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“¡NO MATARÁS!… ORDENAN AL-ADI Y JEHOVA”

Raúl Palacios

“Pero ambos matan: los dioses armados de Medio Oriente”

“Al-Adl” —uno de los 99 nombres de Dios en el islam, que significa “El Justo”es invocado diariamente por millones de creyentes. Pero cuando el nombre de la Justicia divina se mezcla con bombas lanzadas en su nombre, el sentido sagrado se disuelve en sangre inocente.

Jehová, es el nombre con el que tradicionalmente se identifica al Dios de Israel en la fe judía y en algunas corrientes del cristianismo. Se asocia con “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14), revelando una presencia eterna, inmutable y sagrada. Jehová es entendido como el dador de la ley, entre ellas el mandamiento cardinal: “No matarás” (Ambas definiciones tejen un lazo invisible entre la justicia divina y el mandato humano de no destruir la vida)

El conflicto entre Irán e Israel revela una contradicción ética universal: dos pueblos monoteístas que se proclaman su fe y pertenencia por herencia de la palabra de Dios, pero se enfrentan en una guerra implacable donde las víctimas son, siempre, inocentes.

La guerra en Medio Oriente no solo enfrenta a dos Estados sino también a dos religiones monoteístas enfrentadas en miles de años sin encontrar un entendimiento de paz y hermandad definitiva y necesaria; en el fondo, enfrenta a dos relatos sagrados que pese a compartir la creencia en un solo Dios se contradicen en la práctica.

Hoy día mientras los misiles caen sobre sus ciudades y hospitales, la palabra divina queda atrapada entre discursos de poder y silencios internacionales. ¿Cómo explicar que quienes proclaman el mandamiento “No matarás” se entreguen sin reservas a la lógica del exterminio?

Israel e Irán, pese a sus diferencias históricas, geopolíticas y religiosas, comparten un fundamento común: la fe en un único Dios. Judíos y musulmanes se reconocen como pueblos herederos de Abraham. Ambos leen textos sagrados que proclaman la vida como un don inviolable. Y, sin embargo, ambos matan en nombre de la defensa, de la soberanía, de su fe y fiel obediencia del mandato que rezan sus libros sagrados El Corán y La Biblia y, en todo caso Dios. La Biblia dice tajantemente en uno de Los Diez Mandamientos “No matarás.” El Corán habla del respeto a la vida como uno de los principios más sagrados. Pero a través de la historia han protagonizado guerras sangrientas en la zona geográfica del medio oriente donde Mahoma y Jesús predicaron la palabra de Dios y hoy el estruendo de los misiles cruzan los aires y parece tener más autoridad que el susurro de lo divino y lo sagrado que ellos así lo han sostenido.

¿Cómo se justifica esta paradoja?

Se justifica cuando la religión se vuelve instrumento del poder. Cuando los presidentes y líderes espirituales se asumen voceros de Dios, y utilizan su investidura para legitimar bombardeos, desplazamientos forzados y represalias masivas. En esa lógica, la guerra deja de ser pecado… y se convierte en deber sagrado.

Hoy vemos como los líderes de los principales dueños de los ricos recursos naturales y principales compradores se reúnen en la OTAN (NATO) en Europa mientras la ONU permanece en silencio y muestra impotencia para ejercer ecuanimidad y ordenar el cese de una guerra que en la actualidad ha sido iniciada por Israel atacando a Irán y el presidente de USA participando en una guerra ordenando atacar a Irán y presumiendo que es él quien busca controlar a ambos países y conseguir la Paz.

¿Cómo es posible entender que un agresor asevere buscar la paz?

Pero no hay nada en esa maldita guerra sagrado en asesinar a niños, mujeres o civiles desarmados. No hay justificación teológica que absuelva el uso de drones sobre hospitales. No hay promesa divina que respalde la humillación de pueblos enteros bajo el fuego asesino de quienes lo lanzan sin misericordia de pueblos inocentes atrapados en los intereses mezquinos de quienes les gobiernan.

Peor aún: muchos de estos líderes aseguran haber sido elegidos por Dios para gobernar. Y desde esa plataforma teocrática, ordenan la muerte sin pestañear, convencidos de que la voluntad celestial los respalda. Así, la teología deja de ser guía espiritual… y se convierte en pólvora criminal doctrinaria que destruye la fe y la humanidad.

Mientras tanto, la comunidad internacional calla. Los grandes medios amortiguan. Y las sociedades, anestesiadas por décadas de conflicto, miran de reojo la destrucción como si fuera parte del paisaje.

Pero no lo es. No debería serlo. Porque detrás de cada edificio destruido, de cada anciano, mujeres y niños asesinados hay una biografía truncada. Y detrás de cada “daño colateral”, hay una vida que nunca desobedeció ningún de los mandamientos ordenados en El Corán o en La Biblia.

Si hay un Dios que verdaderamente habita entre los hombres, no está en los comandos militares ni en los comunicados oficiales. Está en los ojos del niño que perdió a su madre. En el silencio de un hospital convertido en ruina. En la oración rota de una familia que no volverá a cenar junta.

Y si ese Dios existe, solo podría repetir una cosa… Una y otra vez:

“¡No matarás!”

No como consigna decorativa… Sino como límite sagrado. Quien mata en su nombre… no lo representa… Lo traiciona.

*Es escritor, periodista y productor de contenidos críticos. Desde su espacio “Raúl Palacios Presenta” ha impulsado una narrativa que combina análisis geopolítico, conciencia ética y lenguaje de alto impacto. Ha sido publicado en diversos medios impresos, y es reconocido por su compromiso con la palabra que confronta sin ceder a lo fácil.

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