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La violencia de los ricos

Por Carlos Abrego

 Deseo esta vez referirme a un asunto importante, pues está ligado al tipo de dominación material e ideológica que sufrimos, me refiero a la pertinaz esperanza de que vengan capitales extrajeros a invertir en nuestro país. Desde los años cincuenta del siglo pasado, durante los gobiernos del PRUD se lanzó la idea de la “zonas francas” y se implementaron algunas. Se hizo con la ilusión de que eso iba a permitir el desarrollo industrial del país y la introducción de tecnologías avanzadas. Lo que se trajo entonces fue maquinaria obseleta y apenas si el valor agregado era significante. Por lo general fueron fábricas de montaje final de maquinaria ya finalizada.

En esos años la oligarquía cafetalera era la clase dominante en absoluto, el precio del café era alto, pero tenía bajones y algunos consejeros le sugirieron a los oligarcas de diversificar los cultivos. Surgieron entonces las grandes plantaciones de la caña de azucar y de algodón. No obstante a ninguno se le ocurrió sugerirle a la oligarquía de invertir sus capitales en el desarrollo de industrias.

Desde entonces, tal vez mucho antes, los oligarcas preferían, como forma de enriquecimiento fácil y seguro, eludir los impuestos y evadir las ganancias. Esta práctica tiene ya casi un siglo. Hubo un intento de asociar sus capitales a las inversiones extranjeras, pues era una manera de garantizar el éxito de sus inversiones.

Ningún gobierno, desde Osorio hasta Bukele, ha intentado ponerle freno a este sistemático empobrecimiento nacional. Nadie puede dar alguna cifra que se avecine a la realidad del monto de los capitales oligárquicos que se encuentran en el extranjero, en inversiones industriales o especulativas. Los “papeles panameños” confirmaron que esta práctica sigue vigente. Se supo de capitales en cuentas corrientes en bancos de Panamá y la fiscalía de entonces no investigó los delitos revelados.

Los oligarcas no emigran (salvo durante la guerra). No porque no puedan pagarse una vida galana en las playas de Miami. Allí ellos se perderían entre ricos del mismo calibre y no serían fortunas prestigiosas como lo son en su base de enriquecimiento, nuestro pobre país. Aquí son los señores que pueden lucir sus riquezas y gozar de su señorío, muchos desean estar por lo menos en su vecindario. Los del clan gobernante se desviven por ser parte de esa casta.

Este saqueo constante de nuestro país es la violencia más grande que hemos sufrido, cuántos fueron los niños que no llegaron nunca al año de vida por desnutrición, cuántos eran los que morían jóvenes por las mismas causas, La desnutrición es causada por la explotación indignante que han sufrido los campesinos con miserables salarios, que durante décadas fueron pagados en parte con fichas de las haciendas, con la obligación de comprar en las tiendas internas de las fincas. Lo que los constreñía a tener vida y costumbres de siervos.

Algo ha cambiado, ya el capitalismo ha penetrado en nuestro país y las remanentes relaciones feudales han desaparecido, tal vez no del todo. Pero la ultraexplotación sigue existiendo, tanto en el campo, como en la ciudad y sigue causando muertes prematuras. Estos asesinatos nadie los contabiliza.

Las tierras de los cultivos de caña y algodón están exhaustas. Los ríos y arrollos están contaminados, el agua es escasa. El país se encuentra incapacitado para alimentar a su población, cada vez se produce menos alimentos, la importación ha remplazado a la producción. Y los oligarcas siguen exportando su capitales e impuestos, empobreciendo al país.

Seguimos esperanzados que el desarrollo nos vendrá de afuera, de inversiones extranjeras, de alguna ilusoria ayuda extranjera, pero nunca pensamos que los impuestos evadidos y los ganancias obtenidas y exportadas por la oligarquía podrían servir para modernizar nuestro país. Esta falta de inversiones ha privado indirectamente al país de escuelas modernas, de una educación integral de nuestros jóvenes, que se eduquen no con la espectativa de ser mejor explotados, sino para un desenvolvimiento espiritual intengral.

Durante el gobierno de Mauricio Funes hubo un cierto reparto de tierras, estas parcelas eran individuales, se pudo haber creado cooperativas, pero la ideología pudo más que lo práctico. La propiedad privada es un dogma, es algo personal que se opone a lo colectivo. No obstante las cooperativas pudieron ser asistidas por el Ministerio de Agricultura para modernizar los procedimientos de cultivo y cosecha.

El pecado original de la oligarquía fue el robo de tierras colectivas, los ejidos. Estas propiedades colectivas sobrevivieron a la colonia española, pero no pudieron nada contra la insaciable avidez de la naciente burguesía. Esta destrucción y el robo se nos vendió siempre como un progreso, se nos dijo que el añil ya no era productivo, que ya no se vendía y que el café nos iba a enriquecer. Los ejidos alimentaban a la población de entonces. Con la introducción del café desaparecieron los cultivos alimentarios y el país se fue empobreciendo año tras año. El café enriqueció a los ladrones de las tierras ejidales.

Va de suyo que al gobierno actual no se le puede pedir que implemente una reforma agraria, pues ya hace hasta lo imposible por agradar al FMI, con el presupuesto de rigor que conlleva los despidos y los cortes presupuestarios. El FMI, los diferentes países imperialistas no aceptarían una reforma agraria, pues atenta contra la propiedad privada, ni tampoco sería bienvenida por los dueños de la finca nacional.

Sin embargo solamente una transformación profunda de la tenencia de la tierra, de la producción y del consumo agrícolas podría permitir realmente un enriquecimiento global del país y aparecerían las posibilidades de inicar realmente la industralización del país. Y esta vez asociándose con compañías foráneas que pudieran transferir tecnologías y los conocimientos consiguientes. Porque únicamente entonces seríamos capaces de crear condiciones para un mutuo beneficio.

Mienstras siga la violencia de los ricos, que empobrecen al país, que ven con agrado al gobierno actual reprimir las protestas y oponentes, que encarcela a inocentes y que transfiere capitales a sus cuentas bancarias, nuestro desarrollo es simplemente imposible y seguirmos esperanzados en que los capitales extranjeros vendrán a salvarnos del naufragio hacia al que nos dirige el clan gobernante.

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