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La victoria de Maduro. ¿Adónde va Venezuela?

Isaac Bigio
Analista internacional

Maduro fue re-electo con 2/3 de los votos emitidos, en medio de un aumento del ausentismo y de llamados de la derecha para anular los comicios.

Según las cifras oficiales en las elecciones venezolanas ganó el presidente Nicolás Maduro con 5,823,728 votos (el 67.68% de los votos emitidos), por lo cual él teóricamente podría permanecer en palacio hasta el 2025 y el chavismo podría sobrepasar el cuarto de siglo en el poder.

Para los “bolivarianistas” ese porcentaje es el más alto que ha conseguido cualquiera de los actuales mandatarios occidentales, pero sus opositores cuestionan las elecciones como fraudulentas.

Los dos candidatos más populares de la derecha (Henrique Capriles, que en las pasadas presidenciales estuvo a pocos puntos debajo de Maduro) y el encarcelado Leopoldo López fueron inhabilitados de participar y sus partidarios llamaron a boicotear los comicios.

Los dos candidatos de la derecha que sí compitieron en estas elecciones han pedido anular o repetir estos comicios denunciando irregularidades, algo que los oficialistas sindican de no saber reconocer derrotas electorales. Estos son Henri Falcón con 1,820,552 (21.15%) y el pastor Javier Bertucci con 925,042 votos (10.75%).

Los detractores del chavismo sostienen que de los 20,759,809 ciudadanos inscritos solo sufragaron 8,603,956 siendo la tasa de participación de apenas 46.01%, mientras que el 53.9% de los registrados se abstuvo. En relación a las pasadas presidenciales la tasa de participación electoral bajó en un 33.7%, lo cual indica la fuerte presión de la derecha pro-boicot y de desánimo en sectores populares ante la crisis y la emigración.

Boicot a Maduro

Los gobiernos de EE.UU., Canadá, Brasil, Argentina, México, Colombia, Perú y otros países del “Grupo de Lima” que suman un 90% del territorio y de los habitantes de las Américas han rechazado estos comicios, posición en la cual se inclina el grueso de la Unión Europea.

Los seguidores de Maduro sostienen que el índice de participación es similar al que hubo en las últimas presidenciales de Chile, Colombia, Francia o EE.UU. y destacan que ello se debió a pesar que las principales potencias occidentales y países americanos llamaron a desconocer dichos comicios. De hecho el porcentaje de venezolanos inscritos que votaron por Maduro en Venezuela es mayor al de los estadounidenses registrados que sufragaron por Donald Trump, quien, a su vez, es el único presidente en la historia mundial que ha salido nominado tras perder en las urnas por casi 3 millones de votos de diferencia frente a su rival.

El Grupo de Lima logró que Venezuela fuese el primer país fundador de las cumbres panamericanas en haber sido excluida de estas, en la última de estas que se dio en la capital peruana en abril. El principal animador del veto a Maduro fue el entonces presidente peruano Pedro Pablo Kuyczynki, quien no logró sobrevivir en palacio teniendo que renunciar bajo acusaciones de corrupción, en tanto que su sustituto Martín Vizcarra nunca ha tenido mayor popularidad propia.

EE.UU. organiza una fuerte campaña para buscar remover al chavismo del poder acusándolo de ser antidemocrático, aunque esta es la potencia que más golpes e intervenciones militares ha hecho en la historia latinoamericana, incluyendo los últimos 3 golpes parlamentarios que removieron a los presidentes izquierdizantes electos en Honduras, Paraguay y Brasil.

La misma administración norteamericana que abiertamente ha instado a los militares venezolanos a sublevarse contra Maduro ha avalado la liberación del exdictador peruano Alberto Fujimori y el encarcelamiento de quien lidera las encuestas del gigante brasilero: el expresidente Lula Da Silva. Esta misma es la que ha transformado a los sauditas en su principal comprador de armas, pese a que esta monarquía teocrática no permite ni elecciones ni iglesias, impulsó a Al Qaeda y viene masacrando al país árabe más pobre (Yemen). Otro de los países que EE.UU. más arma es Egipto, donde allí rige una dictadura plebiscitaria que persigue a sus opositores en las elecciones que convocó para retenerse en el poder.

Para Maduro va a ser importante si es que en los dos países hispanohablantes más poblados caen en las presidenciales venideras la derecha y si ganan en Colombia Gustavo Petro y en México López Obrador.

Perspectivas

Venezuela viene padeciendo una de las peores hiperinflaciones en la historia americana (para el 2018 se proyectan cifras de 5 dígitos), mientras que la producción sigue decreciendo y la carestía, escasez, éxodo masivo y baja del poder adquisitivo de los salarios aumentan.

El gobierno culpa a los EE.UU., la oligarquía venezolana y sus aliados internos y externos de una “guerra económica”. Frente a panoramas similares la respuesta que han dado los que se han sentido inspirados en la evolución socialista soviética ha sido la de expropiar a los capitalistas, nacionalizar los medios de producción, imponer el monopolio estatal del comercio exterior y de las industrias estratégicas, desconocer el pago de la deuda externa, implantar una “dictadura del proletariado” y fomentar revoluciones de “concejos obreros y campesinos” por doquier.

Pese a que se acusa al gobierno venezolano de “comunista”, este nunca ha tenido la intención de recorrer tal camino y sigue preservando el mercado, las empresas privadas, la apertura a muchas multinacionales y una democracia multipartidaria que se lleve bien con sus vecinos.

El chavismo representa un tipo de movimientos nacionalistas que buscan reformar las economías monetarias para impulsar el consumo popular y una nueva clase empresarial que potencie el mercado interno. Todos los nacionalismos latinoamericanos que se iniciaron con discursos muy izquierdistas y “anti-imperialistas” (como el PRI mexicano, el peronismo argentino, el MNR boliviano, el primer aprismo y el velazquismo peruano, etc.) culminaron reincorporándose al modelo pro-EE.UU.

El principal candidato opositor venezolano, Falcón, representa un ala del chavismo que rompe con este para buscar dolarizar la economía e iniciar un camino como el que terminaron siguiendo los últimos gobiernos del PRi mexicano, Menem, Paz Estenssoro, Alan García, etc.

Maduro quiere preservar el modelo populista y nacionalizante, pero persiste en pagar los $US75,000 millones de deuda externa, en seguir las reglas de la democracia de mercado y en buscar una buena relación con los inversionistas rusos y chinos, cuyas potencias avalan a su gobierno. Aunque se le acuse de querer cubanizar a Venezuela su modelo, al igual que el del sandinismo nicaragüense o el MAS boliviano, su sistema pasa por rechazar el sistema de economía estatizada y planificada bajo la égida de un partido comunista único.

Maduro ha dicho que ahora piensa dialogar con todos y buscar una reconciliación, en la cual él estará dispuesto a hacer muchas concesiones a sus adversarios internos y externos a condición que no se cuestione al gobernante PSUV.

Pese a que este último ha retenido el poder, se nota que este ha perdido parte de la popularidad que tuvo bajo Chávez y que tanto este como la dividida oposición se han venido desgastando. La derecha ha quedado dividida e incapaz de boicotear los comicios o generar marchas masivas pro-voto nulo. La crisis económica puede generar las condiciones de una explosión social, tal vez similar al del Caracazo.

En estos comicios hubo una cuarta candidatura (la de Reinaldo Quijada), la cual apenas sacó el 0.4% de los votos pero cuestionando a Maduro desde la izquierda acusándolo de renegar de las banderas socialistas. La prensa mundial constantemente se centra en que toda la oposición estaría unida bajo posiciones pro-EE.UU., pero es posible imaginarse que vaya desarrollándose, aunque de forma minoritaria, una oposición más radical que pida una revolución como la soviética o la cubana.

Maduro ha logrado dividir a la oposición de derecha y evitar que haya violencia en las presidenciales. Ahora él querrá valerse del aval de importantes figuras que han estado en los comicios (como el expresidente socialdemócrata español Zapatero o del expresidente ecuatoriano Correa) para buscar interlocutores que eviten el aislamiento internacional.

En cierta manera la posibilidad de que se produzca una intervención extranjera sobre Venezuela han de depender de los resultados de las presidenciales de Colombia y México y del desgaste o aislamiento internacional de la administración de Trump.

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