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Agricultores cosechan verduras y legumbres de huertos caseros impulsados por el CESTA. Foto Diario Co Latino/Cortesía CESTA.

“Las empresas nunca nos van a apoyar, pese a que la ley está”

Alma Vilches
@AlmaCoLatino

Con su gorra, mochila y botas de hule Germán González, de 46 años camina con una gran agilidad entre las angostas veredas del cantón El Carmen 1, del municipio de Santo Tomás pese a su discapacidad física en una de sus piernas. Este hombre forma parte del proyecto de huertos caseros impulsado por el CESTA, para que este sector de la población cuente con una fuente permanente de alimentación, libre de venenos tóxicos y que el excedente sea comercializado, y así obtener un poco de dinero para los gastos familiares.

Para llegar hasta su vivienda se debe caminar cerca de quince minutos, adentrarse entre la vegetación propia de las fincas de la zona y atravesar un puente improvisado con tablas un poco deterioradas; otra alternativa es pasar de piedra en piedra y cruzar el pequeño río. Son pocas las viviendas en el lugar, cuentan con energía eléctrica, el agua para el consumo y los cultivos es traída por gravedad desde los vertientes.

González cuenta que en 2012 conoció del programa “Derechos Humanos y Organización de las Personas con Discapacidad”, cuando representantes del CESTA llegaron a la asociación de personas con discapacidad a la cual pertenecía, y les propusieron un proyecto donde se les apoyaría con capacitaciones e insumos para iniciar un huerto casero. Con el objetivo de que los productos de la cosecha sirvan para la dieta familiar y el comercio, ya que a estas personas se les dificulta encontrar un empleo.

Asimismo, comentó que en ese momento fueron cinco personas con algún tipo de discapacidad quienes iniciaron en el proyecto de Santo Tomás; de ellas han quedado solamente dos. A este hombre, jefe de hogar y padre de cuatro hijos, le pareció buena la idea del programa, pues ya tenía algunos conocimientos de la agricultura.

“Para mí ha sido un gran apoyo aunque muchos no lo han valorado, no le ponen amor a la vida, porque viendo que tenemos la discapacidad y que las empresas no nos apoyan, nos hacemos acomodados. Las empresas nunca nos van a apoyar, pese a que la ley está, pero no la cumplen, tal vez algunas buscan personas con una discapacidad leve”, comentó.

Luego de algunas capacitaciones y apoyo de técnicos del CESTA, inició con el cultivo de lechuga, tomate, pepino y espinaca; posteriormente incluyó el maíz y el frijol de diferentes variedades, con la variante de que son productos libres de tóxicos y químicos, ya que las semillas son criollas y los abonos preparados naturalmente.

González señaló que el 80 % de sus cultivos provienen de la agricultura orgánica, alrededor de doce clases de semillas de maíz; además varias clases de ayote y pipián. Gracias a los conocimientos impartidos por los técnicos, ahora prepara sus repelentes naturales a base de quina y chichipince, mientras para combatir la mosca blanca y pulgón, mezcla: cebolla, chile fuerte y ajo.

Este agricultor ha logrado un santuario de semillas criollas, producto del intercambio con otras personas, ya que la intención es conservar lo propio. Por eso desde hace algunos años comenzó a guardar sus propias semillas, las cuales consumen menos abono y son más resistentes a las plagas. El abono lo prepara con afrecho de zompopo y cabro, estiércol de las gallinas (gallinaza), revuelto con ceniza, lo guardan en costales por un año y está listo para ser utilizado en los cultivos.

Pese a la discapacidad en su pierna este hombre todos los días se levanta a las cuatro de la mañana a ver el invernadero; luego alimenta a los cabros, gallinas, tilapias y conejos. Posteriormente se va al cultivo de la milpa. Para él la época de mayores ingresos es desde noviembre hasta abril, por ser el tiempo en que se produce en mayor cantidad el berro, espinaca, lechuga, tomate, rábano y mora, mientras que en la temporada de lluvias, se dedican al cultivo de maíz, frijol, pipián y ayote.

Debido a que se le dificulta cargar, debe pagarle a alguien más para que traslade los productos desde su parcela hasta la calle; de ahí los lleva a los comerciantes, quienes prefieren sus cultivos porque son más naturales, libres de químicos y agrotóxicos.

En el mismo cantón cerca de un afluente está la parcela de Mauricio Albert Valladares, quien desde niño padece una discapacidad en su brazo izquierdo a causa de una caída. Debido a esta discapacidad se le ha dificultado encontrar un trabajo estable, pues desde hace treinta años aprendió el oficio de zapatería, pero no siempre percibía ingresos porque habían días buenos, pero muchos malos.

Valladares recordó que hace seis años se integró a este programa, cuando los técnicos del CESTA les propusieron iniciar un tipo de cultivo orgánico, libre de químicos y tóxicos. “A mí me gustó porque sería de mucho beneficio para el agricultor, y yo ya tengo más de doce años de estar en esto de la agricultura. Ahí aprendimos a preparar los abonos, repelentes y siembras de una forma natural”, recalcó.

Sostuvo que la ayuda ha sido muy importante, durante la época lluviosa es más difícil el cultivo de hortaliza; pero gracias a la ayuda técnica del CESTA, ahora cuenta con un vivero hecho de tubos y plástico protector a los rayos ultravioletas, que permite la producción de mora, espinaca, chipilín, rábano, ejote y hierbas aromáticas; lo cual le sirve para la alimentación de su compañera de vida y sus dos pequeñas hijas, y el resto lo comercializa localmente y obtiene un ingreso económico.

“Mi discapacidad no ha sido impedimento para hacer las tareas agrícolas, pues todo es cuestión de costumbre y rebuscarse. Por eso este proyecto ha sido bueno porque ya no comemos cosas contaminadas, no usamos químicos y a la gente le gustan nuestros productos porque ya saben de dónde vienen y que están libres de tóxicos, por eso se venden rápido”, afirmó.

Según Mario Montes coordinador de programa “Haciendo valer derechos, garantizamos vida para las personas con discapacidad” del CESTA, este surge a partir del débil reconocimiento de los derechos humanos, sociales y ambientales de las personas con discapacidad y es apoyado por la Agencia Católica Escocesa de Cooperación Internacional (SCIAF). Inició en 2008 y ha tenido tres etapas, que son la producción agroecológica, crianza de aves y las parcelas diversificadas.

“Hemos logrado con el proyecto beneficiar a treinta familias con huertos caseros y crianza de aves, principalmente gallinas; además se tienen ocho familias con parcela diversificada, que son aquellas áreas con una tarea de terreno en adelante. Con este proyecto se ha trabajado en Comasagua, San Luis Talpa, San Francisco Menéndez, Izalco, Ciudad Arce, Suchitoto, Santo Tomás y Tonacatepeque”, explicó Montes.

Se han fortalecido las capacidades de las familias en la producción de alimentos sanos, con el desarrollo de un programa de formación teórico práctico sobre agroecología; en las parcelas se cultiva guineos, plátanos, granos básicos, árboles frutales como zapote, cacao, coco, mango, naranja, limón y piña; caña de azúcar y hortalizas. Asimismo, tres agricultores manejan el estanque de peces, se encargan de apriscos de cabras, conejos y crianza de gallinas.

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