Por Leonel Herrera*
Decenas de ciudades protestaron el pasado fin de semana en Estados Unidos contra las redadas de migrantes y los delirios autoritarios de Donald Trump, a quien las críticas más radicales califican como un gobernante neofacista con ínfulas de rey.
“No kings” fue la consigna que sonó en las calles de Los Ángeles, Chicago, Nueva York y otras ciudades. Las protestas ciudadanas incluso opacaron el desfile militar organizado por Trump para celebrar el 250 aniversario de la armada estadounidense y su cumpleaños número 79.
Los manifestantes señalan que el comportamiento autoritario del autócrata de ultraderecha es incompatible con el modelo republicano vigente durante más de 200 años en la potencia del norte. Acusan a Trump de desmantelar la democracia y contrariar la identidad estadounidense como una nación de migrantes, aun cuando él mismo desciende de inmigrantes europeos.
En El Salvador, el régimen dictatorial también contraría al sistema de democracia liberal de separación de poderes, vigencia del estado de derecho, alternancia en el ejercicio de la presidencia y otros principios establecidos en la Constitución de la República.
Con un presidente que controla todo el aparato estatal y se mantiene inconstitucionalmente en el cargo, en El Salvador ya no existe democracia y el país -en la práctica- ya no es una república. La reversión de la democracia republicana inició en mayo de 2021 y culminó en junio de 2024.
Por tanto, la consigna de “No kings” también es válida en nuestro país. Sólo que aquí el clima de miedo desatado con el régimen de excepción y la escalada actual de persecución política impide que la población lo exprese públicamente, como todavía se puede hacer en Estados Unidos.
Las posibilidades de levantar la bandera de “No kings” también se cierran con la Ley de Agentes Extranjeros, la ominosa normativa con la que el gobierno busca silenciar a las organizaciones cuya labor social representa alguna amenaza para la consolidación autoritaria.
Esta agresividad mostrada por el régimen, sin embargo, tiene a la base la constatación de una debilidad causada por la pérdida de hegemonía comunicacional y política debido a la caída de la imagen internacional, el creciente descontento de diversos sectores sociales y la pérdida de control de varias narrativas relacionadas con minería, migración, costo de la vida y otros temas.
Tal situación se agrava con la ausencia gubernamental en la defensa de los migrantes salvadoreños y por algunos hechos sucedidos recientemente en Estados Unidos, especialmente la revelación periodística sobre el presunto uso de fondos de USAID para financiar acciones de pactos con pandillas.
También, la moción de congresistas demócratas para sancionar a una docena de funcionarios salvadoreños, entre ellos el propio presidente, el vicepresidente, los ministros más importantes (de Seguridad, Defensa, Hacienda, Economía y Relaciones Exteriores) y el fiscal general.
Por tanto, es probable que -en la medida en que la relación con el régimen salvadoreño se vuelva un escándalo insostenible para la administración de Trump- disminuya el respaldo estadounidense a la consolidación autoritaria en nuestro país. Así, la demanda de “No king” también podría sonar, más temprano que tarde, en las calles salvadoreñas.
*Periodista y activista social.
Diario Co Latino 134 años comprometido con usted