dudas,

perseguir los sueños,

hasta arrinconar al verdugo

que habita

en las propias entrañas,

hasta hacerlo pedir perdón.

QUE

Que parece llenarlo todo,

que da la ilusión de llenarlo todo,

que es como si lo llenara todo,

que te convence de que lo llena todo,

que va por la vida gritando

que lo llena todo,

que no deja dudas

de que lo llena todo,

que no da más, que está

que explota de llenarlo todo,

que no le cabe un alfiler.

Pero que al final,

si lo mirás de cerca,

si le descosés un poquito el simulacro,

si le plantás una pregunta,

si le mostrás apenas

un mínimo de desconfianza,

te das cuenta

de que no llena nada.

Y que es nada,

nada de nada,

una mísera, insignificante,

y alcahueta nada.

Puro humo,

nomás.

PROCEDIMIENTO

Aprehender la lluvia,

guardarla en un bolsillo.

Conservarla,

para que esté disponible,

para cuando su inclemencia

sea necesaria.

Recién ahí,

repetir el procedimiento

con el incendio.

RESTO

Como quien abre

los ojos

por primera vez al mundo,

eso.

Todo lo demás

pasa.

La poesía

es lo que fluye,

permanece

y resta.

CONTABA GUITA

Inmóvil,

sobre su cama

yacía el viejo,

mientras tanto

en la cocina contigua,

ante la vista de nadie,

mi padre contaba guita.

Cabizbajo,

sin emitir sonido,

movía apenas

sus dedos

y uno a uno,

como cuentas

de un rosario pagano,

como lagrimitas,

los colorados billetes

se desangraban,

coreografiando

un lánguido stop motion

en el que San Martín

no sonreía

en cámara lenta.

Abstraído del resto,

como si esperara

en la cola del banco,

contaba guita.

¿El cajón?

¿Alguna deuda?

¿Una parte de la herencia

liquidada en súper efectivo

ya-ya-ya?

¿Para qué contaba

ese manojo grueso

de pétalos rojos,

pesos rojos,

pesos argentinos

recientemente devaluados

del antiguo peso ley,

próximo a devaluarse

a su vez

en australes

azules, verdes y grises,

como el invierno post radical

también devaluado

nuevamente en pesos convertibles

1 a 1 con el dólar?

¿Qué contaba

mi padre

en ese bodoque grueso

que hoy no cabría

en una moneda de 10 centavos?

En la habitación

el viejo,

el padre de mi padre,

yacía inerte

clavando la ceguedad

de su mirada

en el cielorraso.

Confianzudo y dicharachero,

el tío morboso

que nunca falta

en semejante entuerto,

esbozando una sonrisa

increpó al niño que aún era:

“Mirá que pintón

está el abuelito”.

Se acomodó el cinto

debajo de la buzarda,

la pasaba bien

el hijo de puta.

Algunas mujeres lloraban,

otras iban y venían,

algún recién llegado

saludaba con resignación.

Mientras

mi padre

rodeado de silencio,

quietito, quietito,

contaba guita.

Contaba guita

ante la vista de nadie.

Todos los poemas pertenecen al libro de Gito Minore Donde es imposible salir ileso (Clara Beter ediciones – 2024)

Gito Minore nació en abril de 1976 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Se graduó en la carrera de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Publicó varios libros de poesía, narrativa, y literatura infantil, entre ellos: Doble fila, Veniales y mortales, El día que mi padre lloró, Queriendo ser, Mínimamente, Un vampiro a dieta, Malena, y el ensayo La geometría de una flor. Gustavo Cerati y la música electrónica.

Desde el año 2013, junto a María Inés Martínez, organiza la Feria del Libro Heavy, tanto en Capital Federal como en el interior del país.

Fue invitado a participar de diversas Ferias del Libro y encuentros de literatura, en distintas ciudades de Argentina y Latinoamérica.

Sus libros Mínimamente y Un vampiro a dieta fueron traducidos y publicados en Italia por el sello Edizioni Il Papavero.

Desde hace unos años dirige la editorial Clara Beter y dicta talleres literarios.

Foto Viqui Con Qu

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.