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Liderazgo político: los hombres que abren las Avenidas (1)

René Martínez Pineda
Sociólogo, UES

Y entonces, acorralado por sus propias mentiras de obsidiana, atemorizado por los muchos esqueletos bajo su cama, e intimidado por un escrutinio final lapidario que le aseguraba, por Dios, que los barrotes le abrirían los brazos dentro de unos cuantos días, decidió suicidarse de cuerpo entero, decidió suicidarse para siempre, justo en el lugar donde hace muchos años, brindando por el triunfo con un licor demasiado fino para un paladar acostumbrado al Troika con Coca Cola, le dio un sucio beso en la mejilla al pueblo: las urnas electorales. ¡Hijos de mil putas mal agradecidos, ustedes no saben el enorme sacrificio que tuve que hacer para convertirme en un corrupto decente! –supongo que dijo-. Pero nadie registró sus últimas palabras porque no valían la pena, ni nadie mandó a confeccionar miles de camisas con su rostro porque en todo el país sería imposible encontrar a alguien que las usara con y por orgullo o para ahuyentar el frío, pues ese es un reconocimiento simbólico reservado para los líderes políticos que abren las Avenidas de la historia. Así debe terminar la novela corta que me pica en las manos desde hace treinta años, el único problema será decidir quién, de los cientos de candidatos que tengo, será el personaje principal… por el momento solo sé que tiene que ser una novela sobre líderes tan pedorros como fornicarios y ladrones, y no un ensayo insípido-inodoro sobre la epistemología del liderazgo político, porque quiero narrar cosas importantes y decodificar la cotidianidad desde los simbolismos cotidianos que suelen ser implacables a la hora de juzgar.

Sin duda, el liderazgo político es, junto a la pobreza y la violencia social, el hecho más estudiado y menos comprendido por parte de la sociología. Ciertamente, el liderazgo –desde cualquier enfoque posible- es un hecho sociológico que penetra –como la lanza del conquistador hispano- todas las relaciones sociales, y ha sido el objeto predilecto de innumerables y multidisciplinarias investigaciones teórico-prácticas (desde la sociología hasta la mercadotecnia) lo cual ha generado una considerable fragmentación, confusión y “esoterización” que impide guiar la acción política del líder político. Ese ha sido uno de los problemas epistémicos al estudiar el liderazgo político: verlo como objeto, y no como sujeto social, razón por la cual es la literatura la que mejor ha hecho la decodificación de los líderes políticos como hombres de carne y hueso que, al convertirse en hecho colectivo, pueden cambiar hasta las relaciones políticas etéreas. Lo que es evidente es que no existe, por el momento, una definición y caracterización más o menos unánime del liderazgo político latinoamericano, lo que se tiene son aproximaciones particulares que no cubren el requisito de generalización sociológica.

Esa maraña de aproximaciones se debe, por acá, a la diversidad de ciencias sociales que han estudiado el liderazgo político en su expresión más amplia; y, por allá, a la variedad de enfoques analíticos que incluyen abordajes subjetivistas y objetivistas, tales como la teoría de la personalidad, el reaccionismo conductual, el materialismo del contexto y, retomando los aportes de la literatura, la proposición de otro constructo bajo el nombre de nuevo liderazgo en el siglo XXI que tiene como referencia la incidencia del realismo mágico y las “condiciones heredadas”, tal como las denominó Marx en el 18 Brumario. En todo caso, de lo que se trata en el análisis comprensivo del problema del liderazgo político es del enfrentamiento entre opciones epistemológicas antagónicas: la micro-sociología que se asienta en la cotidianidad específica del líder que es presentado como el individuo que guía sin dejar de ser flatulento; y la macro-sociología que estudia el liderazgo individual como expresión del liderazgo colectivo y como concreción del contexto.

La perspectiva micro-sociológica -la “teoría del hombre sin pecados”, plantea que el individuo que asume el papel de autoridad (burocrática o carismática); o aquel que ha sido arropado como “jefe” desempeñará sus funciones como tal incidido por las características personales dadas por su imaginario y mundo sociocultural, siendo éstas las variables comprensivas del liderazgo político. En ese sentido, se busca el detalle de las creencias, actitudes, visiones y talante idiosincrático de quienes se han constituido en líderes, tal como en su momento lo propusieron autores como Platón (quien proponía formar desde pequeño al futuro líder), Maquiavelo, Nietzsche, Parson y Weber. El enfoque macro-sociológico propone, por su lado, que se haga hincapié en el contexto, en la realidad objetiva, pues ahí se encuentra la variable o factor principal que explica y comprende la existencia (o la ausencia) de quien se erige como líder en determinadas situaciones históricas que, según Marx, son heredadas, lo que implica que tales líderes no actúan según su libre albedrío, aunque, en ciertas ocasiones de enfrentamiento, se genere esa percepción o se promueva esa idea por parte de quienes se sienten amenazados o excluidos.

Ese antagonismo epistemológico en el análisis del liderazgo político se puede resumir como el enfrentamiento entre la concepción “subjetivista” (lo micro) y la “objetivista” (lo macro) sobre el liderazgo. Sin embargo, en el análisis del nuevo liderazgo podemos encontrar una fusión del comportamiento personal y su talante como comportamiento colectivo o como expresión beligerante de lo colectivo, en tanto movimiento social y contexto socioeconómico y político puestos en el mismo texto, lo cual permite tener una visión más holística de las capacidades del sujeto y las opciones factibles que tiene la realidad, fusión que nos faculta para estudiar en profundidad la forma en que se ejerce el poder y la autoridad por parte de quienes están legitimados socialmente o son reconocidos institucionalmente para ejercerlos. En todo caso –y más allá de la opción analítica- la historia tiene líderes históricos significativamente ilustres por su impacto positivo en la sociedad, y líderes indecibles o impresentables a las futuras generaciones por su perversión, sea esta genocida o corrupta. Y es que, la vida humana, en su cotidianidad que no perdona, es una realidad radical y dura, tan radical y dura como la pobreza, y eso explica los momentos de la polarización política que sólo es la expresión de la polarización económica y social.

Desde la lógica de la sociología de la nostalgia y la sociología de la cotidianidad se puede afirmar que persiste una inexorable relación de interdependencia entre sujeto y contexto que puede ser decodificada al estudiar el desarrollo paralelo de ambos a través del tiempo histórico, más que del tiempo cronológico. En ese sentido, las acciones personales de los líderes políticos sólo pueden ser comprendidas si se comprende dentro de ellas, de forma orgánica, el contexto heredado y el comportamiento social dominante que puede ser de desilusión o de ilusión, o ser ambos, al mismo tiempo, en determinadas coyunturas de ruptura política en las que se muestran, en todo su esplendor, quiénes son los líderes y quiénes son los seguidores y quienes, en la cercana acera de enfrente, son los reaccionarios.

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